Los incautos podrían achacar el fracaso de la candidatura de Oliverio García Rodas a la presidencia del Congreso a la falta de experiencia política del presidente Morales, lo cual resulta una lectura más que simplista. El fracaso de la planilla de los PP-Líder, hoy bajo otras siglas, se debió a que en el Congreso hay por lo menos medio centenar de diputados que han entendido que los vientos que soplan no son los del oscurantismo y el autoritarismo, características de las que hace gala el diputado García Rodas y le encanta ejercer al jefe del Ejecutivo, y a que hay en la sociedad actores que, levantando su voz, consiguen que se origine una opinión pública crítica a tales comportamientos.
Hombre oscuro, de pocas palabras y sonrisa sarcástica, García Rodas es un sobreviviente de la vieja política. Elegido diputado por el Partido Patriota en las últimas tres elecciones, todas las veces figuró como parte importante del listado nacional, lo que significa que es un hombre del aparato, de los que hasta el último momento estuvieron próximos al jefe Otto. En las supuestas trifulcas que la prensa creó entre ottistas y baldettistas, a García Rodas siempre se lo puso entre los próximos al general. Sin embargo, recientemente circuló la copia de un cheque de no pocos miles de quetzales girado en favor de García Rodas de la cuenta personal de Baldetti. Estaba, pues, en la gracia del rey y la reina.
Su cercanía con el poder es de larga data, la cual no se ha traducido nunca en propuestas serias, mucho menos progresistas, en el Congreso. Fue más bien quien llevaba al pleno las propuestas del Ejecutivo cuando estas no eran presentadas por el jefe de bancada. Sin ocupar nunca posiciones de alta visibilidad, García Rodas ha sabido mantenerse en el círculo más próximo de los grupos militares que nos han gobernado.
No obstante esa proximidad con el poder, cuando ha querido dar el salto a puestos de relevancia, algo inexplicable se ha atravesado en su camino y ha tenido que dar marcha atrás sin mayores explicaciones. Así fue cuando se lo postuló para ocupar una silla en la Corte de Constitucionalidad. Su jefe, Otto Pérez, lo bajó de las nubes y sin decir agua va lo sustituyó por Alejandro Maldonado Aguirre. Por qué García Rodas, siendo un hombre de partido y supuestamente próximo a Pérez Molina, no consiguió la nominación y fue superado por alguien que ni era del PP y estaba para entonces buscando la reelección es algo que nunca fue explicado. Mansamente se regresó a su curul y siguió siendo fiel y sincero a los designios del general, para entonces omnipotente. Sufrió la misma desazón cuando, en la terna de candidatos para sustituir a Roxana Baldetti en la Vicepresidencia, Pérez Molina tuvo que sustituir a Carlos Contreras. Su nombre fue presentado y anunciado con bombos y platillos para que luego, horas antes de la elección, fuera sustituido, de nuevo, por Alejandro Maldonado Aguirre. Era la posibilidad de ser resarcido por el primer gran desaire, pero, sin que mediaran explicaciones, el aún gobernante lo bajó de la lista y colocó al entonces magistrado constitucional.
García Rodas es parco en las entrevistas, huye de los micrófonos y las cámaras y muy pocas veces toma la palabra en el pleno, caso en el cual es directo y conciso. Dícese que es, sin embargo, un buen tejedor de acuerdos, ágil en los entretelones políticos y fiel escudero de los militares en apuros. Tal vez por ello el presidente Morales pensó en él para encabezar su planilla en el Congreso. Sería su aguerrido guardián, como desde la curul lo fue de Pérez Molina durante ocho años.
La planilla retrataba de cuerpo entero y en tres dimensiones los intereses y apoyos de Jimmy Morales. Allí estaba un exconvicto por tráfico de drogas, una agresiva diputada que trata de imitar a Baldetti y oscuros y mediocres políticos tránsfugas. Oliverio no le hizo el feo a ese equipito, pues, sacramentado por el excómico, imaginó que ahora sí, por fin, llegaría a un cargo de importancia. La suerte estaba echada y su elección parecía solo cuestión de tiempo. Casi un centenar de diputados se relamían y frotaban las manos pensando que, al dar su voto, la restauración de la vieja política estaría consumada.
Pero no había beneficios y premios seguros para todos, y García Rodas parece no ser bueno para esos negocios. Él sabe decir sí, tejer simpatías y apoyos, pero no sabe buscar recursos de fuentes oscuras para premiar a los electores. Los escogidos comenzaron a ser cuestionados desde sus propias bancadas, más para dar a otros los beneficios que por tener ideas contrarias sobre el manejo del Congreso en momentos de crisis.
Y la candidatura de García Rodas, como en las veces anteriores, comenzó a naufragar. Jimmy Morales dejó todo en manos de sus articuladores, quienes, estando más que vigilados, no pudieron reunir los premios suficientes y seguros para controlar disidencias. Desde fuera llovieron las críticas y, es de suponer, también las presiones al postulador (Jimmy Morales) y al principal postulado (Oliverio García) para que no llegaran a la Junta Directiva lacras evidentes. Ni uno ni otro lograron reaccionar adecuadamente, muy posiblemente porque, si bien García Rodas es un magnífico escudero, Morales no tiene ante él la ascendencia que Pérez Molina ejercía. Coinciden en el interés por detener el aún tímido proceso de reformas, pero no se tienen la suficiente confianza como para conformar juntos un grupo de interés.
De esa cuenta, y como en anteriores ocasiones, García Rodas se bajó del barco y dejó con los colochos hechos a Jimmy Morales y a la banda de impresentables que le habían impuesto como acompañantes. Dicen que pidió cambios, pero los efecenistas no estaban para discusiones porque, considerándose ya vencedores, lo querían a él más como pieza que como líder, situación que muy posiblemente lo amilanó y llevó, junto con otras causas que desconocemos, a retirar su candidatura y, con ello, a tirar al piso el castillo de naipes que ya los ex-PP y ex-Líder habían construido.
De nuevo García Rodas ha dado (o lo han hecho dar) un paso al costado, y con ello vuelve la esperanza de que la dinámica reformista que se vivió este año en el Congreso pueda mantenerse. Tal vez no se logren todas las reformas que la democratización del Estado y la política requieren, pero al menos se podrá abrir la brecha para que paulatinamente pasemos de un Estado lento y atrasado a uno más democrático y progresista.
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