Desde la perspectiva política es innegable que su legado ha dejado más preguntas que respuestas. Cuestionamientos que abren diversas posibilidades para pensar la política desde sus formas y discursos. Pero especialmente para re-pensar la democracia. Se requiere que se someta a un serio debate la coherencia entre la propuesta teórica de la democracia y sus instituciones y su impacto en la vida real de las personas.
La democracia debe ser vista como un punto de llegada luego de una transición. No obstante, también debe ser un punto de partida de las nuevas reglas del juego. La democracia no surge de la noche a la mañana y se queda ahí, pétrea, fija, estática. Creo que se ha llegado al momento en que se comience a educar a las personas a pensar que la democracia representativa es buena, pero tiene sus limitaciones. Y que la democracia participativa también es buena y tiene sus limitaciones. Lo que está sucediendo en muchos países demuestra que los modelos no pueden mantenerse estáticos, pues se pueden romper o al menor rajar, como el concreto ante un temblor.
El primer estilo de democracia tiene unos componentes que se requieren y que se han convertido en una condicio sine qua non para que exista ésta. Muchos autores nos han precedido en este aspecto y nos han ilustrado claramente este punto. No obstante, la experiencia empírica ha demostrado que no ha sido suficiente. Debido a las condiciones de miseria, pobreza y desigualdad en que viven grandes contingentes de personas en el continente americano, se hace necesario que se adopten medidas que ayuden a mejorar este modelo, a ampliarlo y fortalecerlo con elementos que van más allá de lo que implica la representatividad.
Por otra parte, también se hace necesario poner en un tamiz de discusión, el papel de la comunicación en esta nueva visión política. Cuál es el papel del comunicador y del periodista en todo este juego de intereses. Hay quienes señalan que ser “objetivos” es mantenerse lo más alejado de los grupos de poder y así construir mensajes que permitan ofrecerle a la audiencia una gama de posibilidades informativas que fortalezcan su percepción y opinión respecto a un tema. Otros apuestan por la necesidad de participación más activa en los procesos de deliberación pública que incluya abandonar los principios liberales de la libre expresión, la cual señalan de ser un instrumento de la libertad de empresa (medios de comunicación) y propiciar mecanismos plurales y abiertos en la construcción de mensajes.
Por una parte, la construcción de la objetividad como elemento indispensable en el ejercicio periodístico ya es un elemento superado y también criticado, pues no se puede ser independiente si se forma parte de uno de los principales sectores de poder. Pero por otro lado, el involucramiento directo en ciertos procesos participativos puede poner en riesgo la garantía al derecho a la información y sus límites, y puede prestarse a distorsiones peligrosas.
Lo que está sucediendo en Venezuela y en otros países en el continente americano debe ser el incentivo perfecto para discutir la política y la comunicación. Deliberar sobre sus formas, su performance, su contenido y procesos es un imperativo para la academia. Claro está que me refiero a algo más allá de las formas simples de “chavismo”, “socialismo” o “populismo”. Esto es lo propio de un cafecito a media mañana.
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