No creo que estas palabras provoquen algún efecto en ustedes. Para hacerlo tendrían que tener precisamente lo que les falta: cierta conciencia de que sus acciones son repudiables. Puede ser que ni siquiera tomen nota de ellas, pero siento que, como sancarlista, debo expresar vergüenza por la situación a la que hemos llegado y de la cual ustedes son directa y abiertamente responsables.
No me deslindo de cierta responsabilidad por lo sucedido. Al contrario, debo confesar que, como en muchos otros ámbitos de la vida política de este país, también la inacción y la indiferencia tienen peso en lo que sucede. Creo que como docentes, estudiantes o administrativos de la Universidad de San Carlos, tenemos consciencia de los graves problemas de la institución. Que no empezaron con las acciones abiertamente ilegales y antidemocráticas que ustedes avalaron (con dignas excepciones, debo decir).
Los problemas de la universidad son conocidos y vienen de lejos. Empezando porque existe una clara desigualdad en la formación entre las distintas unidades académicas y entre distintas dependencias. Suceden mil problemas en la docencia, la investigación, la extensión y la administración. Pero también, esto lo sé de primera mano, la universidad pública es una opción de formación al alcance de muchas personas que de otra manera no la tendrían y como reconozco los defectos, también reconozco los aciertos.
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Lo que indudablemente es cierto, es que tenemos un mal gobierno: son ustedes. Teóricamente fueron electos para responder a los intereses de la comunidad académica. No solo de su facultad, sino de la comunidad universitaria en general. Pero sus acciones demuestran que ustedes responden a intereses espurios. Contrario a promover la legalidad, la legitimidad y los procedimientos democráticos establecidos, ustedes lo que han hecho es exactamente lo contrario: violar la legalidad y atropellar los procedimientos democráticos de elección.
Ustedes pueden tener sus preferencias electorales. Eso es un derecho legítimo. Pero lo que no pueden hacer es favorecer a un candidato, saltando todo tipo de procedimientos establecidos. Eso es un delito. Y aunque el sistema de justicia capturado que tenemos en este país favorezca y acoja la impunidad, buena parte de la comunidad universitaria, por si no se han dado cuenta, rechaza y repudia abiertamente su actuación.
Ustedes tal vez se sintieron alegres y confiados de su actuación. Probablemente pensaron «qué listos somos». «Hacemos lo que es debido». Quizás hasta se han sentido ultrajados por la oposición que ustedes mismos han creado. Lo sé porque incluso sacaron un comunicado diciendo que las acciones de hecho, realizadas por estudiantes dignos, eran perjudiciales para la universidad. ¡Qué cinismo y qué descaro el suyo!
Lo verdaderamente perjudicial para la institución es su actuar ilegal, cínico y desvergonzado. No quiero recurrir al tribunal de la historia, pues doy por descontado que la historia sí los juzgará y su nombre será parte de una larga lista de oprobios (entre otros, acudir a la policía para reprimir a estudiantes y docentes, con la historia que tiene la universidad, es algo profundamente vergonzoso).
Recurro más bien a la decencia que seguramente existe en el país y en las aulas universitarias para enfrentar su actuación y decirles que uno de los efectos inesperados de su vergonzosa actuación es, precisamente, haber creado una oposición estudiantil y docente como no había existido en años en la universidad.
Paradójicamente, la vergüenza que nos han hecho sentir, también ha creado caminos para la dignidad.
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