De nuevo, el guión es conocido: hay una serie de vicios, anomalías y atropellos cometidos sistemáticamente en contra de la legalidad del proceso y de actores que representan una alternativa. Lo que siempre sorprende es el nivel de cinismo y desvergüenza de quienes están llamados a defender los procedimientos legales y democráticos.
La corrupción, el abuso de poder y la ilegalidad que se practica sistemáticamente en las instituciones políticas del país (con la participación de otros actores y la indiferencia de muchos), parece haber ganado otra institución. Si ocurre lo que ha ocurrido en otros casos, pese a las ilegalidades y anomalías, la universidad tiene nuevo rector e iniciará su gestión.
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Sin embargo, el panorama no resulta tan sencillo. Este rectorado inicia con fuertes señalamientos, sin legitimidad y con oposición. Como no ha sucedido en otras ocasiones con resultados similares, ciertos recursos de la institucionalidad sancarlista, la identidad de diversos sectores y el grado de indignación, permiten que exista una oposición más o menos organizada, que denuncia el fraude y se opone a los resultados. Dentro del propio Consejo Superior Universitario existen representantes estudiantiles y docentes que han votado en contra de las resoluciones ilegales o anómalas de este órgano.
También existe oposición de estudiantes, docentes y trabajadores en varias unidades académicas y centros regionales. Existe un abierto rechazo no solo al candidato ganador, sino al procedimiento ilegítimo y antidemocrático. Grupos estudiantiles, diversos claustros y unidades académicas completas rechazan el fraude y la abierta ilegalidad.
No sé si las acciones legales o de hecho que se puedan emprender logren el objetivo inmediato de revertir el proceso y al rector electo. Como también se ha visto en otras ocasiones, la institucionalidad y el poder funcionan de tal manera que no permiten una corrección a través de medidas legales.
Pero el Consejo Superior Universitario y el nuevo rector se estarán enfrentando a algo que ni siquiera los ex rectores encarcelados (Murphy Paiz y Estuardo Gálvez) enfrentaron: un abierto rechazo y un cuestionamiento original y básico a su gestión. Enfrentarán una oposición directa y abierta de distintos sectores.
Claro que tampoco se quedarán de brazos cruzados. Como se ha visto en varias facultades, pueden recurrir a distintos mecanismos, incluyendo presiones hacia estudiantes y docentes (los profesores interinos son especialmente vulnerables), generar grupos de choque (como diversos grupos de encapuchados) y tomar distintas represalias en contra de la oposición.
Las posiciones son asimétricas. La institucionalidad otorga poder, pero la oposición no está desarmada y es posible que este proceso permita un grado de organización en la universidad que no se había visto en años (posiblemente en décadas). Existe mucho malestar y mucha indignación, incluso en sectores que no se han pronunciado abiertamente. Cómo organizar esa indignación es un reto para quienes nos encontramos hastiados de ver tanto atropello.
El rectorado que inicia es un rectorado espurio.
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