Miles de trabajadores del sistema de salud pública se enfrentan al COVID19 con los escasos recursos de un sistema minado por las reformas neoliberales, la corrupción y la ausencia de una política gubernamental coherente. Gran parte de estos trabajadores carecen de contratos fijos, vacaciones y de toda prestación.
En este ejército sanitario, las mujeres jóvenes tienen un papel protagonista: la enfermería sigue siendo profesada sobre todo por mujeres y la medicina se feminiza. Hoy la estudian más mujeres que hombres. En 2021 se inscribieron en la carrera de medicina de la Universidad de San Carlos, 606 mujeres frente a 379 hombres, y en la Universidad Rafael Landívar se inscribieron 454 mujeres frente a 268 hombres en el Campus Central y 259 mujeres frente a 112 hombres en el Campus La Verapaz.
Esta tendencia empieza a reflejarse en la inscripción al Colegio de Médicos y Cirujanos. En 1958 se colegiaron las primeras dos mujeres frente a 34 hombres. En 2019 por primera y única vez se inscribieron más mujeres que hombres: 1, 534 frente a 962. Al siguiente año, cuando inicio la pandemia, se colegiaron 788 mujeres y 1, 248 hombres. En total están colegiados 13,455 hombres y 10, 472 mujeres.
En esta serie presentamos las historias de cinco mujeres jóvenes que forman parte de la primera línea de COVID19 en condiciones laborales precarias. Se trata de médicas y enfermeras que, por necesidad y vocación, realizan un trabajo agotador, riesgoso y poco valorado por la sociedad.
El 19 y 26 de octubre y el 9 de noviembre, trabajadores de salud de todo el país manifestaron en la capital para exigir cambios en sus condiciones laborales. Organizados en diversos sindicatos, demandan: la contratación de más personal y el traslado de trabajadores temporales a reglones permanentes para garantizar su derecho al seguro social, aguinaldo, bono 14, vacaciones, y en el caso de las mujeres embarazadas, al pre y post natal.
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