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Mónica María Mota Méndez, 40, médico cirujana, en el cuarto de atención médica del call center donde trabaja actualmente. Simone Dalmasso

Enfrentar el COVID desde el trabajo flexible: dos médicas del Igss

Cuando inició la pandemia trabajaba en un hospital privado de élite, pero renunció porque le redujeron 30% de su salario base, que ya consideraba bajo
“Siendo mujer, nunca creen que soy médico, porque estamos en un país machista. Hasta los jefes tienen más confianza en los médicos hombres”
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Enfrentar el COVID desde el trabajo flexible: dos médicas del Igss

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Ilustración: Dénnys Mejía
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En 2020, el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (Igss) contrató a 919 personas por contrato temporal (en el reglón 022) para atender el COVID19. El 62.5 % fueron mujeres y el 37.5%, hombres. 748 contratos fueron para enfermeras; los 171 restantes se le asignaron a médicos, 77 mujeres y 94 hombres. Estas personas normalmente aceptan condiciones laborales extenuantes con la idea de que es una situación temporal.

Mónica Mota y Abigaíl Velásquez, médicas de profesión, han luchado sin descanso por contener la pandemia de COVID19. Hace cinco meses empezaron a percibir un incremento de casos y el deterioro intempestivo de pacientes jóvenes sin antecedentes ni comorbilidades. Según datos oficiales, hay 3,417 casos activos estimados y 15,474 muertos por la enfermedad.

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Mónica se graduó como médica en la Escuela Latinoamericana de Medicina de Cuba, obtuvo una maestría en Ciencias Forenses y un posgrado en VIH. Ahora cursa la licenciatura en Antropología en la Universidad del Valle de Guatemala. Lleva diez años turnando y ha tenido otros trabajos extenuantes, como cuando hizo necropsias en el Instituto Nacional de Ciencias Forenses (Inacif) mientras estaba embarazada y en lactancia.

Abigaíl, de 27 años, estudió medicina en la Universidad de San Carlos. Cuando inició la pandemia trabajaba en un hospital privado de élite, pero renunció porque le redujeron 30% de su salario base, que ya consideraba bajo. Ahora espera que el Igss la recontrate por un año más mientras reúne condiciones para instalar su propia clínica.

A estas alturas, Mónica y Abigaíl ya perdieron el miedo a la enfermedad. Están vacunadas y han interiorizado las medidas de bioseguridad. Su preocupación es contar con las fuerzas físicas y emocionales para continuar enfrentando la pandemia. En los últimos meses, el sistema de salud pública colapsó. Aunque en octubre se ha registrado un notable descenso de casos, las autoridades de salud no descartan el inicio de una nueva ola a fines de noviembre o en diciembre.

“A veces los pacientes están bien y al otro día mal. Es un poco shockeante. Los primeros que fallecieron a mi cargo me afectaron bastante, aunque uno pone su corazón duro”, comenta Abigaíl. “Le tenemos respeto al COVID19. El paciente está tranquilo y en dos o tres horas se está muriendo”, confirma Mónica.

 

Personal contratado en el reglón 022 en el IGSS durante 2020 y 2021

Año   Médicos   Enfermería   Auxiliares de enfermería
  Femenino Masculino Femenino Masculino Femenino Masculino
2020 77 94 113 45 279 137
2021 163 181 167 60 458 207

Fuente: Solicitud de información pública, Igss, 14 de octubre de 2021.

 

Abigaíl trabaja en el área de emergencias del Hospital General Juan José Arévalo del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (Igss) de la zona 6 en la capital. Primero fue contratada por tres meses, luego por un mes, luego por quince días y finalmente por un año. Su horario es de lunes a viernes, desde las siete de la mañana hasta la una de la tarde. Además, cada cuatro días hace turnos de 24 horas. En este lapso descansa entre dos y cuatro horas. Le parece increíble que algunos médicos realicen turnos de 24 horas por más de seis años. Espera no vivir esa situación.

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“Hago de todo: evaluar a los pacientes, darles atención primaria, hisoparlos, hacerles laboratorios, llevarlos a rayos X, colocarles oxígeno, darles los medicamentos”, comenta.

Entre agosto y septiembre los contagios incrementaron aceleradamente y empezaron a faltar camas y medicamentos. Esto aumentó la angustia del personal médico. Para Abigaíl lo más angustioso ha sido la escasez de oxígeno: “En esos casos ponemos el oxígeno mínimo, solo lo necesario para mantenerlos vivos”.

