Tres relatos breves de cómo cayeron tres capos guatemaltecos
Tres relatos breves de cómo cayeron tres capos guatemaltecos
Las capturas de Walter Montejo, Elio Lorenzana y Walther Overdick, tres de los capos pedidos por Estados Unidos a Guatemala, permiten entender la dosis de desconfianza, corrupción y sinsentido que tiene la lucha contra en narcotráfico en Centroamérica. Una investigación de ElFaro.
—¿Que a mí por qué no me han matado? —responde con una pregunta el oficial de la Policía de Guatemala.
Aquí viene el mismo dilema de siempre. Este señor, un señor que habla con la velocidad de un rapero y que viste formal como un administrador de empresas, es un oficial de la Policía importantísimo para la historia reciente del combate contra el crimen organizado de Guatemala. Uno de los más importantísimos, diría yo. Él ha participado, junto con un grupo especial de policías entrenados y financiados por la Administración contra las Drogas de Estados Unidos (DEA), en la investigación y captura de al menos cinco de los capos guatemaltecos más importantes en lo que va del siglo. Él, este señor que parece incapaz de hacer un chiste, aceptó sentarse en un par de ocasiones y contar cómo fue que capturaron a esos capos. Las pocas fuentes en las que confío en este país que lo conocen —dos funcionarios y un colega— me han dicho de él un adjetivo que pocas veces alcanza consenso cuando se habla de un policía de Guatemala: honesto. Él puso una sola regla antes de conversar, la de siempre: anonimato. Yo la acepté. Él será, de ahora en adelante, El Oficial. A su lado está un exfiscal que también ha participado en muchos de los mismos casos y que también pide la misma regla. Él será El Exfiscal.
—Eso mismo, ¿por qué a usted no lo han matado? —continúo la plática en la mesita de un McDonald's de la ciudad de Guatemala.
—Porque no tuve ni tengo compromiso con nadie de ellos. La mayoría de funcionarios, los que son policías o del Ministerio Público, tienen compromiso con ellos. Piensan así: “Yo le voy a recibir 100,000 dólares y le aviso si hay algo contra usted”. Los capos dicen: “Sí, tomá, yo te lo regalo”. El problema es que después nosotros podemos caerle a ese capo, y él le dirá a esa persona: “Hijo de puta, no me avisaste. Ahí es cuando te matan”.
En dos almuerzos, uno de puras papas fritas y cocacolas y otro de tacos, sopas y cervezas, El Oficial, respaldado por El Exfiscal, contarán tres cuentos verdaderos. En medio de esos cuentos, como en todos los cuentos, hay lecciones que van más allá del mero cuento.
Walter Arelio Montejo Mérida. “Que los proteja su madre”.
—Ahí sí había escucha telefónica —empieza El Oficial su relato—. Y yo estaba decidido a no irme de ahí sin llevarme a ese hijodeputa. Llevaba 14 días zampado en el departamento de Huehuetenango, un departamento muy conflictivo, muy conflictivo…
Walter Arelio Montejo Mérida es conocido como El Zope. Estados Unidos pidió a Guatemala su extradición desde 2010, para ser juzgado en una corte del Distrito de Columbia bajo los cargos de conspiración para manufacturar y distribuir drogas ilegales. El 10 de junio de 2012 fue capturado en la zona 3 de Huehuetenango y el 7 de marzo de 2013 fue enviado a Estados Unidos. El Zope había heredado su poder y muchas de sus mañas de Otto Herrera, el capo guatemalteco que corrompía diputados en El Salvador, el hombre de la gran expectativa para tan poco show: Herrera fue capturado en México en 2004, escapó de la cárcel en 2005, fue recapturado en Colombia en 2007, fue extraditado a Estados Unidos en 2008, fue condenado en 2009 y fue liberado en 2013. Y hoy anda libre. Ese fue el padrino de El Zope. Y Huehuetenango es el departamento de Guatemala que, junto a Petén, son reconocidos como los departamentos del crimen organizado por excelencia en la frontera con México, donde palabras como mansiones, caballos, millones, masacres, tumbes o corruptos pueden asociarse fácilmente en el buscador de internet Google.
