«Emigré hace 14 años a Estados Unidos por el río, primero por Texas, pero fui deportado. Luego intenté por Arizona. Ahí sí llegué a mi anhelado destino: Los Ángeles, California», me contó.
Cuando Baltazar vivía en Guatemala, ganaba Q1 200 a la semana en su trabajo como mecánico. Reparaba tractores en el ingenio Pantaleón, donde laboró por nueve años. Cuenta él que, en época de zafra, los trabajadores veían a don Julio Herrera llegar al peñasco, donde, según rumores que corrían, elevaba sus plegarias por su familia y por sus riquezas.
A pesar de tener este trabajo, su ambición lo llevó al norte. Además, su papá y algunas hermanas habían emigrado a Boston. Baltazar pertenece a una familia de ocho hermanos, de los cuales seis viven en Estados Unidos. Una hermana lleva 26 años allá y es ciudadana.
Ya en Boston, comenzó ganando $6.50 la hora (casi igual que en el ingenio), lo cual le resultó decepcionante en un principio. Ahora es crew leader (líder de equipo) en una empresa de landscaping (paisajismo) y su ingreso es de $22 la hora. También trabaja el fin de semana cuidando y embelleciendo los jardines de quienes puedan pagarle su tarifa.
«Mi hijo, que nació en Guatemala, estudia Business (Negocios) en la universidad. Allí su estudio nos cuesta $21 000 al año. No pudimos acceder a ayuda financiera porque no se la daban a quien no fuera residente permanente. Por eso tuve que sacar un préstamo con tasa de interés anual del 12.5 %», relató después. Su hijo sueña con poder estudiar una maestría en Harvard una vez que termine la u.
Baltazar no domina el inglés, pero en realidad nunca se ha dedicado a estudiarlo. «Los patrones casi siempre le entienden a uno el español. Bueno. Eso, si no son racistas. Aunque uno no hable bien, tratan de entenderle. Pero, si son discriminadores, entonces ni siquiera tratan de entender», explicó.
Hace un año vive en casa propia, la cual va a pagar durante los próximos 20 años con un préstamo con tasa de interés anual del 4.5 %. Cree poder refinanciarla y con eso bajar la tasa al 2.5 %. Esto lo podrá hacer, ya que cuenta con una green card (tarjeta de residencia) desde 2015. «Desde que llegué a Estados Unidos saqué mi social security number (SSN, número de seguro social, usado también para la tributación), así que he pagado impuestos desde que llegué. ¡Imagínese!», me dijo exaltado.
Este SSN lo ayudó a agilizar su trámite de la green card, pero sobre todo lo ayudó el hecho de que su hija de 11 años nació allá. Ella estudia en la escuela y habla inglés y español.
Con ingresos de $22 por hora, Baltazar ha podido comprar su casa y un carro, además de que ha podido cubrir todos los gastos y las necesidades de su esposa y sus dos hijos. En su carro ha viajado a Nueva York, Orlando y Miami con toda su familia. Le gustó mucho manejar con otras cuatro familias de migrantes desde Boston hasta Florida para ir a Walt Disney World.
«No quiero tener más hijos. Suficiente con dos», me hizo ver. Yo asentí y le dije que opinaba lo mismo, a lo que Baltazar me respondió: «He visto que la gente que estudia no anda pensando en conseguir hombre o mujer, sino más bien un trabajo. En cambio, yo, a los 18, ya andaba pensando con qué mujer me iba a juntar, hasta que a los 21 me casé con Sheny».
La vida de Baltazar se ha transformado desde que emigró. «Imagínese: mi primo es perito contador en Guatemala y gana Q2 500. Eso es casi salario mínimo, y yo no creo que él vaya a superarse pronto. Lleva años ganando eso», me contó.
Desde que migró, Baltazar y yo —hoy— somos muy similares. Tenemos casi las mismas oportunidades y compartimos retos, preocupaciones financieras, destinos vacacionales y prioridades familiares muy parecidas.
Si Baltazar se hubiera quedado en Guatemala, tendríamos vidas separadas por un abismo de desigualdad y esta conversación en un avión de Delta Airlines nunca habría sucedido, pues una mujer ladina de la clase socioeconómica a la que pertenezco, privilegiada, canche y universitaria, usualmente no habla en aviones con un jardinero acerca de las tasas de interés de sus préstamos fiduciarios ni del sueño que tiene su hijo de estudiar en Harvard.
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