COVID19 se ensaña con la juventud guatemalteca
COVID19 se ensaña con la juventud guatemalteca
- La pandemia del COVID19 está matando en mayor porcentaje a la población joven de Guatemala y de parte de América Latina.
- En nuestro país, por cada cien jóvenes entre 30 y 39 años que han dado positivo, uno muere. Esta letalidad es cuatro veces más grande que en España y el doble que la de Costa Rica y Colombia.
- La población joven en Guatemala se enferma menos de COVID19, pero muere más.
- El bajo número de pruebas que se hacen en Guatemala y la debilidad del Estado para identificar y registrar a pacientes y fallecidos por COVID19, hace difícil tener certeza sobre el impacto de la pandemia entre la población.
- La vulnerabilidad de los jóvenes en Guatemala frente a la pandemia se incrementa por varios factores, como las enfermedades crónicas (hipertensión y diabetes), la desnutrición y la debilidad del sistema de salud.
- Aunque las muertes ocurren en mayor proporción entre los ancianos, como en el resto del mundo, la letalidad del virus entre ellos tiende a ser menos que en países más ricos. Como «no existe un buen sistema de salud, podemos pensar que la gente que llega a una edad adulta es muy resiliente».
Al inicio de la emergencia se planteó que tener mayoría de población joven en Guatemala era un factor de protección. Pero la evolución de la pandemia hace sonar una alerta más: en comparación con los primeros países afectados, en Guatemala los jóvenes mueren en mayor proporción. Así lo muestran la letalidad y la mortalidad en personas de entre 20 y 59 años. La presencia de enfermedades crónicas sin diagnosticar, la desnutrición y la debilidad del sistema de salud incrementan la vulnerabilidad.
En Guatemala 141 personas entre 30 y 39 años han muerto por COVID19. Casi el 1% de los 15,864 casos confirmados entre personas de esa edad. Esta proporción de letalidad es elevada. En España es del 0.26%. Es decir que por cada 400 personas infectadas solo una muere.
«Las estadísticas del Ministerio de Salud sobre el porcentaje de muertes por grupo de edad, deberían coincidir con las tasas de mortalidad que se conocen del virus en otros países. Se sabe que el virus puede afectar más a gente mayor», asegura Juan Miguel Goyzueta, un economista que analizó los datos de muertes por la pandemia en Guatemala.
«En Europa las personas de edad avanzada son las que más mueren por el virus. En Guatemala llama la atención que una proporción alta de fallecidos son menores de 50 años», afirma.
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Hasta el 9 de agosto en Guatemala murieron 2,296 personas por COVID19. Como ocurre con el resto de los países afectados por la pandemia, la mayoría de los fallecidos son mayores de 60 años. Acá suman 1,192 y representan el 54.64% de las muertes reportadas por el Ministerio de Salud Pública.
Ya lo sabemos: Hay más probabilidades de morir por COVID19 mientras más avanzada es la edad. Pero ahora tenemos cifras locales para cinco meses y hay datos sobre mortalidad en Guatemala que difieren comparados a otros países. Mientras que el 15% de las personas infectadas entre 60 y 69 murió, entre la población mayor de 80 años el porcentaje se incrementa hasta el 24% [uno de cada cuatro casos confirmados].
Entre menores de 60 años, Guatemala no cumple con las descripciones sobre la posible mortalidad del inicio de la pandemia. El 18% de las personas fallecidas tenía entre 40 y 49 años. Por cada cien contagiados confirmados en ese grupo, han muerto casi tres. Los fallecidos entre 50 y 59 años son el 22% del total, y letalidad es del 7%.
A simple vista los números de muertos menores de 60 años en Guatemala parecen bajos, pero son altos en comparación con otros países. En España, por ejemplo, uno de los países europeos más afectados por la pandemia, la letalidad se concentra en mayores de 60 años. A finales de julio, cuando los casos acumulados eran de 258,760 y las defunciones 20,585, los muertos entre 40 y 49 años representaban el 1.06% del total y moría el 0.57% de los contagiados. Las personas entre 50 y 59 años que fallecieron eran el 3.22% y la letalidad del 1.45%.