En el McDonald's, la mesa en la que hablamos parece la isla más alejada de un archipiélago. Al parecer, cuando uno habla de estas cosas pone cierto gesto en la cara y cuchichea de tal forma que se crea cierta repelencia. Sin darnos cuenta, los comensales se han retirado de nuestro alrededor y se han largado a otras mesas.
—La cuestión es que una de las mujeres de él —continúa El Oficial— acababa de parir un varón. Entonces, él habla por teléfono con otra mujer y le dice: “Yo ahorita quisiera que se viniera a dormir conmigo, pero no puedo, porque voy a ir a ver a mi mujer, que ha tenido un hijo”. Y entonces se oye que le habla a alguien más y le dice: “Alistame el pick up negro blindado porque vamos a salir mañana temprano para Huehue (cabecera departamental)”. Él estaba en Agua Zarca.
Hablando de palabras clave, Agua Zarca es la aldea de Huehuetenango donde ocurrió aquella masacre compartida, cuando Zetas y guatemaltecos de la banda de Aler Samayoa, alias El Chicharra, un hombre libre, se tiraron bala a lo largo de 15 kilómetros y durante al menos cinco horas en diciembre de 2008, y dejaron 17 cadáveres desparramados. La teoría oficial es que el operativo era para asesinar a El Zope, que era el que controlaba el trasiego por esa aldea, propietario de fincas de un lado y de otro, propietario de un pedazo de frontera, pues. Desde entonces, asegura El Oficial, el grupo de El Zope creció, y contaba con unos 100 hombres armados y alertas a sus órdenes, aunque se movía con solo unos pocos.
—La cosa es que estábamos desde las 5 de la mañana montándole vigilancia —continúa El Oficial—. Apareció a eso de las 10 de la mañana. Lo interceptamos sin más. Él preguntó por la ventana: “¿Saben que este carro es blindado y no le entran las balas?”. “Pero tampoco salen”, le dije. Y él dijo: “Yo jamás me voy a meter con un policía por hacer su trabajo: caído, caído. Pero si se meten a robarme, se meten con alguien peor que el diablo”. Íbamos solo dos vehículos, policías y fiscales. Él de entrada dijo: “Yo no voy a ser mula, yo me voy, me voy a ir (extraditado). Pero eso sí, voy a poner a cagar ralo a varios hijosdeputa grandes de aquí. A varios poli”. Imagino que eran políticos…
En ese momento, interrumpe El Exfiscal:
—A mí me llama la atención que la DEA nunca viene a traer a esos hijosdeputa. A los que mandan en el negocio. Estos solo operativizan. Estos no serían nadie si no tuvieran un andamiaje. Se los llevan y no vienen por nadie más de su red, toda la parte que los protege. Solo saltan a otro departamento y escogen a otro que llevarse. A esos otros... ni mierda, no los tocan.
[frasepzp1]
Esas conexiones no son solo una idea en la cabeza de este hombre que come papas fritas en esta mesita. El mismo ministro de Gobernación de Guatemala, Mauricio López Bonilla, aceptó mientras desayunamos en un hotel capitalino en junio de este año que esto del narco, del crimen organizado, no termina en un hombre de bigote y amantes como El Zope. “Los capos van a cooptar o intimidar a la autoridad local, pero en segundo lugar están las autoridades que están en la administración de la justicia. El blanco son fiscales, policías. Lo que creo es que ha habido algunas incursiones de gente que inclusive ha llegado con respaldo al Congreso. Hemos tenido, de hecho, diputados que estuvieron vinculados al tema del narcotráfico”, dijo el ministro en aquel desayuno.
