Para el ciudadano en general, esta fecha marca el momento en que Guatemala —tal y como la ven hoy— dejó de ser una colonia española y pasó a ser una república independiente. El pasado nunca es claro, y desde la historia (disciplina) es más complicado determinar —conceptualmente hablando— qué es lo que realmente sucede en momentos determinados. Y, por supuesto, esta conceptualización también depende mucho del punto de vista del investigador.
Se tiende a dar por sentado que el período colonial fue de total oscurantismo, opresión y degradación social generalizada. Sin embargo, como ya explicó Arturo Taracena hace algunos años (2006), esta idea sobre lo colonial es una construcción del siglo XIX, particularmente de los gobiernos liberales pos-1871 y de sus ideólogos. En el ínterin entre 1821 y 1871 hubo posturas encontradas respecto de qué hacer con la herencia española. Mientras tanto, durante casi la mitad de ese período (1821-1839/47), Guatemala se pasó siendo un estado de una federación (la de las Provincias Unidas de Centroamérica), y no una república independiente como tal. La famosa declaración de independencia absoluta de 1823 es de la federación (en formación), y no de la república de Guatemala. Esta como tal surgió bajo el gobierno que reestableció las leyes coloniales (¡oh, sorpresa!): el de Rafael Carrera (en el poder entre 1839 y 1865).
Los verdaderos constructores del actual Estado de Guatemala —con cambios después de tanto tiempo— fueron los gobiernos liberales entre 1871 y 1944, particularmente las tres grandes dictaduras (Barrios, 1873-1885; Estrada Cabrera, 1898-1920, y Ubico, 1931-1944), y, aunque se le siga negando en la historiografía popular, Carrera. La idea de que la Colonia fue solamente opresión para los pueblos indígenas —y que hoy el mayanismo más radical aún toma como bandera— es una creación liberal, criolla si se quiere, que implícitamente justificaba no solo la separación de España («antes de que el pueblo lo haga de hecho», como se lee en la misma acta de independencia), sino también la subordinación de todos los habitantes en el Estado naciente. Los pueblos indígenas del siglo XIX tenían, al parecer, bastante claro esto, pero dicho conocimiento se perdió conforme el Estado nacional fue legitimándose en todos los rincones de su territorio.
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Los indígenas, junto con las castas (ladinos y otros), derrumbaron el primer experimento liberal, la federación, y regresaron (junto con la élite criolla más conservadora y, por lo mismo, temerosa de los cambios —hicieron lo mismo, una vez más, a partir de 2017—) a la legislación colonial, que dividía el país en dos repúblicas: la de indios y la de españoles (ahora de indígenas y de criollo-ladinos). Esto permitió retrasar el proceso de destrucción comunitaria indígena al menos medio siglo respecto al resto de Latinoamérica (González-Izás, 2014) y la titulación —republicana ahora— de las tierras comunales, las cuales, mediante argucias (por decirlo de alguna manera) legales, los liberales pos-1871 expropiaron en su mayoría.
Como señalé antes, para los pueblos indígenas —y para buena parte de los ladinos— era mucho mejor un sistema colonial que uno republicano-liberal. Esto no es apología del sistema colonial, el cual cometió infinitos abusos, pero jamás comparados con el «orden y progreso» de los segundos liberales. En términos prácticos, la independencia del sistema colonial fue después de 1871 y la exclusión de la corona española fue a partir de 1821. Mientras tanto, otros elementos —como el autoritarismo o ver a los indígenas como ciudadanos de segunda— siguen vivos hoy en el desacato a las altas cortes o en el racismo contemporáneo. La nación no pasó de mera simbología (el himno, el quetzal, ¿la selección de futbol?), de clientelismo generalizado y de un relativo y autoritario control territorial del Estado. Se han distorsionado eventos (e. g.: suavizar de revolución a reforma el triunfo liberal de 1871) para acomodarse al poder del momento, y el 15 de septiembre es un buen ejemplo de ello.
¿Por qué se insiste tanto en reforzar la idea de una nación que en la práctica no existe como tal? ¿Terminó algo en realidad en 1821 o solo mutó?
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