Sillas de madera que invitaban a leer un verso del poeta y que lucían un clavel rojo llenaban cada una de las habitaciones de la casa. En la ventana que da a la calle, una imagen del maestro y literato invitaba a ingresar y adentrarse en las letras de su arte. Un espacio de 22 días que incluye una muestra de barriletes en la Antigua forma parte de la conmemoración del 33 aniversario de su captura.
Un 15 de mayo, el de 1984, el maestro Luis de Lión fue capturado en la 11 calle y 1a. avenida de la zona 1 de la ciudad. Caminaba luego de recoger un caset con música clásica que le cautivaba. No llegó a escucharlo. Sus captores, esos cobardes que describió magistralmente en el poema La caza del venado, dedicado a Oliverio Castañeda de León, lo vigilaron y cercaron para llevárselo. Su familia, su esposa y sus hijos recorrieron hospitales, morgues y centros de detención en una búsqueda que resultó infructuosa.
El silencio en torno a su destino fue toda la respuesta del Estado. El maestro, el poeta que cambió su nombre para burlarse de un idioma que le era impuesto, fue arrancado de raíz del seno de su familia, de sus alumnas y alumnos, de su pueblo. Solo años después, en el nuevo siglo, la publicación del llamado Diario militar les daría alguna respuesta. Junto a más de 180 personas, Luis de Lión aparece mencionado entre las víctimas cuya situación registra el documento.
El diario habla de su captura, y ese código perverso que se ha interpretado como muerte da a conocer que el 5 de junio, 22 días después de su detención, fue asesinado. Sin embargo, su cuerpo nunca fue entregado a la familia. Luis el maestro, Luis el poeta, Luis el revolucionario, fue detenido y luego desaparecido como mecanismo para borrar su vida. Él forma parte de las más de 45 000 personas cuyo paradero es desconocido luego de que fueran detenidas por fuerzas de seguridad. Ese método de crueldad se instaló para castigar la rebeldía y obligar al terror y al olvido.
Pero la tenacidad llamada Mayarí, esa niña morena de ojos vivaces, hoy una mujer en la plenitud, hace recordar año con año la memoria del maestro, del poeta, del revolucionario, del padre ejemplar. Por eso llegó a la Casa de la Memoria. Para decir presente en la recordación de la vida. Para mostrar que, pese a la intención malvada de negarlo, él sigue vivo en la memoria de quienes se acercan a repasar sus versos, a leer sus libros. En la memoria de las niñas y los niños que aprenden y se apropian de sus libros para ellas y ellos. En las niñas y los niños que cada tarde llenan de voces de vida los espacios de la antañona casa museo hoy convertida en centro de formación musical y artística.
Luis el maestro, Luis el poeta, se multiplica en cada niño o niña que egresa de los programas de formación artística que llevan su sello. Se reproduce en cada usuario o usuaria de la biblioteca que lleva se nombre. Está más presente que nunca porque al final de cuentas no enmudecieron sus versos ni sus letras.
Como tampoco silenciaron las voces de Carlos Cuevas, de Héctor Interiano, de Rubén Amílcar Farfán o de Otto René Estrada. Todos, atrapados ese fatídico 15 de mayo en el marco de la operación que buscaba anular toda posibilidad de resistencia urbana a la barbarie. Todos, también mencionados en el Diario militar. Ese documento que evidencia la burocracia de la muerte, como la llamó Jean Marie Simon, y que no es más que el registro cotidiano del terror desde el Estado.
A más de 30 años de los secuestros masivos del 15 de mayo, del secuestro y la desaparición de Luis de Lión, su obra está presente y su legado continúa vigente y se crece porque esas letras subirán el 5 de junio con los barriletes en la Antigua para decirle: «Maestro, aunque el tiempo principia en Xibalbá, vamos a llegar hasta la puerta del cielo».
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