«Estamos analizando esta situación. Una de cada cuatro personas que muere por COVID19 en Guatemala es joven», dijo Edwin Asturias, director ejecutivo de la Coprecovid. «Una de las razones es que la mayoría de la población es joven. Son ellos quienes más se infectan y, por lo tanto, los que más mueren. Otra situación puede ser los problemas de desnutrición y pobreza que afectan al país», afirmó.
En comparación con países más cercanos y en vías de desarrollo la letalidad en Guatemala también es más alta. En Honduras es del 0.68%, en Costa Rica de apenas 0.08%, en Colombia del 0.44% y en Perú del 0.54%. De hecho, el porcentaje en Guatemala para personas entre 30 y 39 años es similar al de mayores de 50 años en España y Costa Rica, y entre 40 y 49 en Colombia.
En Colombia, las personas muertas entre 40 y 49 años son casi la mitad que en Guatemala y en ese grupo la letalidad es del 1.45%. Además, las personas muertas entre 50 y 59 años son el 14.19% (8 puntos porcentuales menos que en Guatemala) y letalidad es del 3.61% (la mitad que acá).
Los datos son similares en Chile. Los jóvenes mueren menos. Pero en ese país sudamericano la letalidad se acerca más a la situación de España. En las personas entre 40 y 49 años es de 0.52% y entre 50 y 59 años de 1.72%.
La letalidad más alta entre la población joven se encuentra en Guatemala. Sin embargo, la situación de los países latinoamericanos es peor frente a los de Europa. Acá la pandemia afecta muy fuerte a este grupo poblacional. La pobreza, la desigualdad, precariedad y la debilidad de los sistemas de salud es una característica compartida, además el control de la pandemia ha sido….
Respecto a la población, menos casos y más muertos
La letalidad por COVID19 depende del número de pruebas y de la capacidad de identificar y registrar los casos en cada país. La OMS alertó que por esa razón es difícil hacer comparaciones de letalidad y de tasas de mortalidad.
Según el tablero del Ministerio de Salud, en Guatemala se han tamizado 193,147 casos. El 71% (138,780) han sido en personas entre 20 y 59 años. La mayoría en los departamentos de Guatemala, El Progreso y Sacatepéquez.
Solo en esos departamentos se ha logrado superar los dos mil casos tamizados por cada 100,000 habitantes. Las pocas pruebas hacen incierto el panorama. No sabemos con seguridad cuál es la situación de la pandemia en el país. No tenemos seguridad de si hay pocos casos o muchos sin ser detectados. La falta de certeza también implicará el subregistro de personas fallecidas con el virus pero que, al no haber sido detectadas, no integrarán la lista oficial de víctimas por COVID19.
De hecho, hay un desfase entre los datos que maneja el Ministerio de Salud sobre las muertes por COVID19 y las que se registran en el RENAP. Esto porque existen diferentes criterios para determinar cuál es la causa principal del fallecimiento de una persona. Durante la primera semana de julio, por ejemplo, el RENAP registraba 1,318 personas muertas por el virus, mientras el Gobierno 947. La diferencia era de 371, un 39 %.
En comparación con otros países de Latinoamérica, la prevalencia del virus entre la población joven en Guatemala, es decir, el número de personas que lo adquirieron respecto del total de la población, es bajo.
Pero hay más muertes.
En personas entre 30 y 39 años, la tasa de casos acumulado desde por cada 100,000 habitantes es 642.22. Es decir que, por cada 100,000 personas de esa edad, 642 adquieren el virus. Entre los países latinoamericanos de la comparación, solo lo mejora México. Ahí es de 590.32. En el resto es tiene peores registros: Costa Rica 736, Honduras 794, Colombia 1,231, Perú 2,146 y Chile 3,027.
Los datos son parecidos entre la población entre 20 y 29 años y entre 40 y 49 años. La tasa es menor. Hay menos casos. La diferencia se profundiza en cuanto se incrementa la edad. Los datos sugieren que en Guatemala los mayores de 60 años se están enfermando menos, o que se están detectando menos, mientras que en el resto de los países latinoamericanos (con excepción de Costa Rica), lo hacen más.
Aunque hay menos casos detectados, la mortalidad por COVID19 de Guatemala está entre las más altas en la población entre 30 y 39 años y es de las menores a partir de los 70 años. Por cada 100,000 personas entre 30 y 39 años mueren cinco. Al igual que la letalidad, la mortalidad nacional supera al resto de Latinoamérica, con excepción de México y Perú, donde es casi el triple y más del doble, respectivamente.
