¿Qué es lo inadecuado en este asunto? ¿Que las personas se rebelen contra normas sociales relativas a la falsa modestia? ¿Que son jóvenes y que quien esto escribe ya está robando oxígeno y que piensa a-dónde-iremos-a-parar? ¿O es que agradecerse a sí mismo o agradecer a alguien son más o menos equivalentes a la diferencia entre las prácticas onanistas y tener relaciones sexuales con otra persona? Y conste que con lo primero no es que salgan pelos en la mano, se produzca neurastenia o algo parecido a lo que se decía antiguamente en relación al tema. Dicho de otra forma, no es pura moralina o mojigatería.
Primeramente, ¿de qué va el agradecimiento? Tanto desde una perspectiva pragmática como fenomenológica, el agradecimiento implica algunos elementos básicos: un hablante/sujeto agradecido, un destinatario/sujeto del agradecimiento y un objeto de agradecimiento o de gratitud. Se agradece lo que se recibe. El agradecimiento reconoce lo que recibimos, lo que viene de afuera, de alguien que nos da. Por allí viene la etimología.
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También puede tener diversos grados. Es posible, por ejemplo, dar gracias a Dios o a la deidad de elección —porque existes tú, que eres un ser maravilloso, que me colmas y complementas—. Dar, como dice la canción que hemos escuchado de la voz de Mercedes Sosa: «gracias a la vida, que me ha dado tanto». O también es posible agradecerle a alguien que pregunte por nuestra salud. No tiene que ser un agradecimiento trascendental, sino que puede ser una convención social que ayude a aceitar la vida cotidiana.
En todo caso, agradecerse a sí mismo es también algo parecido a darse un abrazo a sí mismo. Como se puede ver, es posible hacerlo (allí están las personas que se agradecen). Merced a la reflexividad, es posible; sin embargo, tanto en el caso del agradecimiento como del abrazo, hay algo que falta. Creo que es ese reconocimiento del don, del otro, de algo que no soy yo. De la incompletitud, de la vulnerabilidad que también nos constituye.
Mientras que agradecerse a sí mismo tiene mucho de narciso[1], lo cual, por lo que se ve, es lo que se lleva actualmente. Es uno de esos signos de los tiempos. Sobre todo si se piensa que un acto como la graduación implica el reconocimiento a quien se gradúa y que está en el centro de la atención. Esto hace que este autoagradecerse resulte un poco redundante.
Otra cosa es reconocer las dificultades o penas llevadas. También dar las gracias a los seres queridos por lo que les implica: los apoyos y también sus esfuerzos. Convenciones o no, apuntan a lazos afectivos y sociales, a dones.
Pero agradecerse, parece un poco fuera de lugar.
[1] El narcisismo es parte de la experiencia humana. Nos viene de ‘paquete’. Pero no hay que abusar.
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