La Dirección del Deporte y la Recreación anunció emocionada que 35 kaibiles iban a custodiar el parque Erick Barrondo para reforzar la seguridad. Pienso en una película de Schwarzenegger que vi hace poco en la que el gobernator era el jefe de un grupo especial de las Swat gringa (esa famosa máquina organizada de matar que tienen) que estaba metida en una bronca de tráfico de drogas, estos 5 chicos de las Swat bastante expertos en la matazinga estaban preocupados porque tenían que enfrentarse contra 6 kaibiles, sí, orgullo nacional, la Swat les tenía medito. Y entonces aparecen los cuerpos de nuestros compatriotas en el fondo de un río, como una piedra silenciosa, pero enrollada la piedra en alambre de púas, y la piedra con los dedos arrancados, y desnuda la piedra, como si la piedra hubiera pasado por los kaibiles, nomás que la piedra era kaibil. Y entonces Swarzenegger y su pandilla sintieron el miedo de verdad, quién les pudo haber hecho eso a los kaibiles, quien haya sido ese ya es el Mero Mero (¿qué apodo le pondría JRZ?). Pues bueno, 35 de esos van a cuidar el parque Erick Barrondo.
Erick Barrondo, uff, qué emoción nos dio ese bróder, yo no podía parar de llorar cuando faltaban 5 minutos para que entrara a la meta, como un mantra empecé a recitar en mi cabeza "vámonos patria a caminar, yo te acompaño!" y lo repetía llorando, fantaseando conque algo del espíritu de Barrondo recordaría a Otto René Castillo, casi me pongo la bandera en la espalda, al mejor estilo de la tradición de la toalla y la suave chapina, pero todo era gozo, todo era emoción, eran los pasos de aquel joven sonriente un sueño extraño, una emoción extraña, la inédita sensación de que es posible sentirse parte de lago sin caer en nacionalismos estúpidos, sentirse identificado en la historia de este gran atleta y no por saludables sino por engasados, por hackers, por necios, qué sé yo, por estar ahí, por insistir, sin la maldita jura de la bandera, sin el himno nacional, sin el escudo y sus dos rifles cruzados, como dice Woodie Allen, cada vez que escucho a Wagner me dan ganas de invadir Polonia, pues así mismito, sin todo ese mierdero nacionalista, nomás con el corazón, con la historia de todos los días, con el ser y con el estar.
Y pues, sí, para quienes han tenido la suerte de ir a ese parque maravilloso, ese oasis en la ciudad, la verdad el parque Erick Barrondo es la onda, tiene unos bosquecitos hermosos, canchas, juegos, suficiente espacio para poder estar juntos sin tener que estar revueltos, hermoso, la verdad, y sí, los bosquecitos se prestan a controlar a los guardias para ponerse justo en el lado contrario del árbol y besarse contra la corteza, cerrar los ojos, sentir en el beso el aroma de la resina, el cuerpo tibio en el cuerpo tibio en el cuerpo antiguo del árbol, dejarse ir hasta que el señor vigilante haga sonar su gorgorito, por indecentes, porque dice en la entrada que están prohibidas esas escenas en el parque.
Pero claro está, ahora que hay 35 Kaibiles custodiando el parque, no será tan fácil, digamos ya sabemos los antecedentes del método kaibil de resolución de conflictos, y no muchas gracias. Quizá si nos encuentran besuqueándonos el Ministro de la defensa decide que mejor ya no entren mujeres al parque, pues, porque para que provocar, o quizá nos tomen fotos para luego fotoshopearlas y usarlas en nuestra contra, o quizá los oficiales o los empresarios hagan alguna donación para el parque, cámaras, trampas caza amantes, qué sé yo. Me quedo pensando que quizá Otto Pérez Molina y James Morales son el Romeo Lucas y Rios Montt de este momento de la historia, pero es demasiado jalado pensar eso, Otto Pérez y James son el kabil y títere de calcetín de este momento de la historia, el problema, claro está, es quién es el que tiene metida la mano en el calcetín, a ese, seguro, la Swat también le tendría miedito.
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