La hice porque considero imprescindible tomar en cuenta la variable redes sociales en el complejo entramado que constituye la coyuntura reciente. Todo apunta a que no está por aquí, lamentablemente.
Para argumentar esto hablaré de lo que sucedía detrás de bambalinas dentro del colectivo #JusticiaYa. Además de apoyar como facilitadores y articuladores de otros movimientos, un aporte valioso de esta organización fue mantener viral la indignación para que el fuego encendido el 25A se mantuviera ardiendo.
Para ello tuvimos que ser muy cuidadosos y estratégicos en la comunicación. A toda costa debíamos mantener la unión. No es necesario coincidir en todas las posturas ideológicas para trabajar juntos en luchas convergentes. Creemos que el diálogo es posible y será el único camino para la transformación del país. Este discurso fresco halló lugar en las redes sociales. De esta forma, para la semana del paro llegamos, solo en Facebook, a más de dos millones de personas sin invertir un solo centavo en publicidad (nunca lo hemos hecho).
Este fue un trabajo profesional y arduo que consistió en monitorear nuestras redes sociales observando los picos altos de unlikes o unfollows (personas que dejan de seguir nuestra cuenta) para entender cuáles mensajes no fueron aceptados por la audiencia. También contábamos menciones a determinados hashtags para tener datos que respaldaran nuestras decisiones, una práctica en extremo democrática que hace unos cuantos años no existía.
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Estas prácticas, unidas a una comprometida labor de informar responsable y constantemente, se tradujeron en cerca de 14 000 seguidores en Twitter a un promedio de 126 seguidores diarios, entre los que figuran desde Jorge Briz hasta Rigoberta Menchú, pasando por Iván Velásquez, María del Carmen Aceña, Iduvina Hernández y Ronald Mackay. Esta legitimidad fue clave para organizar manifestaciones y difundir comunicados que los medios luego convertían en noticia.
Regresando a las bambalinas, en torno al tema de las elecciones teníamos muy claro el inminente peligro que suponía ir a las urnas a devolverle al sistema corrupto la legitimidad que había perdido en la plaza. Esta batalla, sin embargo, en términos virales estaba completamente perdida: era inminente la victoria de quienes invitaban al voto contra quienes éramos críticos y escépticos del sistema electoral.
Quienes decíamos que #EnEstasCondicionesNoQueremosElecciones éramos una minoría con pocas posibilidades de articular una estrategia de comunicación eficaz y sin recursos en el corto tiempo que quedaba. Además de que el hashtag era pésimo (solo le dejaba a uno 100 caracteres disponibles) y el camino legal complicado —si no imposible, como afirmaban muchos—, en nada ayudaron las costosas vallas que aparecieron en la ciudad con esta consigna unidas a los dudosos carteles que invitaban al voto nulo.
«¡Quien pagó esto fue Baldizón!», afirmó una muy viral y vehemente comunicadora libertaria, dándole así el tiro de gracia notetoquiano a esta consigna.
A consecuencia de estas ineludibles realidades, consideramos que lo más conveniente era invitar a votar de luto sin hacerlo obligatorio. A pesar de la crítica nos mantuvimos firmes en defender la dignidad y la congruencia del voto nulo o de abstenerse de hacerlo. Sacamos una esquela del sistema electoral corrupto y asistimos a su funeral el sábado por la noche junto con el colectivo de colectivos Otra Guatemala Ya.
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Por todo eso consideramos indispensable participar en las redes sociales para entender el movimiento que Morales critica y dilapida sin tomarse la molestia de escuchar los planes que los múltiples colectivos tenemos para el futuro. Este aparente letargo responde a que muchos aprovechamos la resaca electoral para organizarnos hacia adentro y regresar estructurados y fortalecidos a las plazas.
Las redes sociales son más que memes. Aquí estamos viviendo la democratización de la información. Aquí nos enteramos, desde la cuenta de constitucionalistas de corte progresista, por ejemplo, de que el reciente fallo desfavorable a los impuestos a los que alude la columna de Morales no respondió a una agenda macabra, sino a una fehaciente inconstitucionalidad por parte de los diputados, que incluyeron estos aumentos en la misma propuesta de ley del presupuesto.
Ciertamente hay sombras. El exceso de información es una forma de censura, y algo de lo que Umberto Eco dice sobre estas redes podrá ser cierto. Sin embargo, a título personal puedo decir que aquí conocí Plaza Pública y otros medios independientes que me ayudaron a contar con datos que justificaran mi rebeldía, mi resistencia al nacionalismo postizo y ciego que promueven los medios de comunicación y los grupos de poder.
Claro que frustra la aparente normalización del movimiento en resistencia y el beneficio que de este cobran ciertos actores políticos hartamente astutos. Claro que todos quisiéramos que el movimiento fuera más robusto y con suficiente músculo político como para plantear y exigir cambios radicales al sistema. Sin embargo, la realidad es otra: esa fuerza no existe, se está gestando y es lo que nace, las redes que llevaban rotas décadas y que espontánea y orgánicamente se regeneraron, lo que celebramos con alegría —hedonistas festivos que somos—.
Como si esto fuera poco, muchos encontramos en esta convulsa etapa la necesidad de apostar nuestro proyecto de vida a un proyecto de nación incipiente, uno donde el respeto, el amor y la justicia se impongan al miedo, la exclusión y la venganza.
Invito a Mario Roberto Morales a que abra una cuenta en Twitter, la red social más democrática y simple que existe. Será un gusto leer a un escritor de su talla en nuestros celulares. Le aseguro que le encantará participar en la discusión y medir el impacto que sus ideas consiguen en la esfera pública digital. Además, podrá leer de primera fuente las posturas de los diversos colectivos y descubrirá que esta nueva convergencia ciudadana no es tan ingenua, tan optimista, tan fatuamente nacionalista como él supone. Los tuiteros lo esperamos.
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