El peligroso camino en que políticos corruptos han decidido adentrarse para proteger sus intereses nos ha indignado a todos y ha llamado a los guatemaltecos a expresar su indignación en legítimos ejercicios democráticos. Coincidencia o no, todo esto ocurre en las vísperas de la conmemoración de la independencia guatemalteca, momento en que —según nos enseñaron— debemos celebrar nuestra patria, nuestra libertad, independencia y soberanía.
En medio de actos cívicos, desfiles esc...
El peligroso camino en que políticos corruptos han decidido adentrarse para proteger sus intereses nos ha indignado a todos y ha llamado a los guatemaltecos a expresar su indignación en legítimos ejercicios democráticos. Coincidencia o no, todo esto ocurre en las vísperas de la conmemoración de la independencia guatemalteca, momento en que —según nos enseñaron— debemos celebrar nuestra patria, nuestra libertad, independencia y soberanía.
En medio de actos cívicos, desfiles escolares y antorchas ambulantes seguidas por niños, jóvenes y adultos igual de agotados y esperanzados que la democracia guatemalteca, debemos abrir los ojos y pensar qué patria queremos defender. Durante suficiente tiempo hemos reproducido un discurso patriótico falso, ingenuo y retorcido, que no hace más que preservar un sistema que se esfuerza en limitar las posibilidades de desarrollo de la mayoría de los guatemaltecos, los obliga a abandonar el pleno ejercicio de su ciudadanía y les niega la posibilidad de afirmar que viven en una patria que les es enteramente propia, y aún más en un país siquiera similar al que desean. Y hoy ese discurso busca preservar la corrupción y la impunidad.
El patriotismo del que requerimos hoy es uno de tipo crítico. Se necesitan patriotas que comprendan que la Guatemala de hoy está lejos de ser la Guatemala de todos los guatemaltecos. Se requiere de patriotas interesados en comprender que la pobreza, la desnutrición o la violencia son la cara visible de problemas aún más profundos, como la desigualdad o el analfabetismo. Guatemala necesita patriotas que sepan apreciar la diversidad y que estén dispuestos a aprender del otro. Necesitamos patriotas que comprendan que la democracia no se reduce a ir a votar cada cuatro años, sino que se trata de un ejercicio constante de participación y vigilancia de los gobiernos y los funcionarios del Estado. Se requieren muchos patriotas críticos. Se requieren ciudadanos.
Un ciudadano no solo es aquel guatemalteco mayor de 18 años. Un ciudadano es aquel hombre o aquella mujer que conoce sus derechos y obligaciones y goza plenamente de dichas disposiciones, pero que además se esfuerza en defender sus derechos para sí mismo y los demás. Es decir, un ciudadano entiende que el fin primordial del Estado es el bien común y a través de sus acciones individuales promueve dicho principio. Una ciudadanía amplia y fortalecida es la mayor amenaza contra la corrupción, pues aquellos que saben qué tipo de Estado quieren y conocen los mecanismos para alcanzarlo difícilmente podrán ser burlados, especialmente si trabajan desde la colectividad.
Sin construir ciudadanía, el patriotismo no es más que la defensa y reproducción de un sistema que instrumentaliza al Estado para el servicio de unos pocos. Aunque es tentador ignorar todos los problemas que diariamente tenemos que afrontar y simplemente enamorarse de todo lo bueno que Guatemala tiene que ofrecer, es aún más tentador poder gozar de todas nuestras garantías ciudadanas en paz, libertad y democracia.
Quisiera poder llamarme patriota, pero al menos hoy no lo soy.
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