Sin embargo, en la lógica de Bonilla, ese rascar solo la epidermis del problema, no es algo guatemalteco, ni centroamericano únicamente. “¿Cuándo ha caído un gran capo (en Estados Unidos)?”, se preguntó. “Voy a poner un caso, el del banco Wachovia. Lo encontraron culpable de situaciones de lavado. Si hubiera sido un banco guatemalteco lo quiebran por completo”, se quejó. El banco Wachovia, uno de los mayores de Estados Unidos, fue encontrado responsable de permitir desde 2004 depósitos de casas de cambio mexicanas que provenían, en al menos 100 millones de dólares, de actividades ilícitas de los cárteles mexicanos. La acusación, por la que finalmente se impuso una multa millonaria al banco, fue por no haber aplicado las medidas obligatorias de control. Había depósitos realizados por cuatro personas en solo dos días a una empresa en quiebra que vendía aviones. Uno de los aviones que esas personas compraron fue encontrado en México con dos toneladas de cocaína. A ese banco se refería el ministro Bonilla.
De vuelta en el McDonald's, El Oficial termina el relato de la captura de El Zope.
—Antes de que lo dejáramos, él nos dijo: “Así como esos hijosdeputa no me protegieron a mí, que los proteja su madre. Yo los voy a pisar”.
El Zope fue subido a un helicóptero, y a las 11:46 de la mañana del 10 de junio de 2012, Walter Arelio Montejo Mérida aterrizó esposado en la Fuerza Aérea de la capital y fue conducido a la Torre de Tribunales para que empezara su proceso de extradición. Ahora, guarda prisión en Estados Unidos y, de momento, al menos si se refería a políticos cuando dijo que iba a "poner a cagar a varios grandes de aquí", no le ha causado ni un inconveniente público a ninguno de ellos.
Elio Lorenzana Cordón. “Bajen el helicóptero, que aquí nos lo van a liberar”.
—La cosa es que se acercó un informante a la Zona 10 de la capital. A la Embajada gringa, pues —dice El Oficial en la hamburguesería—. La cuestión es así: ese informante dice que él vive en el rancho donde vive Elio. Y es que el problema nunca fue la ubicación de él, sino llegar al lugar. La Reforma está como en el kilómetro 150. Pues ellos tienen banderas desde el kilómetro 60. Y se comunican: “jefe, van tres patrullas juntas; jefe, va un camión de la Policía”. Desde que le avisan, él tiene todavía una hora para bañarse e irse a las montañas…
Elio Lorenzana —que en realidad se llama Eliu— es uno de los dos hijos pequeños de la famosa y perseguida internacionalmente familia Lorenzana, los lugartenientes del Cártel de Sinaloa en Centroamérica. El padre es Waldemar, conocido como El Patriarca, el capo de capos de Guatemala. Un hombre preso en Estados Unidos. El Patriarca es un hombre de 76 años que el 19 de marzo de este año fue extraditado para ser juzgado en una corte de Nueva York. Ese señor ya se declaró culpable de narcotráfico y todos auguran una condena pequeña en su contra por más de una década de tráfico de drogas. De sus hijos, cinco son requeridos por Estados Unidos por el mismo delito. Dos de ellos están detenidos en Guatemala y esperan extradición, entre ellos Elio, que fue capturado un 8 de noviembre de 2011 en un operativo en el que participó El Oficial. Tres más, dos hombres y una mujer, están libres. Todos son requeridos por Estados Unidos. La extradición de Elio ya ha sido aprobada. Su hermano, también llamado Waldemar, ya pidió que se agilicen los trámites para que lo envíen a Nueva York, junto a su padre. Los estadounidenses los quieren y, por alguna razón, ellos también prefieren irse. Y La Reforma es una aldea del municipio de Huité, en el departamento de Zacapa, en la frontera de Guatemala con Honduras, en el bastión del clan de los Lorenzana, donde tenían una finca con una enorme casa amarilla en medio.
Nuestra mesa en el restaurante de comida chatarra sigue siendo una isla. El caso es que a estas alturas del relato de El Oficial, ya tenían lo que más necesitaban, un infiltrado.
