Sin embargo, de nada de eso se habla en el Congreso porque allí lo único que puede inclinar balanzas es el Listado Geográfico de obras. Lo demás, los temas que son fundamentales para el país y que constituyen el meollo de lo que el Congreso tendría que analizar anualmente para definir en buena medida las políticas de desarrollo del país, todo eso sale sobrando porque no hay muchos diputados que se preocupen por la cuestión. Ya está demostrado que para aprobar un préstamo, aunque sea a rajatab...
Sin embargo, de nada de eso se habla en el Congreso porque allí lo único que puede inclinar balanzas es el Listado Geográfico de obras. Lo demás, los temas que son fundamentales para el país y que constituyen el meollo de lo que el Congreso tendría que analizar anualmente para definir en buena medida las políticas de desarrollo del país, todo eso sale sobrando porque no hay muchos diputados que se preocupen por la cuestión. Ya está demostrado que para aprobar un préstamo, aunque sea a rajatabla, no hacen falta análisis financieros ni estimaciones sobre el impacto de la deuda. Es más, no hay una opinión que tome en cuenta siquiera las tasas de interés y su impacto en el servicio de la deuda porque eso, para los diputados, es irrelevante.
Como todos los años, la discusión sobre el Presupuesto General de la Nación es tema de grupos de pensamiento y de los medios de comunicación que repiten una y otra vez los mismos argumentos porque todas las administraciones financieras incurren en los mismos vicios, que no son realmente errores, pasando por alto el enorme significado que para delinear estrategias de futuro nacional tiene la formulación del Presupuesto. No digamos la letanía anual sobre las maniobras que se hacen con las normas presupuestarias que siempre son de manga ancha para facilitar los trinquetes que terminan siendo, en última instancia, la razón principal de las asignaciones en todos los rubros.
Y es que cuando hablamos de los ingresos ordinarios y la escasa recaudación que hay en el país tenemos que entender que ello nos afecta desde el punto de vista de que Guatemala se rezaga en promoción del desarrollo humano por carencia de inversiones adecuadas. Pero inmediatamente surge el tema de que la gente no quiere pagar más impuestos porque se hace mal uso de los recursos y se dilapidan en corrupción. Los más poderosos grupos de presión, que tendrían que pagar más impuestos, al final se conforman con una corrupción que no sólo les da oportunidad de obtener ganancias mediante el ordeño de los recursos públicos, sino que, de ajuste, sirve de pretexto para torpedear cualquier idea de reforma fiscal que permita incrementar los ingresos con relación al PIB para llegar apenas a los niveles más bajos del mundo.
En lo único que los funcionarios públicos coinciden es en llevar el clientelismo también al servicio civil, asumiendo compromisos salariales que no han sido aprobados por el Congreso pero que se convierten en camisa de fuerza porque aunque no haya recursos para lo indispensable, los acuerdos con sindicalistas corruptos están a la orden del día y en eso no hay vuelta de hoja ni, por supuesto, debate parlamentario.
Somos un pobre país en muchos sentidos, pero no sólo por la pobreza que existe en toda nuestra geografía, sino por la ausencia de participación ciudadana para forzar a los dirigentes nacionales a asumir posturas congruentes con las realidades y necesidades de la población. Esto que vemos ahora con el presupuesto, con el desinterés cínico de quienes tienen que discutirlo y aprobarlo, es apenas un reflejo de cómo es que en realidad se gobierna a nuestro país.
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