La ciudadanía, varios países del mundo y organismos internacionales están preocupados por el cambio de gobierno el próximo 14 de enero. También lo están quienes piensan que el país es una buena plaza para invertir y hacer negocios.
Las verdaderas motivaciones y preocupaciones externas son difíciles de precisar para nosotros, simples espectadores, gente de la grada si se tratara de algún partido de futbol.
Lo que preocupa a los Estados Unidos puede ser totalmente distinto de lo que preocupa a Honduras, a México o a Microsoft, si se permite el ejemplo. Las preocupaciones de ellos no son las mismas que las de los ciudadanos, aunque se parezcan en el discurso público. Y las diferencias son más profundas si hablamos de intereses de fondo.
Veamos un ejemplo: recuerdo vívidamente que durante las reuniones especiales de la Organización de los Estados Americanos (OEA) sobre Guatemala, el embajador del Perú dijo más o menos, mientras los guatemaltecos demócratas estábamos al borde de la autocombustión, que él (o sea…, vaya garantía fiduciaria…) creía firmemente en el espíritu democrático del pueblo y gobierno de Guatemala y que lo mejor era abandonar el tema y dejarnos resolver a nuestro modo.
Por supuesto que no se trataba de fe ciega en la democracia. En ese caso (y en el de países con gobiernos de tendencia autocrática) la posición tiene que ver con su propio deseo de que la comunidad internacional los deje andar a su propio aire. Así hay que leer las abstenciones y oposiciones hacia la aplicación de la llamada Carta Democrática continental.
Quizá ahora se entienda mejor que cada actor tiene una posición pública y una motivación íntima. En negociación eso se llama posiciones e intereses. Las mejores negociaciones se alcanzan cuando se consigue exponer y discutir los intereses y meter al clóset las posiciones.
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Como ya sabemos que cada participante tiene sus intereses y operará desde grupos que comparten posiciones, es importante preguntarnos qué hizo que la mayoría de la tripulación en este lío histórico se haya decantado por apoyar el cumplimiento de la voluntad popular en vez de la opción más fácil y aconsejable (no se ría, don Maquiavelo): seguir trabajando con los diablos socios ya conocidos. ¿Tan malos son? Obviamente, sí. Han sido muy buenos, pero solo entre ellos mismos (los pactos político-oligarco-narco-econodepredadores).
Poco a poco veremos cómo todos se reacomodan. Hay que admitir que se trata de una apuesta alta y difícil, porque si el gobierno de Arévalo no resiste (es razonable prever fracturas internas en el partido y el gabinete, ruptura o desencanto de los sectores hoy afines que quieren demasiados cambios en demasiado poco tiempo, fracaso en la construcción de un muro de contención al poder real y arremetidas 24/7 de sus enemigos políticos, para mencionar algunos…) entonces todo habrá sido en vano.
Lo anterior nos hace revisitar el punto sobre qué tan malo era seguir por el camino que traíamos. La respuesta es que muy malo, al punto de obligar a muchos a tomar todos los riesgos mencionados en el párrafo anterior.
¿Cómo llegamos a las vísperas de un gobierno electo por la voluntad popular? Porque Guatemala cambió. La gente se quitó el camuflaje de indiferencia o neutralidad y alzó la voz por el cambio, por el combate a la corrupción, por la defensa de la democracia, aunque se vea tan sospechosa. Pienso en kintsugi, el arte de pegar las piezas de rotos utensilios de cerámica.
No es necesario que todas las personas reconozcan el valor del aporte de los grupos organizados de los pueblos originarios que tomaron protagonismo en la lucha. Basta con que ellos se sientan valiosos e importantes, orgullosos de su esfuerzo y del resultado final. Ese sentimiento no se los quitará nadie y será un aglomerante en los años por venir. El acercamiento con la multiculturalidad capitalina también es fundamental. Igual sucede con los jóvenes: vieron que su voto pesa, que vale y que puede provocar cambios.
Estas cosas hay que conversarlas en familia y entre amigos. Hay que escribirlas, profundizarlas. Mi hipótesis es que Guatemala cambió y que solo de nosotros depende que siga cambiando. Esto es independiente de Semilla.
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