—La cuestión —continúa— es que nosotros llevábamos una orden de allanamiento para una finca en concreto. Si se pasaba a otra, ya no podíamos entrar. Necesitábamos ser muy efectivos. “Necesitamos tener comunicación con vos”, le dijimos al hombre. “¿Y cómo piensan llegar hasta allá sin que los vean?”, nos preguntó. Le dijimos que de eso nos encargábamos nosotros, que él estuviera atento…
En aquel desayuno con el ministro Bonilla él expuso una teoría según la cual, la extradición de gente como los Lorenzana terminaba por generar más grupos criminales. “Atomización”, le llamó el ministro a eso. Según él, al llevarse Estados Unidos a “las cabezas”, los segundos al mando no querían seguir de segundos, sino mandar, y entonces se atomizaban mediante procesos nada pacíficos.
Los siguientes días a la captura de Elio, muchos periódicos y, sobre todo muchos noticiarios de televisión, transmitieron imágenes de habitantes de La Reforma que se lamentaban de la captura del capo. “Es que él es el que nos daba trabajo a todos aquí en la aldea y en otras aldeas de por aquí”, dijo una señora canosa en un noticiario.
El perfil del narco terrible y a la vez benefactor no desapareció con el colombiano Pablo Escobar o con el mexicano Miguel Ángel Félix Gallardo. Hay narcos que entienden que la violencia es algo reservado para sus enemigos dentro del negocio. Entienden que las balas es mejor tenerlas guardadas en el cargador del arma el mayor tiempo posible, y dedicarlas si puede ser solo a tumbadores, delatores o autoridades corruptas. Hay narcos que entienden que el mejor vecino es el vecino contento y que el mejor pueblo es el que está habitado por sus empleados. Eso no solo lo sabe El Oficial.
“En algunos lugares (los capos) generan productividad y producción agrícola, emplean a la gente. No meten a toda la gente en temas de narcotráfico. Trabajan en cosas lícitas para cubrir cosas ilícitas”, me dijo el ministro Bonilla durante nuestro desayuno.
El Oficial lo dice de otra forma más gráfica. “El 90 % de los grandes capos chapines te dicen: ‘¿Cuánto debés de la luz? Dame tu recibo. Vaya, aquí tenés, te dejé anticipado para que ya no pagués tres meses’. O te preguntan: ‘¿Qué necesitás? ¿Un carro? Vamos a buscarlo’. Luego te pedirán tu nombre para registrar empresas o comprar casas o llegarán un día y te dirán que tu hijita, que está bien bonita, se va a ir a pasear con el señor el fin de semana y que te la devuelven el lunes”.
Los “buenos capos” se convierten en un gobierno paralelo en los lugares donde el gobierno no llega. Otorgan y exigen. Llenan un vacío. Son lo que las autoridades no alcanzan a ser.
Si alguien sabe bien cómo generar ese perfil de “buenos capos” es la familia Lorenzana. El Patriarca, por ejemplo, fue capturado cuando salía de su melonera de pagar a sus empleados.
[frasepzp2]
Esa es la queja generalizada que en Guatemala se atreven a pronunciar ministros e incluso, de manera más solapada, el presidente Otto Pérez Molina: los estadounidenses reclaman a los cabecillas, a los “buenos capos”, porque son los que tienen más experiencia y los que son más hábiles para trasladar la droga hasta los más de 20 millones de consumidores estadounidenses. Extraditados esos, los que proliferan son “los animales”, como llamó el ministro Bonilla a Guayo Cano, un narco empoderado en los últimos siete años que en 2013 masacró a ocho policías y descuartizó a otro en el municipio agrícola de Salcajá, porque pensó que le habían robado 740,000 dólares.
De vuelta en el McDonald's , El Oficial termina el relato.
