Al ritmo de Wet Leg, con Chaise Lounge (2022), empiezo estas líneas buscando una forma para introducir una preocupación superflua: a qué suena una banda Post punk en un mundo posterior a la pandemia, con dos frentes abiertos en Gaza y Ucrania y con una restauración conservadora en puertas, especialmente después de los resultados del Supermartes.
Y la respuesta es: suena irreverente. Esencial y gratificantemente irreverente, pero también muy alegre.
Wet Leg ocupó en 2022 y 2023 espacios en The New York Times, El País y Rolling Stone que básicamente celebraban el sarcástico contenido de las líricas de doble sentido, que se acompañan de una guitarra, batería y voces, a las que les sobra la autenticidad y que fueron compuestas durante el confinamiento.
De la nada, figuras como Elton John y Dave Grohl hablaban de Chaise Lounge. Y una banda, que apenas había tocado con anterioridad, se encontraba en la cumbre de la escena de esta industria, saliendo de gira con Garbage y los Foo Fighters. En 2023, Wet Leg ganó dos premios Grammy: al Mejor álbum de música alternativa y la Mejor interpretación de música alternativa.
Las integrantes de la banda, Rhian Teasdale y Hester Chambers, nacidas en la isla de Wight, totalmente por fuera de la escena musical de Londres, son figuras atípicas para este medio: gente sencilla, haciendo música para divertirse y que, de paso, dejan algunos mensajes que hablan de algunos principios éticos, en las palabras de Teasdale para The New York Times: «Gran parte de Internet está saturado de imágenes que te hacen sentir que no eres suficiente o que no tienes suficiente». »No quiero estar en una banda que haga que la gente, especialmente las chicas jóvenes, se sientan mal consigo mismas».
Juan Sebastian Lozano, en una columna publicada en El Universal, denomina a esta banda como las riot girls de la isla de Wight. En Wet Leg se puede avizorar el legado de bandas consagradas como las Sleater Kenney (la interpretación de Say it like you meant it, en el Corona Capital del año pasado todavía me genera nostalgia y alegría por dosis iguales).
Al terminar con estas líneas estoy escuchando a Sprint, una banda irlandesa incluida en las recomendaciones de El País para el mes de febrero de 2024. Su álbum debut Letters to self, lanzado en este mismo año, refleja un estilo visceral, que nuevamente brinda esperanzas y señales sobre la vigencia del post punk, como un canal para expresar las frustraciones y alegrías. Heavy, el primer sencillo del disco, me acompaña mientras cierro estas líneas: «I wanna say this fast, I gonna do this quick», dicen, al mismo tiempo que empiezo el repliegue estratégico de quien mañana debe conducir a la escuela, el colegio y el trabajo.
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