Yo, como nube
Yo, como nube
“… nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos…”, escribió Virginia Woolf, en 1929, en “Una habitación propia”, el ensayo en el que plantea la necesidad de que las mujeres tengan un espacio propio para crear, para hacer que se escuche su voz. En esta serie, Plaza Pública reanuda la pregunta: ¿Cómo construyen su habitación propia las mujeres guatemaltecas? Aquí responde la artista Cecilia Porras Sáenz
En las dunas blancas camina la mujer sin ojos, guiada por su olfato y una especie de presencia color sol; sus pies dejan estelas, las estelas de sus zapatos.
Nací ocho meses antes de la masacre de la Embajada de España, que es cuando me fui de Guatemala. Regresé en 2004 para acompañar a mi madre en su retorno, su enfermedad y finalmente su muerte en 2011. Es la primer y única persona que he acompañado a morir y me conmovió y estremeció como nada lo ha hecho.
Ella era un refugio.
Digo ella y pienso en su pecho, en sus dos brazos y sus manos, en su aroma. Digo ella y puedo volver a un lugar.
Soy mexicana y guatemalteca, migración que diga lo que quiera. No puedo ir a México porque no tengo visa (no es broma, porque entre otras cosas se necesita tarjeta de crédito para conseguirla) así que con una muerte vinieron otras, las de los cambios.
Guatemala.
La belleza es lo más explotado desde siempre.
Para la producción de aparatos tecnológicos se necesita materia prima que está en la tierra. Más comunidades virtuales han aparecido gracias a la tecnología mientras las comunidades de la tierra menguan. La verdad sigue siendo la misma, la tierra y el agua son lo único que importa, no hay otra riqueza.
La crudeza ha sido mi experiencia aquí y de ahí parte mi trabajo.
En 2009 entré a la Escuela de Arte de la San Carlos a estudiar teatro. Una rareza ocurrida en un período de crisis. Iba a decir que vengo de las artes plásticas pero miento, a los 4 años mi madre me metió a clases de danza clásica en la ciudad de México. Cuando tenía 7 nos mudamos a San Cristóbal de las Casas y continué con la danza hasta los 14 cuando me quedé sin maestros en esa ciudad pequeña.
Eso marcó la relación con mi cuerpo, danzaba sola por horas y me dormía en el suelo. Creo que es una forma de comunicarse con los elementos. Es una conexión que genera experiencias profundas con la mente, en el movimiento pulsa todo origen. Movimiento que es también quietud. Nos ponemos en relación con los imanes de la vida.
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La distorsión del erotismo en favor del mercado, la torcida concepción del deseo. En el cuerpo y el sexo es en donde comienza el discurso de género.
La primer y más burda división la concebimos en base al uso de la fuerza y hasta parece lógico que dentro de las primeras comunidades el hombre maltratara a la mujer por ser más fuerte. Pero dudo que el trabajo mutuo para sostener al pueblo careciera de respeto, ambos “géneros” mantenían la balanza.
Los aspectos divisorios menos evidentes vienen con el orden que se fue estableciendo para hacer más ricos a los ricos y tener un número considerable de trabajadores. Lo que ha de reducirse es la fuerza de la mayoría; es decir, la unión. Así al hombre explotado se le da un beneficio sobre la mujer explotada, al hombre moreno explotado sobre el hombre negro explotado, a la mujer blanca explotada sobre la mujer morena explotada, muchas versiones de la misma cadena con las mujeres por debajo. Con esta pequeña cuota de poder, se puede paliar el descontento de algunos de los explotados.
Detesto que toda acción que tengo en la vida sea calificada por la sociedad. No se trata ya de un asunto de fuerza porque en realidad ese es el aspecto burdo mencionado antes. Se trata de un asunto de ideología y de ridículas y repugnantes escalas sociales. A los hombres se les enseñó que a pesar de ser una masa de trabajo, tendrían el premio de ser los propietarios de cualquier tipo de economía, de los pocos medios que pudieran sostener y por supuesto del cuerpo de la mujer, del cual saldrían los herederos de su propiedad. A la mujer se le expropió de las capacidades económicas, literalmente prohibiéndolas y esto tiene una obvia relación con la prostitución como medio de independencia.
