Cuando los candidatos perdedores saben que van a perder
Cuando los candidatos perdedores saben que van a perder
Cuando un partido político participa en unas elecciones lo arriesga todo. Incluso hasta la posibilidad de desaparecer. Esta es la historia de cómo los partidos políticos pequeños pierden para ganar, mueren para sobrevivir, en medio de la crisis de representatividad de Guatemala.
A los que pierden nadie los visita. Nadie les aplaude. Nadie les toma fotografías. Los candidatos que han perdido las elecciones lo saben, tan bien lo saben, que nunca suelen esperar a nadie. La prensa, los amigos, los dejan en paz. En sus sedes de partido no hay fiesta, nada se ha preparado para la ocasión, ni tarimas ni luces ni música ni comida. La calma y el silencio es el contexto natural de aquellos que no logran sus objetivos electorales.
Y más cuando los partidos políticos que impulsan a los candidatos perdedores, están en riesgo de desaparecer del ecosistema político del país.
El Partido Institucional Republicano (PRI) es uno de los que ha corrido esta suerte. Los resultados electorales del 6 de septiembre lo han ubicado en el penúltimo puesto de la contienda por la Presidencia. Y en cuanto a sus candidatos a diputados por la lista nacional, el décimo cuarto lugar les pertenece con apenas 55 mil votos. En consecuencia el PRI no logrará tener un solo representante en el Congreso de la República. En su sede de la Avenida Las Américas, luego de que el Tribunal Supremo Electoral (TSE) iniciara los conteos preliminares de las elecciones generales 2015 en Guatemala, todos han perdido la esperanza. Ni el secretario general y candidato presidencial del partido, Luis Fernando Pérez, ni uno sólo de los dirigentes, ha querido permanecer en el lugar. Es un sitio triste, sin brillo, donde nada sucede, salvo por la actividad de varios agentes de seguridad privada que atestiguan, sin quererlo, el fin de una agrupación partidaria en Guatemala.
Según la Ley Electoral y de Partidos Políticos, si un partido no logra llegar al 5% de intención de voto a la Presidencia, y si no logra colocar un solo diputado en el Congreso, ese es su final.
“El sistema electoral en Guatemala está hecho para que no haya partidos de larga duración. El contenido ideológico, toda la teoría política que conocemos desde la academia, está prevista para ser interpretada al revés en nuestro país”, dice el analista independiente Renzo Rosal.
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Y entonces sucede que para los partidos pequeños, las elecciones, se convierten en una gran apuesta, en una ruleta rusa dentro del tambor de un revólver. Siempre habrá un partido o varios con altas probabilidad de morir cada cuatro años.
“La poca temporalidad, el exceso de flexibilidad, es lo que no permite la durabilidad. Lo que ocurre con los partidos en general es que son parte de la crisis de representatividad. De hecho no representan a nadie”, señala el politólogo, sociólogo y docente Luis Fernando Mack. “Guatemala está llena de partidos que no son reales”, agrega.
Sin embargo, los partidos pequeños siempre estarán ahí, cada cuatro años. Invierten tiempo, dinero, esfuerzo, publicidad, reúnen gente, luchan. ¿Por qué?
Desde 1985, en los años de la transición democrática, como explica el académico Edelberto Torres Rivas, más de 60 partidos políticos han desaparecido. La frase de Torres Rivas “Guatemala es un cementerio de partidos políticos” se ha vuelto clásica entre los científicos de la política del país.
Perder es ganar
Nacer, morir es el ciclo natural de muchas organizaciones políticas. A veces lo hacen inmediatamente, en su primer proceso electoral. Sobrevivir como sea, a como dé lugar, es la premisa desde el principio para muchos candidatos. Una intención a la cual, junto a los partidos políticos, los postulantes a cargos públicos intentan aferrarse con fuerza. No se trata de crear cuadros, sino de posicionar personajes. Contar con capital humano. Tener a futuro algo que vender, exhibir en las vitrinas electorales. “Los partidos políticos sólo son vistos como un requisito para participar dentro de los comicios. Poco importa el qué, el cómo, el contenido”, analiza el politólogo Javier Brolo.
