«Ay, Nicaragua, Nicaragüita/ La flor más linda de mi querer…/», dice la letra de la emblemática canción de Carlos Mejía Godoy, de la cual hay otra versión que, de alguna manera, ofrece una variante por no encajar con el entorno en que alumbró en los setenta.
Durante 42 años (1937-1979), Nicaragua fue gobernada por un clan familiar encabezado por Anastasio Somoza García, quien luego de un golpe de Estado mantuvo la Presidencia de la República a lo largo de 19 años, hasta que fue asesinado. El hijo mayor, Luis Somoza Debayle, tomó el relevo y sumó 11 años, y en adelante, Anastasio Somoza Debayle se aferró al poder, es decir, 12 años más.
Durante 42 años (1937-1979), Nicaragua fue gobernada por un clan familiar encabezado por Anastasio Somoza García, quien luego de un golpe de Estado mantuvo la Presidencia de la República a lo largo de 19 años, hasta que fue asesinado. El hijo mayor, Luis Somoza Debayle, tomó el relevo y sumó 11 años, y en adelante, Anastasio Somoza Debayle se aferró al poder, es decir, 12 años más.
La caída de la dictadura de los Somoza se produjo el 19 de julio de 1979 como consecuencia de una revolución impulsada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), agrupación guerrillera fundada en 1961 por Carlos Fonseca Amador, maestro y político, fallecido en combate en una zona selvática del caribe nicaragüense, el 7 de noviembre de 1976, a los 40 años de edad.
El FSLN surgió inspirado en los ideales de Augusto César Sandino, líder del movimiento de resistencia a la ocupación que Estados Unidos ejerció entre 1927 y 1933. Cuando el sandinismo derrocó al somocismo, Daniel Ortega Saavedra tenía 33 años de edad y fue nombrado coordinador de la junta de gobierno de reconstrucción nacional. En 1984 ganó la elección presidencial y la perdió en 1990.
[frasepzp1]
Una cadena de regímenes se sucedió entre 1990 y 2006 hasta que Ortega Saavedra volvió a la Presidencia en 2007, como resultado de los comicios celebrados en noviembre del año previo, y continúa merced a reelecciones en 2011, 2016 y 2021, lo cual, en resumidas cuentas, implica que se transformó en lo que combatió: dictador.
A finales del mes pasado, en el marco del 52 periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), dicho ente recibió el informe presentado por el Grupo de expertos designado para indagar sobre la situación de la materia en la nación centroamericana, cuyas conclusiones se han adelantado, pues el análisis del caso abarcará buena parte de marzo.
Según la instancia nombrada en 2022 por el presidente del CDH, el argentino Federico Villegas, las graves violaciones y abusos de los derechos humanos cometidos en Nicaragua desde abril de 2018, incluyen ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, tortura y tratos crueles, inhumanos o degradantes, privación arbitraria de la nacionalidad y violaciones del derecho a permanecer en el propio país, son motivos razonables para creer que fueron perpetrados de forma generalizada y sistemática por motivos políticos, y que, verificados en todos sus elementos, «permiten sostener la existencia de crímenes de lesa humanidad».[1]
Jan-Michael Simon, alemán; Alexandro Álvarez, chileno; y Ángela María Buitrago, colombiana; son profesionales del derecho con participación en distintas misiones de la ONU, responsables de establecer las condiciones de la justicia y los derechos humanos en países evaluados. Sin duda, el planteamiento elevado al CDH patentiza cómo Ortega ha emulado a Somoza.
Quienes han seguido de cerca los procesos sociales en el área y, particularmente, de Nicaragua, comprenden el contexto de las canciones testimoniales de Mejía Godoy y las de su hermano, Luis Enrique, y la influencia que propiciaron al retratar la realidad del país. De ellas,Nicaragua, Nicaragüitaes una de las más significativas, aunque ahora también suene con un contenido modificado, como lo suscitado con la personalidad de alguien que empezó recto, pero se ha ido torciendo. Ortega no es el primero, ni será el último, en matar ilusiones.
Periodista y comunicador social, docente universitario. Ha publicado dos textos sobre periodismo, es consultor y se ha desempeñado en medios periodísticos como reportero, jefe de información, jefe de redacción y director. También ha trabajado en instituciones públicas y entidades privadas en las que ha cumplido funciones de gerencia o dirección.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad exclusiva del autor. Plaza Pública ofrece este espacio como una contribución al debate inteligente y sosegado de los asuntos que nos afectan como sociedad. La publicación de un artículo no supone que el medio valide una argumentación o una opinión como cierta, ni que ratifique sus premisas de partida, las teorías en las que se apoya, o la verdad de las conclusiones. De acuerdo con la intención de favorecer el debate y el entendimiento de nuestra sociedad, ningún artículo que satisfaga esas especificaciones será descartado por su contenido ideológico. Plaza Pública no acepta columnas que hagan apología de la violencia o discriminen por motivos de raza, sexo o religión
Héctor Salvatierra
Autor
Héctor Salvatierra
/ Autor
Periodista y comunicador social, docente universitario. Ha publicado dos textos sobre periodismo, es consultor y se ha desempeñado en medios periodísticos como reportero, jefe de información, jefe de redacción y director. También ha trabajado en instituciones públicas y entidades privadas en las que ha cumplido funciones de gerencia o dirección.
Más de este autor