En términos generales se puede decir que los empleados se comportan como reflejo de las actitudes de su jefe y eso salta a la vista cuando uno se topa con alguna de las muchas personas que andan con guardaespaldas en nuestro país; si el jefe es alguien educado y respetuoso, quienes le cuidan se comportarán con respeto y educación hacia el resto de la gente, pero si el jefe es un patán abusivo, los guaruras van a ser exactamente igual como se puede comprobar tan frecuentemente en nuestras calles.
Si en realidad existiera una autoridad preocupada por la transparencia y por dar la imagen de que en el Gobierno se tiene vocación de servir a la Nación, no habría ningún funcionario que tuviera la desfachatez que tuvo el titular del Registro Nacional de las Personas para desafiar al país entero diciendo que seguirá derrochando el dinero del pueblo como lo hizo en Las Vegas, Nevada, al asistir a un evento inexistente. En otros lugares del mundo, la autoridad superior toma cartas en el asunto y destituye, sin contemplaciones, a quien además de tirar el pisto irresponsablemente, todavía tiene el tupé de defender lo indefendible como ha sucedido con este caso. Pero si de por medio hay contratos amañados y comisiones que no se quedan en el despacho de quien hace el negocio sino que tiene que compartir la utilidad con sus jefes y superiores, por supuesto que se le mantiene en el cargo y se le defiende a capa y espada porque, al fin y al cabo, el que es mandado no es culpado, como se decía antes en los juegos de niños.
Si existiera elemental sentido de responsabilidad administrativa no veríamos casos como el de la Viceministra de Salud Pública que se emborracha junto a su hijo, su guardaespaldas y su chofer, para comportarse abusiva y agresivamente. Si tuviera un jefe respetuoso de la institución a su cargo y que estuviera ocupado en trabajar por la salud pública en vez de tener un jefe que se ocupa de los negocios y que se comporta, a su vez, abusiva y prepotentemente, con toda seguridad que una viceministra jamás se animaría a actuar como lo hizo esa mujer que, obviamente, no tiene sentido de lo que es el respeto a sí misma, mucho menos hacia los demás.
Todo eso termina afectando a la imagen de las altas autoridades y la verdad es que se pueden gastar millones en propaganda, aunque la misma fuera bien elaborada y con excelente criterio técnico, que de todos modos no serviría en absoluto para mejorar la imagen de quienes nos gobiernan porque no tiene idea el Presidente Pérez Molina ni su Vicepresidenta, del efecto que tienen estos hechos en la opinión pública y la percepción que queda al conocerse de esos comportamientos arrogantes.
Destituir a la viceministra era indispensable, pero hay que ver por qué es que ella se sintió con alas suficientes para actuar de esa manera. Hay que ver qué pasa en la mente de funcionarios que no se dan cuenta de la temporalidad de su poder y que andan por las calles echando el carro de sus guardaespaldas en contra de cualquier ciudadano.
No digamos el caso del Renap, que es ofensivo para la población y cuyos efectos perjudiciales se trasladan precisamente al jefe del Ejecutivo porque, al no hacer nada, avala lo actuado y lo termina aplaudiendo.
* Publicado en La Hora, 9 de septiembre.
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