O somos madres y tenemos el apellido del esposo, o somos putas. O más: solteronas, vírgenes, cougars, histéricas, locas etc. No ocurre hacia el otro “género”. El hombre es un individuo capaz de determinada elección sin etiquetar. La historia no se detuvo y cambió en ningún momento, vivimos en ella, la herencia es que el “hombre” sea seguro, que sienta que en todo momento su opinión tiene validez.
Por esta prescripción sobre el cuerpo comía mucho en la adolescencia. Era uno de mis pequeños actos de rebeldía. Odiaba la regla de que las mujeres comemos menos, que no nos gusta comer o que sólo comemos ensaladas. Estoy hablando de una banalidad en un país con altos niveles de desnutrición pero ese estar por debajo en planos ideológicos basados en la biología, permea todo, a distintos niveles de crudeza.
En suma, las mujeres sentimos placer en tanto ese placer pueda convertirse en producto.
La superficialidad con la que ahora se revierte el discurso es ridícula, por ejemplo en un país en donde la Biblia sigue siendo y cada vez más, el libro de cabecera. Lo que dice de nosotras es indignante y con nosotras me refiero a las trans, travestís, lesbianas, gays y heteros; es el libro que propone la ley moral para la tierra, la propiedad privada, el despojo territorial fundamentado en el pecado de la mujer. Asegurar la culpa en torno al cuerpo y con esto el control.
Parece natural que en sociedades en donde se generan relaciones legitimadas de abuso, la mayoría adquiera la gratuita cuota de poder que le brindan y se comporte en función de eso. Así un esclavo se sentirá amo en un miserable sentido.
“Yo como una nube, aunque quieran de mi un cuadrado” dijo un hombre llamado Ventura, durante un taller de teatro.
Ver a los hombres como enemigos es parte del discurso establecido que rompe los lazos del tejido, es algo que genera violencia y la violencia y el sexo venden. Los hombres de mi vida han sido compañeros, maestros, amigos, hermanos, amantes.
Lo que considero enemigo de mi existencia es la ley depredadora del capital y sus consecuencias. La violencia del cuerpo y mente del hombre sobre el cuerpo y mente de la mujer y la ideología que de esto se desprende. Las narrativas como punta de flecha por donde nos alimentan de comida rápida: películas, anuncios, series, carteles, noticias, periódicos, iglesias, revistas, imágenes, imágenes, imágenes. Y es la narrativa lo que más me interesa en mi trabajo.
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Romper la lógica me parece digno. Veo el arte como una experiencia posible. La pregunta es si somos creadores de nosotros mismos, qué tanto cuestionamos nuestra forma.
Creo que la experiencia artística no se subyuga a una disciplina y eso es parte de mi cuestionamiento constante. Si me dedicara a una sola, talvez tendría mejores resultados, pero el tema es para qué busco algo resuelto. Es para decir algo en mi comunidad, para posicionarme, para tener ganancias económicas, para realizarme, o porqué y para qué hacer lo que hago.
La realidad es que el pensamiento me mueve y que busco en este medio formas de comunicar la reflexión constante del mundo y de mi interior.
Región Antes, el exilio, la muerte, el carbón, los rastros de una casa, la cama embalsamada, el olor a tierra, una nota de mi madre, qué nos llevó a dónde. Ésta es una de las piezas que más he disfrutado y que hizo eco en mi relación con el arte. Tres cuartos de una galería fueron intervenidos con materia. Una cama embalsamada en barro, el suelo cubierto también. Una inundación de ripio, el techo bajo, una montaña de carbón, la última silla de ruedas de mi madre incrustada en el negro.
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Una noche pasé rodeada de esa especie de recuerdo-construcción-destrucción. El olor, la luz, la densidad del aire, concretaron un espacio mental, es la mente y el espacio parecido a la libertad que de ella se desprende lo que valoro más de las funciones artísticas.
