En Guatemala se celebró con una ceremonia maya realizada en la Plaza de la Constitución. Además fue izada en el Palacio Nacional la bandera de los pueblos originarios, que muestra los cuatro colores que representan a cada punto cardinal en la cosmovisión maya (blanco, negro, rojo y amarillo) con la imagen del nahual de la sabiduría, Noj, al centro. No fue la primera vez que esto sucedía.
La bandera de los pueblos originarios ya había ondeado en edificios oficiales durante el gobierno de Álvaro Colom. Y luego, en un acto ignominioso, una de las primeras decisiones del autoritario y corrupto gobierno del general Otto Pérez Molina fue hacerla retirar de los edificios oficiales, para regocijo de las personas de mentalidad retrógrada y colonialista, que no podían tolerar que un símbolo de los pueblos indígenas de Guatemala ondeara junto a la bandera criolla. Bandera impuesta junto a los otros símbolos llamados patrios en el largo (y bastante infructuoso) intento por construir algo que se pueda considerar una identidad nacional, en un país que le niega los derechos y servicios más básicos a un alto porcentaje de sus ciudadanos.
Como parte de las celebraciones del viernes pasado, el presidente Bernardo Arévalo estuvo presente en la ceremonia Maya, y ello no solo como representante de la unidad nacional, sino también porque su gobierno se debe en buena medida precisamente a los pueblos originarios de Guatemala. No debe olvidarse nunca que, luego de la primera vuelta electoral el año pasado, cuando Semilla sorpresivamente obtuvo el segundo lugar, las fuerzas más oscuras del país iniciaron de inmediato un complot para evitar que se cumpliera el ciclo electoral y se concretara la transición democrática. Utilizaron para ello todo tipo de herramientas, siendo la más notable la persecución judicial emprendida por el Ministerio Público dirigido por Consuelo Porras.
Lo que le permitió a Arévalo disputarle la presidencia a Sandra Torres fue la resistencia organizada en todo el territorio nacional por los diferentes pueblos originarios de Guatemala. Además, permitieron que se llevara a cabo la segunda vuelta, y de hecho que Arévalo, su vicepresidenta electa Karin Herrera y todos los diputados electos al Congreso de la República lograran asumir sus cargos el 14 de enero, en una jornada que se atrasó más de 12 horas, hasta prácticamente el filo de la madrugada del día 15. Todo esto debido a las postreras dentelladas y pataletas del pacto de corruptos, quienes se negaban a aceptar su derrota y a entregarle el poder a un gobierno que no controlaran en su totalidad.
En ese contexto, un día después de la celebración, el sábado 10 de agosto, se presentó por primera vez el documental Las varas de la dignidad, producido por la Asociación Comunicarte y proyectado en el Salón de las Banderas del Palacio Nacional de la Cultura, para luego inaugurarse la muestra fotográfica 106 días por la democracia, 500 años de resistencia en el Patio de la Paz de dicho edificio monumental. Todo lo anterior con el apoyo del colectivo Otra Guatemala Ya y otras instituciones de la sociedad civil.
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Tanto el documental como la muestra presentan imágenes y entrevistas realizadas in situ con actores destacados de las jornadas cívicas de resistencia del año pasado, como el entonces presidente de los 48 cantones de Totonicapán, Luis Pacheco, la alcaldesa indígena de Santa Lucía Utatlán, Sololá, Luz Emilia Uluario y el alcalde indígena de Sacapulas, Quiché, Miguel Pajarito, entre otros muchos actores destacados de esos meses de tensión y esperanza. Todos ellos dieron su testimonio de la manera en que se organizaron para defender el voto ciudadano y la frágil democracia del país, aun sabiendo que dichos mecanismos pertenecen a instituciones democráticas que a lo largo de la historia los han marginado y condenado al abandono y al olvido, lo que hace aún más heroica y notable su resistencia.
En conjunto, los pueblos maya, garífuna y xinka, junto con amplios sectores de la sociedad ladina/mestiza realizaron bloqueos, paros y manifestaciones, no solo desde la rabia y la rebeldía, sino con un espíritu festivo y de alegría cívica, como queda ampliamente registrado en el valioso documento audiovisual elaborado por la asociación Comunicarte.
De ahí que sea lógico que el gobierno presidido por Bernardo Arévalo le dé un lugar de especial importancia a los pueblos indígenas de Guatemala y a sus autoridades, lo cual lo honra como un mandatario agradecido y con memoria. Sin embargo, el reconocimiento de los pueblos originarios debe ir más allá de exposiciones y ceremonias. Los pueblos indígenas de Guatemala siguen padeciendo graves rezagos en temas prioritarios de servicios sociales básicos como salud y educación, además de acceso a empleo y salarios dignos, según informes del Grupo de Trabajo Internacional para Asuntos Indígenas (IGWIA, por sus siglas en inglés, pueden ver el informe aquí). Claro, esta materia pendiente del Estado de Guatemala es una vergüenza que no nos debería dejar descansar tranquilos a los ciudadanos de este país.
Por ello es fundamental que el gobierno siga con su cruzada contra la corrupción y en pro del buen gasto presupuestario para garantizar servicios básicos, empleo e ingresos dignos a todos los guatemaltecos, pero poniendo especial énfasis en los habitantes originarios de estas tierras, en las que además este año se cumplen 500 años de la violenta invasión europea que los relegó durante siglos a la condición de siervos de la gleba, período del que provienen su retraso socioeconómico respecto al resto de la población, y su situación de pobreza. Este esfuerzo por mejorar sus condiciones de vida debe hacerse, no desde una perspectiva paternalista, sino escuchando sus voces y atendiendo a lo que para ellos es prioritario, que bien saben ellos mismos lo que necesitan. Resolver las desigualdades que sufren los pueblos indígenas de Guatemala, y honrar sus conocimientos y saberes ancestrales, es la mejor manera de celebrar su existencia, que enriquece profundamente este joven país con sus formas de organización, sus costumbres y su sabiduría. Hagamos votos porque así sea, y muy pronto.
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