Algunos antecedentes
Algunos antecedentes
Este recorrido por las tomas de posesión presidenciales será, concretamente, sobre la época en que ha estado vigente la actual Constitución Política de la República de Guatemala, promulgada en 1985. Sin embargo, hay antecedentes de otras épocas que pueden ilustrar la curiosidad y revelar cómo han cambiado las formas de expresar el poder en el país.
Para eso, nos enfocaremos en algunos épocas y personajes representativos del pasado. Aunque se podría expandir la lista, la trascendencia histórica de estas figuras y de sus tiempos sirven para dar una buena idea según los propósitos de este ensayo.
Rafael Carrera tomó posesión como Jefe de Estado el 14 de diciembre de 1844. Lo hizo en el salón donde sesionaba el Congreso Constituyente que lo eligió para el cargo tras la renuncia de Mariano Rivera Paz. Luego se dirigieron al palacio de gobierno, donde su predecesor le entregó formalmente el despacho y presentó a Carrera ante el cuerpo diplomático.
El 21 de marzo de 1847 se convirtió en el primer Presidente de la República, tras proclamar a Guatemala como república independiente, dejando de ser Estado miembro de la Federación centroamericana. La proclamación de la República se festejó con fuegos pirotécnicos e iluminación de la ciudad, un tedeum en la Catedral, un banquete en el palacio para los dignatarios, comida para las tropas en los corredores del palacio y para el pueblo en el ayuntamiento[i].
Carrera renunció en 1848 y volvió al poder en 1851, cuando la Asamblea lo eligió para el periodo que iniciaría el 1 de enero siguiente. Sin embargo, la popularidad y el carisma del caudillo eran tales que su toma de posesión se adelantó al 6 de noviembre de 1851, después de una gala pública en celebración de su cumpleaños, el 24 de octubre.
El 23 de mayo de 1854, un cabildo abierto en la capital se sumó a las peticiones que venían desde el interior para proclamar a Carrera como presidente vitalicio. La sesión estuvo acompañada de festividades, cohetes y pirotecnia, finalizando con un tedeum de acción de gracias en la Catedral. El 21 de octubre se proclamó oficialmente la presidencia vitalicia[ii], acto que el 25 de noviembre fue, de nuevo, «celebrado con repiques de campanas, cohetes, salvas de artillería y en la catedral se ofició un tedeum»[iii].
Aunque en retrospectiva quizá sorprenda –por el carácter anticlerical que tendrían los gobiernos liberales–, también hubo un tedeum de acción de gracias en la Catedral el 30 de junio de 1871, cuando las tropas de la llamada Revolución Liberal entraron triunfantes a la capital. A este asistió su líder Miguel García Granados[iv].
Su sucesor, Justo Rufino Barrios, tomó posesión de la presidencia el 4 de junio de 1873, mucho antes de que estuviera en vigor la Constitución de 1879. Cuando la Asamblea Constituyente le comunicó que había ganado las elecciones, le solicitó señalar fecha para tomar posesión del cargo. Barrios contestó que estaba muy ocupado luchando contra rebeldes. La Asamblea acordó entrar en receso y esperar a que Barrios la citara[v]. La ceremonia formulada por la Asamblea preveía que Barrios jurara su cargo arrodillado ante un crucifijo, con la mano derecha sobre los Evangelios. Barrios respondió indicando que asumiría el cargo «no bajo el juramento sino bajo mi palabra de honor, como militar que soi», a lo que la Asamblea accedió[vi].
Los herederos de las dictaduras liberales gobernaron en las siguientes décadas, salvo el breve ensayo de reformas democráticas tras la caída de Manuel Estrada Cabrera.
La Constitución liberal de 1879 llega a su fin tras la Revolución de 1944, que origina la Constitución de 1945. Bajo su vigencia, Juan José Arévalo tomó posesión en la sede del Congreso, como era costumbre para entonces. Jacobo Árbenz introdujo la novedad de tomar posesión en el recién inaugurado Estadio Nacional de la Revolución (hoy Doroteo Guamuch Flores). Desde que Carlos Castillo Armas fue juramentado por la Asamblea Constituyente reunida tras el derrocamiento de Árbenz en 1954, el hemiciclo parlamentario volvió a ser el escenario habitual de la investidura presidencial.
