Los últimos meses han evidenciado que los problemas de corrupción han llegado a niveles de excepcionalidad en el país. El encarcelamiento de la pareja presidencial y de otros funcionarios públicos, así como de particulares, ha provocado que el tema de la corrupción y, por ende, el de la transparencia se gestione de manera primordial en la agenda pública, pero también en la agenda política y mediática.
Hablar de transparencia y de corrupción se ha convertido en el mejor tópico para presentarse en un auditorio electoral. De hecho, el ganador de la primera vuelta, Jimmy Morales, lo utilizó, y esto le permitió catapultarse a un lugar que unos meses atrás ni él mismo se habría imaginado. Y desde esta perspectiva, Sandra Torres también está utilizando esta temática de manera muy insistente, ya que no solo es una realidad en el país, sino que también se ha convertido en una exigencia ciudadana.
Torres señaló en una entrevista en Canal Antigua que convocaría a un consejo de «honorables» para que la acompañen y asesoren en esta importante tarea. Con ello, según Torres, estaría cumpliendo con parte de las exigencias que la sociedad guatemalteca reiteradamente ha repetido en las movilizaciones sociales que se iniciaron en abril. No obstante, la lógica de crear un cuerpo colegiado de esa naturaleza le puede traer problemas. Puede ser una piedra en el zapato.
Veamos. En primer lugar se debe crear un perfil. Hay que poseer una serie de habilidades, destrezas y competencias profesionales y laborales para integrar dicha instancia, características personales que demuestren idoneidad. En este caso habrá que tener claridad en lo que será primordial: el tema de la transparencia o el de la anticorrupción. O ambos. Los dos son complementarios, pero distintos: para el primero se requiere de un tipo de preparación académica más general, pero en el segundo es importante el conocimiento de la materia legal. Esta distinción obedece a que no son lo mismo. No son sinónimos. Esto puede generar una discusión que puede ser crítica y minar la naturaleza del consejo.
En segundo lugar está la modalidad de la convocatoria. El primer escenario es que se convoque desde el Ejecutivo de manera abierta y pública y que la sociedad, ya de manera individual u organizada, presente propuestas. Quién califica. Con qué criterio. Cómo se hará. Esa será una tarea titánica. Nunca se queda bien con todos. El segundo escenario es que dentro del Ejecutivo se decida invitar de manera directa a un grupo selecto de personas que, según ellos, llenan el perfil. Dicha decisión, la cual debe ser explicada y justificada de manera pública, será sometida al tamiz de la discusión pública, y muchos pueden renunciar antes de aceptar debido a la publicidad y/o al desgaste que se sufra tras la invitación.
En tercer lugar está el alcance del trabajo de dicho consejo. ¿Puede tener realmente injerencia o cierto grado de vinculación en las decisiones? Eso es imposible, empezando porque la ley lo prohíbe. Entonces, se tendría a un grupo de personas que estarían invirtiendo tiempo e ideas en una instancia cuyo alcance se desconoce y cuyo impacto sería el primer problema que habría que enfrentar. La voluntad política en estas cosas es importante y necesaria, pero puede cambiar rotundamente.
Y por último, cualquier desacuerdo que se genere tendrá un impacto directo en la legitimidad del órgano convocante, en este caso la Presidencia. El hecho de ser personas honorables les otorga cierto grado de poder simbólico dentro del ámbito social. Y por razones lógicas habrá mucha más credibilidad en ellos que en la Presidencia. Los medios de comunicación y la oposición aprovecharán esta circunstancia, y el peligro no solo es poner en riesgo al consejo en pleno, sino también que se ponga en entredicho la capacidad del Ejecutivo para luchar en favor de la transparencia. Políticamente, cualquier fracaso en materia de transparencia es terrible para todo sistema político.
La motivación de Sandra Torres para entrarle decididamente a mejorar la cultura de transparencia quizá sea la mejor, pero el método del consejo de honorables puede ser tan riesgoso que quizá lo que se ponga en entredicho sea justamente la honorabilidad de ella. Hay que reflexionarlo más. Si se insiste en la idea, será como dormir con el enemigo.
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