Un cowboy. Un John Wayne. Un épico. Trump ganó contra todos.
Trump no construyó un GOP ideológicamente monolítico sino un movimiento a su medida. Un hombre contra el sistema que creó su propio sistema de reemplazo, uno que gira a su alrededor. Dije:
“[Ganó] Contra los demócratas, contra el Comité Nacional Republicano, contra las élites y barones de su partido, contra la oposición de la intelectualidad y los medios, contra la percepción global. Tendrá a su favor el Senado y la Casa de Representantes. La mayor parte de los estados. Decidirá —válganos el universo— la composición determinante de la Corte Suprema de Justicia, jueces que dictarán, por décadas, la validez de numerosas reivindicaciones sociales obtenidas y deseadas. Tiene en sus manos la llave de un poder cuasi omnímodo. Si entiende bien ese mandato, tiene ante usted una oportunidad y responsabilidad únicas. Si lo entiende mal, y no soy figurativo, será una tragedia”.
En la lógica de Trump siempre se trató de ir por todo. La ley, para Trump, está escrita por la voluntad de sus cojones. Impondrá cuanto pueda y le dejen y aceptará los límites de la ley —¿a regañadientes, hasta que cambie la correlación de fuerzas?— cuando no tenga mayor remedio. No hay demagogo, autócrata, autoritario de manual, líder de secta que no busque crear un mundo a su medida.
Si serás líder populista, romperás los moldes de la organización para que la organización se parezca a ti. Fijas las reglas, pones la mesa de lo decible y discutible. Cuando estableces eso, mueves las fichas como quieres. Te ocultas, eres opaco, muestras lo que quieres, haces cuanto quieres. Forzarás al límite las posibilidades de la ley y empujarás a tus adversarios a callejones de difícil salida. Los imbéciles criminales que van por las calles asustando personas diciendo ser supporters de Trump son funcionales a Trump: preparan el miedo, lo difunden, crean un clima de tensión generalizado. Asustarán hasta someter la conciencia ajena o asustarán hasta que alguien les responda con igual o mayor violencia. Esos son los momentos del Gran Líder: la violencia es tanta en nuestras ciudades interiores —ya decía yo en la campaña, ¿vieron?— que debemos intervenir con dureza. Y entonces pide por más fuerzas militarizadas en las calles, poderes para intervenir. El camino hacia el autoritarismo que desemboca en autocracia y fascismo nada más necesita que los buenos no hagan nada cuando los malos empujan la democracia al abismo.
En los actos de fe propios de las religiones y las organizaciones fanáticas, las fallas del líder se subliman, siempre, bajo alguna posible cualidad superior. Trump ofreció una parte de sí a cada grupo de seguidores. A los nazis del KKK, a los xenófobos y a los blancos más traumados les dio en ofrenda a los criminales, violadores y narcotraficantes mexicanos —y una ley para bloquear el ingreso de musulmanes—, todos listos para ser deportados o contenidos por un huge, beautiful muro. Ofreció a la derecha militarista la promesa de barrer a ISIS con la determinación que, decía, no tuvo Obama ni tendría Hillary. A los conservadores religiosos entregó blableos de defensa provida. A los desempleados, entregó la promesa de empleo seguro. A los conservadores puros, su propia determinación y una Corte Suprema adicta para echar por tierra con el liberalismo de los últimos tiempos. A los cubanos, el fin del acuerdo con los Castro. Cerraría la canilla del gasto para placer de los fiscalistas; revisaría todos los tratados comerciales para la aprobación de cuanto blue collar creyese que eso será beneficioso. Policías de ciudad y policías de frontera se cuadraron frente al autoproclamado candidato de la ley y el orden. Una masa multitudinaria asintió gustosa cada vez que alabó a la Asociación Nacional del Rifle o los animó a defender su derecho de inventariar armas de todo tipo en casa. A todos, en definitiva, les puso enfrente una cornucopia de promesas que apelaban más a sus miedos y a sus deseos que a la razón.
Y funcionó.
Y lo hizo incluso a pesar de sí mismo. ¿Que era misógino? Pues las mujeres de Trump no se dejan tocar tan fácil y, además, decían ellas, así hablan los hombres, vamos. ¿Que su plan fiscal es dañino? Bueno, habrá que probarlo. A nadie le gusta pagar impuestos, a todos les gusta pagar menos impuestos y, después de todo, ¿acaso los otros lo hicieron mejor? ¿Y su falta de capacidad militar? Bueno, hay asesores y hay militares y hay Pentágono, ¿no? Y él es ejecutivo. ¿Acaso no hizo miles de millones? ¿Acaso no un ganador? Hizo billones en negocios como los casinos y la construcción, donde abundan los tipos duros. ¿Cómo dudar de que el bully no será el Bully-in-Chief contra los malos? ¿Que no cumple sus pactos, promete fantasías? C’mon, ¡es un jugador de póker! Un gran negociador. ¿No es brillante, acaso, sacar ventajas en un negocio? Mejor joder a que te jodan. ¿IRS? ¿Agencia tributaria? Aquí está tu sugar daddy: US$ 916 millones de deducciones, pérdidas suficientes para no declarar impuestos federales por una década. Take that from The Donald. ¿China, OTAN, México, todos esos que se benefician a costa de The Little American Guy? Ya verán cómo es un tipo duro en la mesa de negociaciones. ¿Que es un millonario que jamás hizo nada por nadie más que sí mismo, incluso cuando se trataba de filosofía? Hombre, ¿acaso no queremos ser todos millonarios? Es un self made man, un hombre hecho a sí mismo, un tipo como todos. Y como tal, insulta como todos, duda como todos, se rasca los huevos como todos, tiene errores, agachadas, mira traseros como todos, tropieza como todos. Trump, dirán, es uno de nosotros. No es parte del establishment político —ciertamente no lo es—, no quiere a Corporate America —y Corporate America lo ha humillado por su chabacanería circense. Donald J. Trump es un tipo que creció en Brooklyn, uno que supo hacerse su camino a pesar de todo y de todos. ¿Que su padre le dio el dinero para arrancar? ¡Pues ya hubiera querido yo que el mío hiciera lo mismo! ¿Que estafó a demasiada gente con su universidad? Bueno, you know, this is America, the home of the brave: aprende a defenderte o cierra el puto trasero.