En consecuencia, Guatemala ha visto desfilar a infinidad de candidatos, agrupaciones políticas. Un enorme número de agrupaciones sobrevivientes. Partidos zombis, también, que se mantienen por inercia a lo largo de los años a la espera de un golpe de suerte. A veces la fortuna llega —tal como ha sucedido en 2015 con el partido Frente de Convergencia Nacional (FCN-Nación), que ha ganado las elecciones de la mano del comediante, Jimmy Morales–, otras no. Porque perder unas elecciones en Guatemala también puede significar ganar.
Dice Rosal que la sobrevivencia de los partidos es un negocio redondo. “La jugada consiste en participar, no ganar; la estrategia es mantenerte vigente. No perder la ficha del partido. Muchas veces la consigna de los políticos radica en comprar fichas de agrupaciones electorales ya posicionadas”. Un ejemplo de esta dinámica es la Unión del Centro Nacional (UCN) que Mario Estrada compró y rebautizó como Unión del Cambio Nacional (UCN), o el Partido de Avanzada Nacional (PAN), que ha sobrevivido más de 25 años cambiando de propietarios y de secretarios generales.
“Una gran mayoría de partidos pequeños lo que están esperando es una fuga de algún candidato fuerte que los pueda llevar a la Presidencia. Son oportunistas. Son partidos franquicia, y se venden al mejor postor”, indica Luis Mack.
Mutar y morir en el intento
El PRI, no obstante, es un partido con una sombra muy larga detrás de su creación. De hecho, Luis Fernando Pérez, como secretario general de la organización, ha dicho que dentro de sus maestros en la política se encuentra el general en retiro y expresidente de facto (1982-1983), Efraín Ríos Montt, fundador del Frente Republicano Guatemalteco (FRG), para explicar el origen del PRI. Este partido que desaparece en estas elecciones de 2015, surgió del quiebre y fragmentación del FRG que llegó con gobierno con Alfonso Portillo de 1999 a 2003.
Para los politólogos, estas mutaciones o transformaciones también pueden explicar parte de los nacimientos y muertes de partidos políticos por medio de las refundaciones poco exitosas. De nuevo, el problema es la representatividad. “Un partido pequeño puede ser producto de la falta de democracia desde el interior de un partido grande. Es decir, cuando los dirigentes de los partidos han fracasado para llegar a acuerdos o compromisos. Entonces se dispersan al punto de sacrificar un proyecto a costa de un capricho personal. Parte de la política es poder construir acuerdos, poder llevar compromisos y resolver diferencias. La inmadurez de los líderes de las agrupaciones políticas en Guatemala crea escisiones graves, como el PRI o el PAN, que los mantienen al borde de la desaparición”, argumenta Brolo.
Pero este 2015, no sólo el PRI desaparecerá. El partido Movimiento Nueva República (MNR) tampoco logró porcentajes —presidenciales y legislativos— suficientes para sobrevivir. Otros partidos como MiPais o Corazón Nueva Nación (CNN) o Movimiento Reformador (MR) únicamente participaron con candidaturas para el Congreso de la República y no para la Presidencia, lo cual, según el analista Javier Brolo, automáticamente los hace continuar con vida, algo de oxígeno para seguir respirando. “La estrategia de no competir para la presidencia es parte de cómo un partido intenta no desaparecer. Claro, cada partido tiene intereses propios, como CNN, que sirvió de respaldo a Lider (Libertad Democrática Renovada, que aún sin los resultados oficiales del Tribunal Supremo Electoral se posicionaba como el tercer lugar junto a su candidato Manuel Baldizón). O bien otro caso, como Convergencia, que tiene claro que posicionarse en el Legislativo es en realidad lo que necesita”, dice Brolo.
La sede del MNR de la zona 1, unos instantes antes de la conferencia de los resultados preliminares de los magistrados del TSE cerca de la media noche, lucía desolada. Nadie adentro, ni en los alrededores. Las luces apagadas. Aníbal García, su secretario general y candidato presidencial, ha sostenido que el MNR cuenta con una ideología de izquierda. Para los politólogos consultados, como Brolo o Rosal, la izquierda en Guatemala se encuentra sumida en una serie de complicaciones, a punto de desaparecer. Hasta la semana pasada, para muchos centros de investigación, organizaciones políticas con ideología de izquierda como la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG), Winaq —ambos aliados en estas elecciones de 2015—, y MNR estaban en peligro de extinción. La alianza entre Winaq y URNG, logró colocar al menos a dos diputados en el Congreso de la República por el listado nacional, lo que les permite respirar, existir al menos cuatro años más.