Estas anécdotas ilustran algunas características importantes que perduran hasta hoy. Tomar posesión ante las asambleas (constituyentes o legislativas) transmite la idea que el poder proviene del pueblo, manifestado en sus representantes. La presentación del recién investido ante el cuerpo diplomático, la recepción de delegaciones internacionales por el mandatario saliente y el entrante, significan el reconocimiento por la comunidad internacional de la continuidad del orden político guatemalteco, y la intención del país de mantener buenas relaciones como miembro de ese «concierto de naciones». También ilustran otros aspectos, más de carácter histórico, que ayudan a entender el significado del orden político que la Constitución de 1985 busca instaurar.
En el siglo XIX, las luchas entre conservadores y liberales dieron paso a un ejercicio personalista del poder, centrado en caudillos que podían imponer su voluntad con la anuencia de representaciones populares meramente simbólicas o decorativas. Los dos referentes de cada facción ejercieron la jefatura o presidencia, por algún tiempo, sin una Constitución vigente. Los continuadores del liberalismo no llegarían a proclamarse presidentes vitalicios, pero extendían sus mandatos a través de reformas constitucionales y elecciones amañadas, guardando las formas y apariencias jurídicas y democráticas.
En el siglo XX, la revolución de 1944 quiso romper con ese pasado, buscando apoyo directamente en el pueblo, a través, por ejemplo, de la ampliación del derecho a votar. Tomar posesión en aquel estadio recién construido tenía una carga simbólica: mostrar lo edificado por la revolución, convocando al pueblo a ser parte de su continuación.
El rompimiento del orden constitucional de 1945 fue consecuencia, entre varios factores, de la polarización ideológica surgida durante la década revolucionaria y en el contexto de la guerra fría, ante políticas del gobierno de Árbenz como la reforma agraria. A su vez, puso en marcha procesos que llevarían al enfrentamiento armado interno que desgarró nuestro país durante más de treinta años.
El desgaste del modelo constitucional instaurado en 1965 –motivado, en parte, por el control oficial sobre el sistema electoral– llevó a plantear un nuevo cambio de Constitución, buscando darle legitimidad a través de la elección de una Asamblea Nacional Constituyente con amplia participación. De ahí surge la Constitución de 1985, que da un enfoque particular a los derechos humanos, al derecho internacional y a los mecanismos de garantía constitucional. Una Constitución que fue objeto de una histórica defensa, revalorización y resignificación en la segunda mitad de 2023.
Es en el marco de esa Constitución que se desarrolla el ceremonial de transmisión de mando, que esperamos presenciar nuevamente el 14 de enero de 2024. Como esa Constitución que representa, el ceremonial cívico pretende transmitir la legitimidad del poder republicano y democrático, enraizado en la soberanía popular y al servicio de los valores constitucionales. Hace unos meses, cuando nos disponíamos a vivir un nuevo proceso electoral, poco imaginábamos que esos conceptos, tan abstractos y etéreos, se volverían muy cotidianos y vivos para la ciudadanía guatemalteca contemporánea.
[i] Cfr. Woodward Jr., Ralph Lee, Rafael Carrera and the Emergence of the Republic of Guatemala, 1821-1871, The University of Georgia Press, 2008, p. 174-175, 187.
[ii] Cfr. Woodward, Ob. Cit., p. 268-269, 274, 277.
[iii] Jiménez, Ernesto Bienvenido, Ellos, los presidentes, Editorial José de Pineda Ibarra, 1981, p. 123.
[iv] Cfr. Lara F., Celso A., ‘Justo Rufino Barrios y su ascenso al poder político’, Estudios No. 5, Universidad de San Carlos de Guatemala, 1972, p. 17.
[v] Cfr. Lara F., Ob. Cit., p. 33.
[vi] Cfr. Lara F., Ob. Cit., p. 18-19.
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