—Alquilamos un camión para ganado. Lo buscamos en la prensa. Atrás le metimos policías y le pusimos una lona. Iba gente de confianza entre ellos, verificando que ninguno hiciera una llamada con algún aparato escondido. Antes de entrar a la aldea le llamamos al contacto y nos dijo: "No hay sospecha de nada, el tipo está durmiendo”. Elio se levantó al baño, a echar una miada, y regresó a su cuarto. Él se la llevaba de cristiano, y entonces se puso a orar. Teníamos rodeado, y entramos cinco policías y tres de nosotros (del equipo especial que colabora con la DEA). En ese momento, Elio le dice a la mujer: “Esperame, mi amor”, y llama a un tal Pascual. Le pregunta que de quién es ese camión, el que llevábamos nosotros. Pascual le dice: “baje, jefe”, porque ya lo teníamos afianzado. Cuando baja y abre la puerta, para adentro. “Cambiate, que ahorita te vas con nosotros”, le dijimos. Él respondió: “Yo le pedí a Dios que no me agarraran, pero ustedes le pidieron agarrarme, y él los escuchó primero a ustedes". Lo llevamos, pero presentíamos algo. Cuando íbamos por una gran venta de material, rumbo a Tecolután, le dijimos a la gente de apoyo que bajaran el helicóptero. Les dijimos: “Bajen el helicóptero como sea, hijos de puta, que aquí nos lo van a liberar”. Así se hizo. Supongo que cuando vieron que el helicóptero se lo llevó pensaron que para qué putas nos iban a seguir.
Tres fuentes del sector justicia de Guatemala aseguran haber escuchado un audio donde la menor de los Lorenzana, Marta Julia, ofrece un millón de dólares a quien le lleve vivo a la gente que lideró el operativo de captura de su hermano Elio.
Horst Walther Overdick Mejía: “Me voy tranquilo”.
—Nos tardamos como entre 25 y 30 días de vigilancia. Seguíamos a una novia de él que desde Cobán venía a la capital y le llevaba información a él. Teníamos un informante —dice El Oficial.
Es otro día. Es otra hora y es otro restaurante. Estamos en una taquería de la Zona 10 de la capital.
Overdick es conocido como El Tigre. Su área de operaciones fue el departamento de Alta Verapaz, un departamento del norte de Guatemala que linda con Petén. El Tigre operaba principalmente en el municipio de Cobán. En 2011, cuando los militares declararon estado de sitio en Cobán, por la incursión de Los Zetas, fui a la zona. Un indígena quekchí, indignado por la brutalidad de esa banda mexicana, despotricó contra ellos cuando conversamos. Cuando le dije que de todas formas ellos vivían bajo el dominio de otro gran capo, de Overdick, su respuesta iracunda fue: “¡No! Don Overdick no actuaba así. Yo no sé en qué andaban metidos, pero ellos son gente respetuosa que quieren a las personas de aquí y las ayudan”. Overdick, de cerca de 50 años, era reconocido como un hombre despiadado con sus enemigos. La ex fiscal general de Guatemala, Claudia Paz y Paz, recordaba una historia de Overdick, cuando cerca de 2009 detuvieron a su hijo y a su esposa en Cobán. Overdick se tomó la radio del pueblo y aseguró que si no soltaban a sus familiares, mataría al juez del municipio. Su hijo y su mujer fueron liberados en aquella ocasión. Overdick fue enemigo de Los Zetas en un principio. Luego, fue su principal aliado. En 2012 se difundió un vídeo en el que aparecía Overdick en una fiesta a orillas del lago Petén Itzá que se celebró en marzo de 2012. Ahí aparecen abrazados Overdick y el Comandante W, un hombre identificado como cabecilla de la banda Zeta 200, el grupo de Los Zetas encargado de Guatemala. Overdick fue capturado en abril de 2012, en San Lucas, Sacatepéquez, el departamento que linda con la capital por el occidente y al que pertenece el municipio turístico de Antigua Guatemala. El Tigre fue extraditado a Nueva York el 10 de diciembre de 2012 para ser juzgado por el trasiego de 1,200 kilogramos de cocaína en 2002. Overdick se ha declarado inocente, y poco más se ha sabido de su proceso.
En el restaurante mexicano de la Zona 10, los tacos han sido servidos y la conversación continúa con el relato de El Oficial.
—El caso es que seguimos a esa novia de Overdick desde Guatemala, la vigilamos a la entrada de la ruta al Atlántico. La seguimos (hasta San Lucas), miramos sus placas y miramos a dónde entró. El problema es que no teníamos certeza de que él estuviera ahí…
—Suena a que todas las investigaciones las empezaron hasta cuando los estadounidenses pidieron a esas personas —interrumpo el relato de El Oficial.