Costa Rica presenta la menor mortalidad (0.6) por debajo de España (1) e Italia (0.9), dos de los países europeos más afectados por la pandemia. Honduras y Colombia se encuentran cerca de Guatemala, pero todavía con menos casos, con 5.4 y 5.6 cada uno.
«El virus no discierne por edad y hace más vulnerables a ciertas personas», dice Karin Slowing, médica y experta en desarrollo y salud pública. «La diseminación del COVID19 entre la población puede estar más generalizada de lo que esperamos, por lo que más jóvenes se infectan y más tienen consecuencias graves», puntualiza.
Una población joven pero enferma, sin atención de salud y sin datos
El Censo de Población y Vivienda de 2018 determinó que en Guatemala la mayoría de la población es joven. El 42% tiene entre 15 y 39 años, 16% entre 40 y 59 y apenas el 7%, 65 o más. Este dato se manejó con esperanza al inicio de la pandemia.
Uno de los primeros y más importantes estudios fue el elaborado por el Imperial College de Londres. Hizo proyecciones para el Reino Unido y Estados Unidos a partir del impacto del virus en China. Se esperaba que letalidad para personas entre 30 y 39 años sería del 0.08%, entre 40 y 49 del 0.15%, y entre 50 y 59 del 0.60%. Guatemala se encuentra muy por encima de esos porcentajes.
Una consideración importante desde el inicio de la emergencia fue que si bien los jóvenes se podían contagiar (nadie es inmune al virus), se esperaba que soportaran y sobrevivieran más a la enfermedad.
«Yo pensé que la conformación de la población iba a ayudar, y que sería un factor protector, pero la evidencia está diciendo que no, dice Slowing». «Esto nos demuestra que somos una sociedad enferma. Es dramático ver que la resistencia natural de los jóvenes está siendo mermada». Para ella la causa está tanto en los malos hábitos como en la desigualdad y pobreza, que ocasiona desnutrición en una buena proporción de la población.
Una de las principales razones por la situación vulnerable de las personas jóvenes es la presencia de enfermedades crónicas desde temprana edad. Según el epidemiólogo Kevin Martínez Folgar, Guatemala es un país que propicia que la gente se enferme. «En la ciudad, por ejemplo, hay condicionantes para desarrollar este tipo de enfermedades que no se presentan en otros lugares. En San José, Costa Rica, la gente no tiene temor a que la asalten, puede caminar por las calles o movilizarse en bicicleta», afirma. «Esto sumado a una mala calidad de vida, con altos niveles de contaminación ambiental, predispone a las personas a padecer de enfermedades cardiovasculares y respiratorias, sobrepeso, e hipertensión a edades mucho más tempranas que si lo hubiera desarrollado en otro lado», puntualiza el epidemiólogo.
Estas enfermedades unidas al COVID19 crean un escenario fatal. «Comorbilidades» es el término exacto. Slowing expone este criterio: «Es la consecuencia de la malnutrición tanto en déficit como de patrones de consumo de alimentos llenos de azúcares y grasas. También afecta el alcoholismo, la nicotina y la falta de ejercicio».
La existencia de comorbilidades fue una preocupación desde el inicio de la pandemia para las poblaciones de países en vías de desarrollo. En estos lugares la mayoría de población vive en pobreza o pobreza extrema, y los sistemas de salud son débiles y sin capacidad de atención.
El guatemalteco Diego Alburez, investigador del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica en Alemania, participó en un análisis sobre la incidencia de otras enfermedades en el desarrollo de la pandemia para países que no integran el primer mundo. Se publicó en junio.
«Al inicio solo se tenía información de Europa, Estados Unidos y China. Los datos sobre la distribución de la mortalidad en los distintos grupos de edad eran de países desarrollados. Pero en los que están en vías de desarrollo y con ingresos bajos, hay condiciones que subyacen a la edad y al envejecimiento. Las más importantes son las comorbilidades», afirma.
El estudio tomó datos de Brasil y Nigeria, previó que las enfermedades crónicas agravarían la situación para personas jóvenes durante la pandemia. «Si esta influencia es considerable, las diferencias entre las poblaciones sugieren que las personas más jóvenes en países de ingresos bajos y medianos pueden tener un riesgo sustancialmente mayor de enfermedad grave por COVID19 que las personas de la misma edad en entornos de ingresos altos», afirma.
