Solo que en Guatemala hay instituciones de Estado que aún funcionan, como la Corte de Constitucionalidad, por lo cual, aunque el nuevo jefe del imperio grite y patalee y los serviles funcionarios públicos, pagados por los guatemaltecos pero obedientes solo al gobernante estadounidense, digan que le hacen caso, las cosas no resultan tan fáciles.
Morales le ha obedecido al señor Trump y, revelándose contra la Corte de Constitucionalidad, ha convertido a Guatemala en la cárcel de nacionales y centroamericanos que quieren huir de sus países e intentar conseguir algún trabajo en Estados Unidos, aunque no cuenten con la más mínima cobertura legal. En nuestros países, muchos de nuestros connacionales no encuentran más opción que escapar hacia el norte, pues imaginan que allá tendrán al menos un salario más digno, necesario para sostener a sus familias.
Los migrantes centroamericanos van y vienen. Unos llegan y a otros los regresan, y así ha sido desde hace más de dos décadas. Un juego abusivo y despiadado en el que tanto los gobiernos mexicanos como las élites guatemaltecas han aunado fuerzas.
No se cuenta con estadísticas de los que en todos estos años han huido del país e intentado ingresar al despiadado e injusto mercado laboral estadounidense, mucho menos de la proporción de migrantes que han logrado el objetivo. Sí se tienen datos de los que día a día deportan desde México y Estados Unidos. Los números son alarmantes desde hace años, pero nadie, absolutamente nadie, ha hecho nada por al menos regular y hacer segura esa migración.
Solo entre 2007 y 2012 fueron deportados 391,907 guatemaltecos, de los cuales 212,975 fueron capturados en México y deportados por vía terrestre, mientras el resto, 46 %, fueron repatriados desde Estados Unidos. Durante los seis años siguientes (2013-2018) las deportaciones se incrementaron hasta totalizar 532,613, de las cuales el 47 % se verificaron en Estados Unidos.
Sabemos que en estos 12 años han visto frustradas sus expectativas casi un millón de guatemaltecos (745,588). No obstante, Gobierno y empresarios siguen impávidos, conformándose con que las remesas de aquellos que con muchos sacrificios han logrado conseguir un trabajo, aunque sea sin ninguna protección legal, mantengan a flote una economía que sobrevive vegetativamente de sus esfuerzos y que año tras año ha venido en aumento. Si en 2010 ingresaron más de 4,126 millones de dólares en remesas, ocho años después la cifra, según datos del Banco de Guatemala, se ha más que duplicado, de modo que en 2018 ha contabilizado más de 9,287 millones de dólares estadounidenses.
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Pero, mientras las remesas han ido en aumento y han superado por sí solas el 10 % del PIB, las exportaciones han decrecido. Para finales de 2018, según Efe, las exportaciones habían ingresado al país 2.6 % menos que en 2017. Y el escenario es aún peor en 2019, pues ni los precios del café ni los del azúcar se han recuperado y los ineptos empresarios, que gastan la mayor parte de su tiempo en buscar la manera de sobornar y controlar al Gobierno, son incapaces de diversificar sus esfuerzos para encontrar nuevos y diferentes mercados.
De esa cuenta, si Estados Unidos ya no recibe más guatemaltecos de manera significativa, como a pesar de las deportaciones ha sucedido en los últimos años, la economía guatemalteca indefectiblemente se estancará.
En consecuencia, de nada sirve la sumisión silenciosa de Morales y de su gente a las exigencias estadounidenses, pues, a pesar de que las actuales remesas no sean castigadas con impuestos, de no haber más migrantes trabajando y enviándolas, los que actualmente lo hacen no podrán seguir haciendo lo que los incapaces empresarios han dejado de lado. Es decir, el crecimiento del país se verá seriamente afectado si no hay suficiente flujo migratorio. Las irrisorias visas para trabajadores temporales agrícolas que el imberbe e incapaz ministro de Trabajo dice haber conseguido no llegan siquiera a paliativo, tanto para los migrantes mismos, que en su mayoría no se enganchan al trabajo agrícola, como para la economía guatemalteca, que requiere de grandes contingentes de migrantes enviando cotidianamente los millones de dólares que hacen felices a los adormecidos líderes políticos y económicos guatemaltecos.
Para completar este oscuro y nefasto escenario, aceptar que hondureños y salvadoreños esperen en el país la respuesta a su pedido de asilo, que demorará meses y en la mayoría de los casos será negado por obvias razones, hará que, sin condiciones para partir, sean competidores directos de los guatemaltecos, pues se animarán a aceptar cualquier trabajo sin ninguna protección legal con tal de no pasar hambre, con lo que la crisis laboral y de sobrevivencia muy pronto se verá incrementada.
La incapacidad de Morales, Degenhart y Jovel ha puesto al país en un callejón sin salida en el cual solo una resolución drástica de la Corte de Constitucionalidad y una activa e inteligente negociación del próximo gobierno pueden, como mínimo, ponernos medianamente a flote.
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