Ir hacia el otro lado de la certidumbre, hacia la contradicción como fuerza. La relación de mi con el mundo, en este momento, cruda.
Así las distintas técnicas serán confrontadas con la crudeza, la suciedad, la desesperación. ¿Cómo levantar los cimientos de algo sin pensar en su inmediata destrucción?, no elevamos edificios para que sean bombardeados sino todo lo contrario, como una muestra de nuestro estar.
La clásica suposición del ser pelea con la muerte y la muerte es lo único que viene delante. Las narrativas reproducidas por los medios fuerzan a la vida a defenderse de sí misma. De nueva cuenta las mujeres paliamos el desagrado de la impermanencia con una aparente y eterna juventud, maquillada de tintes, cremas, lógicas discursivas que nos llevan a pensar que nuestro cuerpo es lo único valioso, al tiempo que es lo único explotado.
Como todo movimiento que emerge, telúrico, el movimiento de la mujer por hacernos del espacio “libre” de dominio, ha sido cooptado por el sistema y este lo publicita de forma banal, superficial y simplista, como una guerra de géneros; “la idea de género es lo único que produce el género” dice Judith Butler.
Mi trabajo aborda de distintas maneras la reflexión como mujer en la sociedad, porque se me ha colocado ahí, con una etiqueta que merece ser deconstruida, que responde a la historia y sus secuelas, al porqué y cómo recibo ese lugar, que fluctúa entre mi concepción de la realidad y lo que se impone.
Me dedico al arte desde que tengo memoria. Es como vivir con mayor responsabilidad el mismo juego. De niña escribía cuentos, leía, montaba números de danza, obras de teatro, dibujaba viñetas, inventaba historias, escribía poemas, pintaba. Creo que los sentidos que me guían son el oído y el olfato. Me encanta oler, porque me gusta degustar, me encanta escuchar porque genera una atmósfera.
Llegar a los sentidos es para mí más importante que llegar a la mente. Partir de ella para alcanzar lo más simple, la sensación. La sensación de un posible principio, una pulsación, el principio del miedo, de la risa incontrolable, de aquello que empuja para salir del cuadro, la no comprensión, la sola sensación. Y esa sensación será partícipe de la reflexión, en tanto despertemos aquello que conecta, en tanto se funda con la mente sin tensar los cables, sin calificar, sin etiquetar, parecido a la memoria y lo que produce.
Un pueblo sin arte y sin memoria es un pueblo esclavo, porque la historia no la escriben los de abajo. El presente da sentido.
El intento como relato, la muestra del experimento, salir para mostrar. Estoy rodeada de maestros que resuelven el enigma de una obra. Por suerte no hay que conocerlos para conocer su estética; es decir, la expresión de su pensamiento profundo. Este llega a través de letras, hojas, libros, películas, videos… En un país como Guatemala sigue siendo difícil acceder, pero existen. La pregunta es, ¿porqué sigue siendo difícil?
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Y de vuelta el círculo toma forma; la explotación y la represión en su versión new age. Les dejamos el güaro, el facebook y la cantina para que se junten. Lean la versión de bolsillo del nuevo testamento si prefieren otra cosa o paseen en los “malls”. He ahí, la plataforma cultural.
Siendo Guatemala un país pobre, tiene la tasa de interés más alta para los libros. Las películas que llegan nos muestran al hombre blanco salvando al mundo acompañado de una mujer modelo, por nuevas políticas siempre hay un personaje negro, a veces funge de presidente.
¿Cuál es nuestro papel en esto?, a veces, comérnoslo rodeados de pollo y hamburguesas, a veces sembrar y cosechar, revertir la “lógica” de lo que consumimos.
Creo que los artistas en Guatemala y en muchas partes del mundo, somos valientes y tenemos una convicción inamovible para lo que hacemos dadas las circunstancias que nos rodean. Para muestra el botón de la guerra y la persecución que sufrió el arte, entre otras cosas que fueron destruidas.
Destruidas para renacer.
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