En esa ponencia, Gorostiaga trata de responder una serie de preguntas de las cuales he elegido las siguientes: ¿cuál es el determinante de la pobreza moderna?, ¿cuál es el poder creador del futuro desarrollo?, ¿cómo pueden contribuir las universidades a erradicar la pobreza y la desigualdad universitariamente?, ¿cómo pueden formar una nueva generación de profesionales que puedan erradicar las causales de esta situación y de su polarización subsiguiente e iniciar un proceso de desarrollo humano sostenible?
El determinante de la pobreza moderna. Gorostiaga afirma que el determinante principal de la pobreza moderna es la capacidad del factor humano para generar valor agregado a través de la capacidad organizativa y la creatividad para atraer inversiones e incorporar tecnología: es la intensidad del conocimiento la dinámica que mueve el futuro desarrollo.
¿Avanza el país en esa dirección? Los datos indican que no. Al examinar la tasa de conclusión de la educación primaria, secundaria y terciaria en Guatemala durante el período 2014-2016, se observa que el país ocupa los últimos lugares. Los porcentajes de jóvenes que lograron terminar la educación primaria, secundaria y terciaria (educación académica y vocacional) fueron respectivamente del 74.6 %, 33.1 % y 4.5 %, por debajo de la tasa promedio en América Latina: de 93.7 %, 59.5 % y 10.3 % respectivamente, según reporta el sexto informe Estado de la región. Este concluye que se requiere aumentar la tasa de conclusión en los tres niveles como dispositivo para mejorar «la inclusión en el mercado de trabajo».
Por otra parte, según el Informe de seguimiento a la educación en el mundo 2020, preparado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, el gasto público en educación como porcentaje del producto interno bruto (PIB) per cápita en 2018 fue de 2.8 %, muy distante del 7 % y del 6.1 % que invierten Costa Rica y Honduras respectivamente. Más preocupante es la inversión en investigación y desarrollo en relación con el PIB. En el período 2014-2017, apenas se invirtió en promedio el 0.02 % según el reporte Indicadores de actividades científicas y tecnológicas 2016-2017, preparado por la Secretaría Nacional de Ciencia y Tecnología de Guatemala.
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Las universidades como instrumento de producción de vida. Para Gorostiaga, la nueva responsabilidad social de la universidad radica en el hecho de vivir en una «aldea global». Así, subraya que las universidades deben generar condiciones para que la apertura a la globalización y al mercado sea un efectivo instrumento de producción de vida, y no de muerte. Esto solo se dará si las universidades toman decisiones lúcidas. Destaca que no se trata solo de más educación, sino de «una formación capaz de producir la riqueza y el empleo que no existe, la recuperación de lo público y del bien común, de la eficiencia de la ética y la honestidad que imbuyan el proceso de acumulación moderna basado en la intensidad del conocimiento y capacidad organizativa».
En conclusión, Gorostiaga propone que las universidades diseñen un proyecto educativo que genere capital humano que incremente la competitividad sistémica de cada país a la vez que reduzca la inestabilidad y los costos crecientes de la ingobernabilidad. Considera indispensable que las universidades se vinculen con los actores sociales excluidos, que desde la marginalidad de las políticas públicas crean riqueza. Subraya que la calidad universitaria debe ser accesible a estos nuevos actores sociales y, por otra parte, incorporar las experiencias locales de desarrollo de estos en el currículum universitario. Esta combinación puede ser un factor determinante para encontrar los «puentes» que permitan superar la brecha del «mal desarrollo».
En septiembre de 2003 falleció Xabier Gorostiaga, jesuita de origen vasco y centroamericano de corazón. A 18 años de su desaparición física, bien vale la pena retomar sus reflexiones, su optimismo y su coherencia.
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