El control estatal de Internet y de los medios de comunicación ha sido implementado por distintos regímenes autoritarios que han concebido maneras de controlar y contrarrestar el impacto político del uso de ese recurso por la población civil. Desde el mundo árabe, donde la mayoría de las redes sociales están bloqueadas, hasta la República Popular de China y Corea del Norte, donde el Estado policial controla casi toda la información que los ciudadanos pueden leer, lo que escribimos y lo que ustedes como usuarios pueden leer han sido vigilados y en muchas ocasiones censurados.
Para los gobiernos autoritarios (o para los que están en miras de convertirse en tales), Internet es el enemigo número uno, ya que este es el lugar donde de forma veloz e inmediata podemos dialogar y compartir ideas personas individuales, líderes de la sociedad civil, empresarios y representantes de la comunidad internacional. Para contrarrestar la libertad en Internet, los gobiernos suelen implementar medidas orientadas a coartar o eliminar la comunicación. Algunas de esas medidas son restringir el acceso a Internet, filtrar o moderar contenido que se publica, censurar o silenciar la oposición bajo amenazas, controlar el comportamiento en línea e incluso prohibir su uso por completo.
Junto con lo anterior, el gobierno usualmente amplía su control de Internet mediante estrategias proactivas que le permiten guiar el desarrollo del medio para promover sus propios intereses y prioridades con sus propias noticias y verdades. Así, la receta perfecta de estrategias reactivas y proactivas consolida el control de los regímenes autoritarios de maneras que muy difícilmente logran ser revertidas. Actualmente, en Guatemala vemos muchas prácticas proactivas mediante la contratación de usuarios de netcenters para popularizar y posicionar ciertas visiones y mensajes favorables al gobierno en torno al pacto de corruptos, así como para deslegitimar la protesta ciudadana ante los casos de corrupción e impunidad.
China, Corea del Norte y Cuba son tres casos ejemplares sobre el control político reactivo y proactivo de Internet. La lista también incluye Venezuela, Turquía, Irán y Arabia Saudita, por mencionar algunos regímenes autoritarios. Muy de cerca los seguiremos países como Guatemala y Honduras si este año los medios de comunicación y las ventanas de diálogo y de discusión empiezan a ser censurados y cerrados por los gobiernos actuales y sus allegados.
Para entender cómo pretenderán censurarnos o silenciarnos, veamos brevemente algunos puntos del caso de China. En este país, a pesar de que se fomenta y permite el uso de Internet como herramienta económica, se ha establecido un acceso a la información moldeado por regulaciones severas, censura de medios, monitoreo y control de autores, arrestos selectivos de opositores y uso de distintas tácticas de miedo. De la misma manera, pero con menos sutileza e inteligencia que sus pares asiáticos, los políticos guatemaltecos son veloces en atacar a sus opositores, en tildarlos de «terroristas» o de «enemigos de la patria», y los monitorean y acusan falsamente ante el público. En China han ido más lejos y fueron enérgicos y rápidos en atacar a grupos de oposición mediante regulaciones severas a los medios y medidas punitivas contra escritores con el fin de enviar un «mensaje» o una «lección» al resto de los opositores.
Curiosamente, de China podemos aprender también que el principal aliado de la libertad está fuera del país. Para la oposición china, los actores internacionales han sido los vehículos que han permitido utilizar formas de organización y de comunicación que desafían el Estado autoritario. Para los guatemaltecos, esto debe ser un llamado de atención y un jalón de orejas. Debemos ver en la comunidad internacional un amigo y aliado en la lucha por la libertad, y no el enemigo que los discursos del gobierno buscan vendernos.
Internet es joven y no sabemos qué nos depararán el futuro y la libertad de comunicación con esta herramienta. Sin embargo, nos quedan las lecciones de los antiguos. Parafraseando a Marco Tulio Cicerón en su obra La cosa pública, sabemos que los gobiernos autoritarios son los menos estables y que tan solo se requiere que el rey o líder empiece a abusar en exceso para convertirse en insoportable a los ojos del pueblo. Nuestros gobernantes no han aprendido esta última lección. Creen que sus excesos en acciones y en discursos pasarán desapercibidos, pero está en nosotros hartarnos de sus abusos y en exigirles que se retiren.
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