Al grano: el antifeminismo no es la promoción del machismo. Es la oposición científica a movimientos extremistas que promueven la violencia contra el hombre y la sociedad liberal. El antifeminismo, en este sentido, objeta tanto la intolerancia masculinista —en gran medida felizmente superada— como la misandria propia del feminismo vigente, un feminismo entre comillas.
Esta es la noción de antifeminismo que aquí adopto.
De paso, quisiera convocar al feminismo crítico para que reivindique su lucha histórica y reconozca sus limitaciones actuales. La hora es oportuna para redefinir su programa. Hubo un tiempo en el que los afiliados a cualquier movimiento de izquierdas se interpelaban a sí mismos para insistir en las buenas perspectivas de sus activismos, repasar sus prácticas e identificar sus desvíos. Hacían autocrítica.
¿En qué momento perdimos ese buen hábito?
Ciertamente, algunos observadores otrora feministas creemos que el feminismo tradicional ha abandonado descuidadamente su causa (el desafío de andamiajes económicos y políticos de poder asimétrico —capitalismo patriarcal—) a cambio de una postura radical en la cual los sentimientos de mujeres fuera de balance han sustituido la búsqueda de la verdad y sus realidades concretas, objetivas y comprobables.
Han canjeado la filosofía y la ciencia por la religión y quizá ni se han dado cuenta.
Como lo demuestra, por ejemplo, la defensa oficiosa del espectáculo que hace unos días perpetraron las feministas en México, donde rompieron todo lo que les salió al paso, incluyendo la propiedad de sus propias aliadas. Abrigarlas, exculparlas o encubrirlas no es activismo, sino pura necedad. Publicar artículos ensalzándolas es ya toda una locura. A estos medios habrá que reclamarles su cuota de responsabilidad por promover una escalada de violencia cuando las cosas lleguen a un punto de no retorno. Y llegarán.
Disonancia narrativa
Los pasillos de la mente feminista son en verdad fascinantes, enigmáticos. Tal como sucede con las lógicas del capital, sus mantras están abarrotados de contradicciones imposibles de reconciliar.
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Es absurdo pensar que se puede combatir la violencia contra la mujer con violencia indiscriminada contra todo el mundo. O que el empoderamiento personal se obtiene a través de una retórica de victimización permanente. O que necesitan cuotas obligatorias, otorgadas por un Estado paternalista desde arriba, a pesar de ser iguales a los hombres en capacidades. O que la mejor manera de descosificar sexualmente a la mujer es sacándose las tetas en el espacio público. O, la peor de todas, que para edificar una sociedad más humana e igualitaria se debe promover, invariablemente, el libertinaje sexoabortista.
¡Cuantos desvaríos en una sola cabeza!
Si observamos fríamente, pareciera que la militancia feminista no desea que el machismo termine nunca, pues se quedaría sin chance. Ahora que culturalmente hemos trascendido el machismo, ellas se encuentran en estado de pánico. Sienten que pierden su identidad política y su razón de ser. Reaccionan, entonces, con odio y desinformación para mantener vivo el fantasma que les da propósito. Poco les importa nutrir conflictos artificialmente y nada les importan sus consecuencias transversales.
Y ojo, que la mayoría de las mujeres se desmarcan del feminismo. Por algo será. De hecho, después de cada marcha feminista hay menos feministas, menos empatía, menos justicia, menos amor en el mundo.
Qué raro, ¿no?
El conservadurismo de izquierdas, destinado a fracasar
Un recordatorio: la izquierda también puede ser conservadora cuando rehúsa actualizarse. Como quienes creen que la lucha violenta de clanes es la única manera de hacer política.
Pero no triunfarán en su cruzada de odio, es imposible, porque la guerra no es contra los funcionarios, sino contra el Estado fracasado. No es contra los soldados, sino contra el militarismo. No es contra los empresarios, sino contra el modelo excluyente. No es contra los hombres, sino contra el abuso del poder.
Mientras las mal llamadas feministas malgastan su energía rompiendo vidrios, monumentos y dientes, regodeándose desde arriba, en lo oculto de las sombras, los mismos abusivos de siempre están cantando We are the champions, pues saben que su estrategia de divide et impera funciona perfectamente. ¿Y el verdadero problema? De eso nadie habla.
Estamos muy ocupados pescando likes y persiguiendo sombras.
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