Durante buena parte de la pandemia, Mónica, de 40 años, ha tenido dos trabajos. Hasta junio laboraba en la consulta general del Hospital General de Enfermedades del Igss, en la zona 9 de la capital. Cada cuatro días hacía turnos nocturnos en los que debía escuchar, revisar y clasificar a todo tipo de pacientes, desde personas con signos de intoxicación alcohólica y apendicitis hasta casos sintomáticos de COVID19.

Esperaba que el Igss la recontratara, pero no sucedió. Probablemente por su edad. No descarta aplicar de nuevo a una plaza temporal.

Ahora solo trabaja como médico empresarial en un call center. La figura de médico empresarial es un requisito que el Ministerio de Trabajo y Previsión Social (Mintrab) exige a todas las empresas luego de la emergencia.

Allí, Mónica trabaja todos los días de nueve de la mañana a tres de la tarde. Su labor consiste en evitar que los 415 trabajadores se infecten y en darles tratamiento si enferman. Hasta junio, estaba orgullosa de su desempeño, pero al mes siguiente hubo un brote de contagios: “Julio fue horrible. Nos atropelló”.

Entonces empezó a observar casos de trabajadores hospitalizados y contagios de grupos familiares completos. Esto la sobrecargó de trabajo, ya que atiende tanto a los trabajadores como a sus familiares. Aunque no es su responsabilidad, asume esta tarea cuando lo solicitan porque sabe que los hospitales públicos están llenos y que los familiares de los trabajadores no tienen seguro médico privado. 

Además, Mónica debe lidiar contra el prejuicio de los trabajadores al Igss. “Aunque sus salarios son bajos, prefieren pagar médicos privados; prefieren vender la casa, antes que ir al Igss. Piensan que ahí tratan mal a la gente y eso no es cierto. Es la única institución semiestatal que ha dado la talla en la crisis provocada por el COVID19”.

De acuerdo con Mónica, este prejuicio contra lo público también es practicado por algunos médicos del Igss, que motivan a sus pacientes a atenderse en sus clínicas privadas. Incluso el Igss alquila servicios privados. “Todo es negocio. El desastre de lo público es funcional para el sistema privado”.   

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“Siendo mujer nunca creen que soy médico”

El perfil del personal de salud que atiende a los pacientes con COVID19 es joven, ya que los médicos mayores de 70 años están suspendidos y los mayores de 50 ocupan cargos de dirección. Además, las mujeres están teniendo un protagonismo central ligado la feminización de la carrera de medicina y a que la enfermería continúa siendo profesada mayoritariamente por mujeres.

El Igss contrató en 2020 a 919 personas bajo el reglón 022 (plazas temporales) para dar respuesta a la pandemia. Dichas plazas pueden durar 15 días, un mes, seis meses o un año.

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Mónica y Abigail se interesaron por esta oportunidad. Mónica necesitaba complementar sus ingresos en el call center, y Abigaíl financiar sus estudios de medicina estética. Ambas valoraron que el Igss ofrece equipo de protección completo, salarios dignos y prestaciones. Además, tarda dos meses en hacer el primer pago, mientras que el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (Mspas) puede tardar ese tiempo o más.

Aunque en el equipo de Abigail las mujeres dominan en número, se viven situaciones machistas cotidianamente. Así de acuerdo con su experiencia, los pacientes, sean hombres o mujeres, prefieren ser evaluados y recetados por hombres.  

“Siendo mujer, nunca creen que soy médico, porque estamos en un país machista. Hasta los jefes tienen más confianza en los médicos hombres”, se lamenta. Sin embargo, reconoce que la situación está cambiando. “Ahora que hay más mujeres graduándose estamos mostrando el poder femenino”, afirma.

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Un futuro incierto

Mónica y Abigail no se muestran optimistas acerca del fin de la pandemia a corto plazo. Para enfrentar el resto de esta crisis sanitaria, centran sus esperanzas en sus propias energías mentales y físicas, mas no en un giro satisfactorio en la política estatal de salud pública. Mónica utiliza su tiempo libre en el cuidado de su hijo y para bajar el estrés hace bicicleta, medita y estudia antropología. Abigaíl busca la paz en el descanso solitario, la terapia psicológica y sus estudios en medicina estética.

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