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La bandera: un llamado a la ciudadanía activa

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Ensayo
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La bandera: un llamado a la ciudadanía activa

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Una vez el Congreso se encuentra constituido en el lugar donde se hará la transmisión de mando, ingresan a él los presidentes y vicepresidentes entrantes y salientes. Después, al sonido de La Granadera, con honores y escolta, ingresa la Bandera Nacional.

La bandera y el escudo se regulan en el Decreto No. 104-97, Ley Normativa de la Bandera Nacional y del Escudo de Armas. Según esta ley, «El único nombre que le corresponde [a la bandera] con o sin escudo, es Bandera, por lo que se debe omitir cualquier otro sustantivo para denominarla». Por tanto, ya no es apropiado llamarle «pabellón», como antes se acostumbraba para indicar que llevaba el escudo. Después de cobrar vigencia el Decreto 104-97, incluso algunas fuentes oficiales siguieron incumpliendo esa norma. En años más recientes se ha ido corrigiendo, aunque ocasionalmente aún se emplea la denominación incorrecta[i].

La ley establece los colores de la bandera como azul ISCC-NBS 177 y blanco ISCC-NBS 263, según el código de la Sociedad Internacional del Color (Artículo 2). Estos se originan en el Acuerdo Gubernativo de 12 de septiembre de 1968, emitido en Consejo de Ministros por el presidente Julio César Méndez Montenegro. El Decreto 104-97 elevó al rango de ley, con algunos cambios, las prescripciones de ese Acuerdo.

El Acuerdo de 1968 tuvo como antecedente el trabajo de una comisión, nombrada por el Ejecutivo, para determinar el diseño del escudo y de la bandera con base en los decretos históricos de su creación. El informe de la comisión, al explicar su «filosofía en relación con la Bandera Nacional»”, afirmó:

No es suficiente desear la libertad, ni saber cómo se logró antaño. Para preservarla, debemos luchar por ella y merecerla. (…) La bandera debe ser para cada uno de nosotros un constante incentivo de ciudadanía alerta y responsable[ii].

Según el Decreto 104-97, los colores de la bandera representan pureza, paz, integridad, firmeza y luz (el blanco); fortaleza, justicia, verdad y lealtad (el azul) (Artículo 3). La bandera con escudo evoca la libertad, especialmente, a través del lugar principal que ocupa el quetzal, «símbolo supremo de libertad» según el Artículo 3. También mediante el pergamino con la fecha de la independencia. Por otro lado, aunque el Decreto no lo indica expresamente como parte del simbolismo, las armas (rifles y espadas) y laureles del escudo evocan el triunfo de la Revolución Liberal de 1871.

De hecho, en una moneda de 1889 burilada por Juan Bautista Frener, la espada de la izquierda lleva grabado «J.R. Barrios» y la derecha «M. García Granados»[iii].

Hay, pues, una cierta narrativa histórica implícita en estos símbolos patrios: una que presenta la Revolución de 1871 en continuidad con la Independencia de 1821. En su momento, la Revolución de Octubre de 1944 se presentó a sí misma –y a la Reforma Agraria– como continuación y culmen de las reformas revolucionarias iniciadas en 1871, enfatizando el carácter militar de Rufino Barrios y de Jacobo Árbenz[iv].

Hoy, estos eventos históricos –la Independencia, la Revolución Liberal, la Revolución de Octubre–, y aquellos a los que narrativamente se contraponen –la época colonial, el periodo conservador, la Liberación– son objeto de diversas interpretaciones, debates y cuestionamientos, de percepciones en constante evolución y disputa. Lo propio sucede con eventos más recientes como el enfrentamiento armado interno, la transición democrática y la realidad contemporánea, o con la idea misma de libertad.

Acaso, recogiendo la filosofía de quienes propusieron la reglamentación sobre la bandera, todo esto pueda recapitularse en un ejercicio de la ciudadanía alerta y responsable, activa, crítica, inteligente y emotiva. Ya el solo hecho de discutir sobre nuestra historia y nuestro presente es, en sí mismo, una forma de asumir nuestra realidad y aspirar a cambiarla.

Como afirmaba en su filosofía la Comisión del ‘68:

La bandera es la representación de nosotros, como símbolo de todo lo que significa y pertenece a cada guatemalteco. (…) La bandera encierra en sí el conjunto, no de sentimientos, pero sí de historia. Representa las experiencias de los ciudadanos que viven bajo dicha bandera. (…) debe verse con orgullo basado en una comprensión razonada de los grandes propósitos nacionales que proclama. (…) La bandera somos nosotros: es Guatemala[v].

El ingreso con honores de la Bandera Nacional podría, entonces, interpretarse como un llamado a toda la población a ser parte activa de la vida nacional. A la vez, como un recordatorio para todos los funcionarios públicos de que se deben al pueblo, al interés público, al bien común, al cual debe corresponder el máximo protagonismo en un sistema democrático y republicano.

 

[i] Cfr. Congreso de la República, Diario de Sesiones, 14 de enero de 2020, p. 65; 14 de enero de 2008, p. 2, 46, 47, 49, 67; 14 de enero de 2004, p. 2, 6, 64, 71, 73, 74, 94; 14 de enero de 2000, p. 1, 2, 5, 6, 7, 68, 69, 70, 96.

[ii] Anales de la Sociedad de Geografía e Historia, Año XLI, Tomo XLI, Nos. 2 al 4, abril a diciembre de 1968, p. 284.

[iii] Cfr. Ibid., p. 264, 265, 285, 325.

[iv] Cfr. Diario de Centro América, 28 de junio de 1952, p. 3.

[v] Cfr. Anales de la Sociedad de Geografía e Historia, Año XLI, Tomo XLI, Nos. 2 al 4, abril a diciembre de 1968, p. 284-285.

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