Además, en los países en vías de desarrollo, como en Guatemala, las enfermedades crónicas se presentan a temprana edad y facilitan la muerte por COVID19. «Personas que tenían comorbilidades en Guatemala ya se murieron. No lograron llegar a edades avanzadas porque no existe un sistema de salud que les atienda y permita seguir vivos», dice Alburez.
Esto puede explicar por qué las tasas de prevalencia y de mortalidad por COVID19 en Guatemala se invierte en comparación con otros países a partir de los 70 años. Mientras acá mueren más jóvenes por cada 100 mil, en adultos mayores son menos. La tasa de mortalidad acá es de 101.1, 58 menos que en Honduras y 77 menos que en Colombia.
«Como Guatemala no ofrece la sobrevivencia de su población enferma, porque no existe un buen sistema de salud, podemos pensar que la gente que llega a una edad adulta es muy resiliente”, explica Alburez.
El epidemiólogo Kevin Martínez Folgar coincide con este criterio. Dice que el porcentaje de población joven en Guatemala se explica porque no hay oportunidades de sobrevivencia para llegar a una edad adulta. «Que haya más jóvenes que ancianos no es azar. Desde hace mucho no dejamos que la gente llegue a edades avanzadas. Por una u otra razón fallecen y muchas veces es por enfermedades crónicas no tratadas», afirma.
Sin política de prevención y sin datos
En Guatemala no solo hace falta la capacidad para atender a las personas con enfermedades crónicas. El enfoque en la cura y no en la prevención temprana es grave. «Esta sociedad invierte poco en mantener sana a su gente. Tenemos un sistema de salud que no está detectando previamente los riesgos y manejándolos antes de que lleguen a fases complejas», afirma Slowing. «Ahora mismo los parques están cerrados, pero están abiertas las tiendas de comida chatarra. ¿En dónde se divierten los jóvenes? Esto crea estilos de vida poco saludables», asegura.
De acuerdo con Martínez Folgar, la detección de las enfermedades crónicas llega tarde, hasta el momento en que las personas presentan síntomas fuertes. «En Guatemala las personas descubren que tienen diabetes o hipertensión porque les dio un dolor de cabeza tan fuerte que se desmayaron o porque ocurrió algo. Entonces ya es demasiado tarde», afirma.
A eso se suma la falta de datos sobre enfermedades crónicas entre la población guatemalteca. En 2006 se hizo la única encuesta de diabetes, hipertensión y factores de riesgo de enfermedades crónicas. Solo abarcó a la población de Villa Nueva y determinó que el 2.44% de jóvenes entre 20 a 40 años no sabía que padecía hipertensión o estaba en la fase temprana de esa enfermedad. Lo mismo sucedió con jóvenes con diabetes. El 2.75% ignoraban que la padecían.
«Hay muchas cosas que no conocemos todavía, como la exposición previa de la población a otras enfermedades. En Guatemala hacen falta sistemas robustos de información. Es frustrante», dice Alburez.
El futuro frente al virus
En Guatemala la alta letalidad de jóvenes por COVID19 requiere de transformaciones profundas en el sistema de salud, el acceso a los recursos, sobre todo a la alimentación, y en mejorar los hábitos de vida.
Mientras tanto, para reducir la mortalidad son necesarias medidas inmediatas para proteger a la población, una de ellas es la detección temprana de casos por COVID19 para que las personas reciban atención desde el inicio, y no hasta cuando presenten dificultades para respirar.
«Es necesario un tamizaje y rastreo activo de casos de base comunitaria para identificar a la población en riesgo. En el corto plazo lo único que se puede hacer es la detección temprana», dice Slowing. «Este virus no se irá ni en diez meses. Tenemos que aprender a convivir con él y eso implica cambios de fondo en el sistema de salud para la prevención de enfermedades», concluye Slowing.
*Los datos sobre la pandemia se tomaron, en el caso de España, Italia y Suecia de los informes de la primera semana de agosto. Guatemala, Colombia y Chile del 9 de agosto. México, Honduras, Costa Rica, Perú del 11 de agosto.
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