Sumar un verbo a un idioma es un acto realmente memorable, sobre todo cuando el verbo lo suma un sustantivo tan particular y memorable como Cantinflas. Son realmente hermosas las elucubraciones lingüísticas, pensar que un nombre propio, el del personaje que miramos tantas veces en la televisión al lado de nuestros padres y abuelos, mutó a un verbo que describe la acción de hablar un montón sin decir nada. Tautología también me parece una palabra hermosa pero carece de la chispa, del diablillo...
Sumar un verbo a un idioma es un acto realmente memorable, sobre todo cuando el verbo lo suma un sustantivo tan particular y memorable como Cantinflas. Son realmente hermosas las elucubraciones lingüísticas, pensar que un nombre propio, el del personaje que miramos tantas veces en la televisión al lado de nuestros padres y abuelos, mutó a un verbo que describe la acción de hablar un montón sin decir nada. Tautología también me parece una palabra hermosa pero carece de la chispa, del diablillo de don Mario Moreno. Aún así, ambas palabras son, por ahora, bastante útiles para empezar a perfilar al señor presidente Morales.
Digamos esa intención de querer hacer ver como una especie de filantropía ciudadana y no como una acción política de intercambio de intereses, una donación generosa (que lo es) de 100 millones de quetzales en medicamentos de origen vario, incluyendo la industria farmacéutica, como si una de las industrias más grandes del planeta dejara 100 melones sobre la mesa por su inmenso y generoso corazón, y por si no fuera suficiente usarlo además para recordarnos que debemos pagar nuestros impuestos, con ese tonito de "el que no come vegetales no tiene postre".
O la también generosa donación del 60% de su sueldo para temas de educación y cultura. Digamos viniendo él del sector cultura y colocando a un diplomático a dirigir el Mi(ni)sterio de Cultura, pues para no perder la noble tradición de tener ministros de cultura que hacen cualquier cosa menos cultura. O bien dejar en su equipo cercano a alguien a quien se le comprobó un plagio sistemático en el medio académico en una de las formas más vulgares y cotidianas de la corrupción, digamos, el descaro; y decir, nombre es que reconoció con humildad su error.
Pues ya está, me parece una buena idea empezar un gobierno con actos simbólicos, lo que me parece una terrible idea es pensar que la retórica amable y socarrona va a ser suficiente para meter en el generoso acto simbólico un autogol al mejor estilo de don Manuel Antonio, otrora doctor Baldizón.
Y no nos venga a decir que tan buena onda los farmacéuticos, con todo lo que les hemos pagado en sobrevaloradas, podrían reabastecer todo el sistema de salud.
Digamos, señor presidente, ser más político y menos predicador, pues eso, más Presidente y menos Chimoltrufia.
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