“La izquierda de Guatemala es como una diáspora, sin unidad”, dice Fernando Mack.
A las 11 de la noche del domingo 6 de septiembre, la sede de la URNG en zona 2 apenas esperaba algo de atención. Dos o tres candidatos a diputados permanecían en el interior. Además del secretario general, Gregorio Chay, y el secretario de asuntos internacionales, Pablo Ceto. Desolados, sin demasiados acompañantes, para los dos representantes de URNG el partido no está muerto y el proceso electoral de este año ha cumplido con sus objetivos: “No perder la ficha”, dice Chay. Entre sus estimaciones estaba colocar a su candidato a la presidencia, Miguel Ángel Sandoval, en un 3% de los votos a nivel nacional. Alcanzaron únicamente el 2.06.
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—Toca renovarse o desaparecer —dice Ceto.
—La izquierda en Guatemala no ha sabido ajustarse a cambios necesarios, no ha podido acoplarse a las nuevas realidades del país. La URNG está en ese proceso —indica Chay.
En los conteos preliminares de mesa, por ejemplo, si se sumaban los votos a favor de los partidos que se autodenominan de izquierda, como URNG/Winaq, MNR y Convergencia, fácilmente alcanzaban números suficientes para no desaparecer, colocar más diputados en el Congreso, o bien aumentar el porcentaje a poco más del 3% a nivel nacional para su candidato a la Presidencia.
—¿Por qué la izquierda en Guatemala no está unida, aun con peligro de desaparecer, de desvanecerse de los próximos procesos electorales? —se les cuestiona a los dirigentes de URNG.
—Es parte de las diferencias que tenemos entre los partidos. Nosotros queremos cambiar varias cosas. Reinventarnos. Que nueva gente asuma y pueda participar con nosotros. Otras agrupaciones de izquierda no quieren hacer estos cambios —dice Chay.
—¿Los viejos comandantes de la guerrilla, como Pablo Monsanto, exURNG y ahora en ANN con Convergencia?
—No quieren cambios —cierra Chay.
Este tipo de partidos pequeños, como explica Brolo, pueden llamarse “partidos nichos”. “Tienen un electorado arraigado, quizá radical en sus planteamientos, pero su función es la de vincular a estos ciudadanos a la toma de decisiones dentro de las instituciones públicas. En el tema ambiental, en pueblos indígenas o también el campesinado”, dice el analista.
Cuando un partido desaparece lo que queda es volver a organizarse. Resucitar. Pero para volver a la vida —con otra ficha, con otro nombre— los límites legales son pocos. El pasado desaparece. Es borrón y cuenta nueva. No importa si los mismos integrantes, los mismos afiliados, la misma junta directiva, crea un nuevo partido. Desaparecen pero, de fondo, no dejan de existir. Y los recién creados partidos vuelven a intentarlo, toman el riesgo de participar en unas elecciones. Nacer, morir, o quizás reinventarse. Las reglas son permisivas. Lo políticos asumen el riesgo de fracasar, o bien, posicionarse.
“Para la agrupaciones políticas que se refundan, es más fácil cambiar de nombre y continuar dando batalla, que resolver conflictos internos dentro de su partido. Es muy inmaduro”, señala Luis Fernando Mack.
Rosal expone, sin embargo, que sobrevivir a toda costa también tiene implícito el interés de convertirse en un mostrador, un exhibidor, una estantería. “Los partidos pequeños siempre están a la espera de que algún candidato se fugue de un partido grande para ofrecerle un vehículo de continuidad. Está previsto para generar el sistema perverso de nuestra política”, argumenta el analista.
Al final de cuentas, intentar llegar a consensos entre los viejos líderes y los jóvenes en ascenso dentro de un partido político, es más difícil que organizar 25mil firmas, en 50 municipios, con un mínimo de 40 en cada uno, para crear una nueva organización partidaria. Es más una dificultad logística y monetaria que una ideológica. Porque el sistema de partidos políticos, como una especie de Dios Saturno (Cronos), está diseñado así, para engullir a pequeños partidos políticos, desaparecerlos; pero, en este caso, el padre engulle a sus hijos y los vomita intactos, y con más vicios de representatividad.
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