Son más de 300 millones de quetzales con toda certeza. Las autoridades creen que podrían llegar a ser hasta Q800 millones conforme avanza la investigación, casi un millardo de quetzales. Piense un momento lo que esa cifra representa. La cantidad de kilómetros de carreteras asfaltadas, de hospitales equipados, de policías bien entrenados, de escuelas nuevas construidas. Piense en el nivel de remozamiento y las mejoras que podrían hacerse al Aeropuerto Internacional la Aurora con esa cantidad de dinero. Hasta podría construirse un aeropuerto internacional nuevo en algún otro departamento con esa cantidad de dinero.
Dinero de mis impuestos, y de los suyos, que jamás llegó a su destino porque fue desviado por la voracidad insaciable de gente que, por costumbre y por hábito, llegaba al Estado a servirse de él, y con la cuchara grande. He ahí la razón por la que el país prácticamente no funciona. El dinero destinado a su funcionamiento es robado descaradamente por altos funcionarios que no tienen el menor interés en cumplir con su deber, y mucho menos en el bienestar de los guatemaltecos. Su única preocupación es saciar una ambición insaciable. ¿A quién le va a extrañar que el país no funcione, si el dinero con el que tiene que desarrollarse ha sido tomado como botín de guerra desde hace por lo menos tres administraciones presidenciales?
Es desconcertante, por decir lo menos, la cantidad de gente que no toma en cuenta esta realidad y pretende que el señor Guagua ponga al país casi a la cabeza del mundo desarrollado durante su primer semestre de gobierno. Para la mayoría de personas es difícil dimensionar siquiera la cantidad de dinero que ha sido descaradamente robada del erario, la magnitud del saqueo, el daño que se le ha infligido a la estructura misma del Estado. Pretenden ingenuamente que todo puede ser reparado de la noche a la mañana. Es como si uno llegara a un terreno donde se debe construir una edificación alta y moderna, y lo que se encuentra es un agujero, un pozo aparentemente sin fondo. Lo primero que se debe hacer para iniciar la construcción es rellenar el pozo, consolidar el terreno y empezar a construir cimientos firmes. Solo cuando estos primeros pasos se han dado se puede arrancar con la construcción del edificio, solo entonces pueden empezar a elevarse los niveles, uno tras otro, hacia el cielo.
[frasepzp1]
El actual gobierno se encontró este pozo profundo, como si de una entrada al inframundo se tratara, y se ha dedicado a rellenarlo a contrarreloj, a fin de poder acometer luego la edificación de las estructuras estatales que tanto echamos en falta los guatemaltecos. Pero no es una tarea fácil y no es algo que se pueda realizar de un momento a otro. El destape de esta compleja estructura de robo descarado es precisamente uno de los primeros pasos que deben tomarse para el saneamiento del Estado, sacando a luz los mecanismos perversos utilizados para llenar los bolsillos (más bien las cajas fuertes, caletas y cavernas privadas) de ciudadanos enfermos de ambición que no podían ver al Estado como otra cosa que su autopista directa al mundo de los multimillonarios.
Por supuesto, el destape de este pantano de corrupción plantea cuestiones peliagudas. Principalmente, ¿será capaz el Ministerio Público de Consuelo Porras de actuar sobre la base de las pruebas presentadas por la SAT para llegar al fondo de estas estructuras criminales y encarcelar a los culpables? Es realmente dudoso, puesto que todo apunta a que los hilos de la trama conducen a altos funcionarios de la administración de Alejandro Giammattei, incluyendo a Miguel Martínez (que en realidad solo fue funcionario durante un breve tiempo, cuando el expresidente le inventó el hasta entonces inexistente «Centro de Gobierno» para que él pudiera controlar desde ahí prácticamente todo el Estado para su beneficio, aunque luego lo siguió haciendo ya sin pretender ostentar ningún cargo público). Además, es vox pópuli que Porras no tiene ninguna intención de perturbar el tranquilo retiro del anterior mandatario de Guatemala ni de su círculo cercano. Eso sí, el MP es raudo y veloz para acusar y encarcelar a la exdiputada Ligia Hernández por haber contribuido financieramente a la formación del partido Semilla, algo que en ningún país democrático puede considerarse un delito. Pero en la Guatemala de hoy no se puede esperar gran cosa de la gestión actual del MP, puesta en su sitio por Jimmy Morales y refrendada por Giammattei para proteger los intereses de la corrupción y defender el statu quo.
Por otro lado, de lograrse arrestos de importancia en este caso, sería de rigor exigir que el dinero desfalcado al Estado de Guatemala fuera devuelto de los paraísos fiscales donde fue desviado por los delincuentes de cuello blanco, entre los que se encuentran entidades financieras de Belice, según se desprende también de las investigaciones. Dada la habilidad diplomática del presidente Arévalo, sería de esperarse que se realicen gestiones en el vecino país, y en otros que aparezcan implicados en la trama, a fin de conseguir que el dinero robado a los guatemaltecos nos sea devuelto para ser finalmente utilizado en aquellos bienes y servicios públicos para los que estaba originalmente destinado.
Pero ante todo, es importante que los guatemaltecos tomemos consciencia de la magnitud del crimen cometido por estos antisociales que jugaron a la politiquería de quinto mundo, cuando no eran más que vulgares delincuentes. Y que esa toma de conciencia se traduzca en un apoyo aún más férreo al gobierno actual y a las medidas que está tomando, en vez de asumir actitudes berrinchudas exigiendo resultados instantáneos cuando el país es poco menos que un barco que se hunde, debido a los incontables agujeros abiertos en su casco por las alimañas que ocuparon anteriormente cargos públicos. Y el gobierno, en sus esfuerzos heroicos por achicar el agua y evitar el naufragio, debe contar con todo el apoyo de los ciudadanos que son pasajeros en el mismo barco, en vez de recibir exigencias y ataques ingratos e injustificados.
Más de este autor