—Claro, si aquí nadie tenía nada contra ellos. La Fiscalía antinarco no hace ni mierda en este país. Son las fuerzas de tarea (grupos especiales conformados por policías y fiscales) los que dan algún resultado —responde El Exfiscal.
Cualquiera podría pensar que es una exageración del Exfiscal, algo producido por el resentimiento, quizá, un arrebato verbal amparado por el anonimato que exige para hablar. Sin embargo, hay funcionarios de más alto rango que él que, con nombre y apellido, confirman que el Estado no estaba tan documentado.
Carlos Menocal fue el ministro de Gobernación de Guatemala durante el mandato del presidente Álvaro Colom, entre enero de 2008 y enero de 2012. Nos reunimos a mediados de este año en un restaurante de la Zona 1 de la capital. Según él recuerda, el panorama que encontró cuando asumió el Ministerio era esperpéntico.
—Cuando llego a ministro lo primero que hago es dirigirme a la sección antinarcóticos: “Muéstrenme las investigaciones que hay en torno a los capos históricos que se conocen”. La respuesta fue: “No hay”. “Puta, ¿cómo que no hay?”, dije. No había, nada, ni un pinche papel serio, solo un mapa basado en chismes.
En algunos momentos, esa ausencia de siquiera un pinche papel llevaba a que los estadounidenses dudaran de las autoridades recién llegadas. Como me dijo el exministro: “Cuando a los gringos les entra prisa, les entra prisa”.
—Yo, como ministro de Gobernación, tuve un incidente con la DEA, porque sentían desconfianza de nosotros, y decían que nuestro gobierno estaba beneficiando a los Lorenzana. Me preguntaron si de verdad tenía voluntad de agarrarlo. Fue enfrente de la fiscal Paz y Paz. Nos sacamos la madre con el jefe de la DEA. Luego, captura tras captura, les demostramos que no tenían razón.
Para el exministro, la presión estadounidense es desmedida en el tema de narcotráfico. Él sabe que hay otras prioridades. “Esa es una arteria del crimen —dijo—, pero en Centroamérica hay muchas otras más que quizá nos afectan más”.
De vuelta en el restaurante mexicano, El Oficial retoma la palabra.
—La cuestión es que alrededor de la casa había terrenos a la venta. Hablamos con el guardián y le dijimos que queríamos ver los terrenos, que estábamos interesados. Estaban cerquísima de la casa donde la mujer entró. Documentamos en video y fotografía. Y encontramos una lomita. Nos tiramos al monte a hacer vigilancia con binoculares. Pero solo veíamos el patio, el jardín de la casa, no el interior. Hasta que un día él salió en la mañana. Estiró, porque iba a hacer ejercicio con unas pesas que tenía ahí afuera. Pedí la orden de allanamiento.
—¿A cuánta gente llevaba? —pregunto.
—Unas 60 personas —dice El Oficial.
—¿Y cómo encuentra a 60 personas honestas en la institución?
—Preferimos prevenir. No les decimos a dónde van ni a qué van. Las reunimos antes de salir. Les quitamos los teléfonos y les ponemos su nombre en un pedacito de tape. Los guardamos en una bolsa sellada que nadie va a abrir hasta que termine la operación. Cuando traemos al objetivo a la ciudad, les devolvemos sus teléfonos.
Así es la confianza entre colegas en Guatemala.
El Oficial finaliza el relato de la captura de El Tigre Overdick.
—Rodeamos la casa y nos metimos callados, ladeaditos por afuera de la casa. Lo encontramos durmiendo con la chica a la que seguimos. No opuso ninguna resistencia. ‘Calmados’, nos dijo. ‘¿Horst Walther Overdick?’, preguntamos. ‘Así es’, contestó. ‘¿Me puedo ir a bañar?’, preguntó. ‘Sí, pero a la vista de dos elementos’, le dijimos. Se fue a bañar, se vistió con una camisa de botones y, antes de salir de su casa, le dijo a su mamá: ‘me voy tranquilo’.
**Esta crónica de Óscar Martínez, periodista de Sala Negra, fue publicada originalmente en ElFaro.net, de El Salvador, y se reproduce con la autorización del medio.
Más de este autor