Empagua y el negocio de los camiones cisterna
Empagua y el negocio de los camiones cisterna
¡Ya va a llegar el agua a La Holanda!
Es un día de finales de 2019, todavía nadie ha oído hablar del coronavirus, y en La Holanda, una colonia de la zona 18, las mujeres están en pie de lucha. El angosto pasadizo, frente a la tienda de don Fer, está atascado de toneles, cubos, cubetas, baldes, botes de pintura, galones de aceite y cualquier otro recipiente que pueda contener agua. Mientras esperan, las vecinas platican y bromean con el encargado de Empagua, la empresa municipal de agua, Hengelbert Palacios, un joven delgado, de cara alargada, al que todas llaman Seco o Chespi. Siempre amable y dispuesto a echar una mano, ya es figura popular en la colonia.
Aquí, donde la escasez de agua es parte de la vida diaria, Empagua no logra dar un servicio adecuado a los habitantes. En vez de abastecerlos por las tuberías, les manda agua en camiones cisterna. La Holanda es una muestra más del desorden, las desigualdades, la falta de voluntad, la incapacidad técnica y las tensiones sociales que se ciernen sobre el servicio de agua en la capital de Guatemala.
El camión cisterna se parquea en retroceso por una calle empinada recién asfaltada. El chofer y su ayudante desenrollan la manguera, la llevan hasta la tienda y ponen a funcionar la bomba. La manguera pesa, y a Chespi le cuesta controlarla cuando sale el potente chorro de agua. Con las maniobras para pasarla de tonel en tonel, de cubeta en cubeta, varias señoras acaban empapadas.
Con el agua, se alegran los ánimos. La tarea se convierte en un juego. Las mujeres se lanzan bromas de doble sentido y ríen a garganta suelta: agarrale la punta de la manguera”, dice una; miren, esa ya está toda mojada”, señala otra.
Yovitza, una de las más extravertidas, es la matriarca de una casa en donde viven cinco familias en cinco cuartos. Yo me encargo de todos acá: niños, adultos, tercera edad. Yo les digo qué tienen que hacer. Yo les pongo sus tareas”, dice mientras se llenan sus toneles.
Se apaga el chorro. Viene la fase dos de la operación. Yovitza ordena a su tropa: mujeres de diversas edades, un hombre y varios niños. La tarea consiste en llevar, cubo a cubo, el agua de los toneles y vaciarla en la cisterna a la entrada de la casa. Cada cual, cargando recipientes acordes a sus fuerzas, recorre una y otra vez los cien metros que separan su casa de la tienda. Incluso un niño de tres años ayuda con una palangana de juguete. Montada sobre la cisterna, Estefany, una chica recia de 12 años, recibe los recipientes y los devuelve vacíos.
Al cabo de la tarea, Estefany baja de la cisterna con la muñeca hinchada y lágrimas de dolor. Pero al menos, tienen agua para una semana. Diez días si la hacen durar.
Yovitza, de 46 años ha vivido casi toda su vida en esa casa. Con orgullo, apunta que la Holanda es colonia y no asentamiento. En los asentamientos hay más mareros y en las colonias hay más servicios, dice. Aunque, a decir verdad, lo del servicio de agua, es discutible.
La Holanda está conectada a la red de Empagua. Pero pueden pasar meses y meses sin que llegue el agua por la tubería. A la casa de Yovitza, a estas alturas de 2019, lleva dos años y medio sin llegar.
¿Por qué no llega el agua a estas casas?, pregunto a un trabajador de Empagua.
Puede que las tuberías estén tapadas o dañadas. Puede que gente se esté robando agua más abajo. Como allá abajo son narcos, nadie denuncia y mejor no ir a ver explica. A veces, añade, los propios habitantes manipulan las válvulas con la esperanza de recibir más agua, pero lo que consiguen es hacer estallar las tuberías.
Según cifras de Empagua, 43% del agua que distribuye en la capital se pierde en tuberías defectuosas y conexiones ilegales.
Puesto que el agua no corre por ellas, la empresa municipal optó por colocar un parche: enviar camiones cisterna para reabastecer a las familias. Hay periodos de abundancia en los que las pipas llegan a La Holanda cada semana o cada diez días. Otras veces hay que esperarlas quince días o tres semanas. Incluso dejan de venir por cierto tiempo.
Ya le dijimos a Empagua que tiene la obligación de que el agua llegue a todas las casas. Pero nada opina Leticia García, representante de los vecinos. Sin embargo, está agradecida con Empagua por las pipas. —Sería bueno que las mandaran dos veces por semana.
Según el trabajador de Empagua no todo el mundo está satisfecho con este sistema que obliga a las familias a esperar cada semana el camión cisterna, y a perder tiempo acarreando agua que debería salir del chorro. Por esta, razón, hubo bochinches» en el pasado.
La gente quería que se arreglara la tubería para que llegara el agua por el chorro. Se llegó al acuerdo de que la muni haría las obras, y para mientras seguiría mandando las pipas recuerda. Luego, admite que las pipas seguirán viniendo por tiempo indefinido».
La Holanda no es la única colonia beneficiada» por este sistema de distribución con camiones cisterna. Otros barrios del Norte de la capital, como La Candelaria, Villas del Edén, El Paraíso 1 y 2, El Rinconcito y El Valle, son visitados a menudo por el mismo equipo.
Godzilla recorre la capital
Kevin Pineda, 26 años, alto, fornido, es el chofer de uno de los camiones cisterna de la empresa Santa María, la que contrata Empagua para repartir agua en la Holanda. Artista a ratos perdidos, ha decorado los tres camiones de la empresa con sus personajes favoritos: Scooby Doo, Bart Simpson, Pikachu, Bob Esponja y muchos pitufos. La cisterna de una de las pipas lleva un vistoso Godzilla. Por eso la gente la reconoce como la Godzilla».
En verano, cuando el agua empieza a escasear por toda la ciudad, Pineda trabaja sin parar. Sus jornadas, asegura, empiezan a las tres de la mañana y pueden terminar a las 11 de la noche. Además del contrato con Empagua, atiende pedidos de edificios y condominios entre los cuales están Lomas de San Isidro, Peña Dorada, Residenciales Los Pinos. Varios tienen pozo propio, pero se les secan en verano», indica. También va toneleando» por los barrios populares del norte de la capital: vendiendo agua por toneles. Q12 a Q14 por uno de 200 litros.
El agua la va a buscar a diversos pozos particulares repartidos por toda la ciudad. Pineda calcula que son unos 40. Llenar un camión, ocho metros cúbicos, 40 toneles, cuesta alrededor de Q100.
Uno de los pozos al que acude para abastecer La Holanda se encuentra cerca de la colonia Greystone, zona 18. Una poderosa bomba extrae el agua del subsuelo y la almacena en una cisterna bajo tierra. A ese pozo llegan a diario unas 25 pipas a recargar. En invierno, todo bien: el pozo rinde. Pero en verano, cuando no hay tanta agua, los camiones hacen cola. A veces hay que esperar dos o tres horas en la fila para llenar la cisterna», asegura Kevin.
Este desfile de camiones cisterna por toda la ciudad ocurre sin la menor regulación municipal. La comuna no sabe nada ni de la cantidad de agua que se reparte por pipas, ni monitorea su calidad. No hay requisitos que deban respetar.
Es agua potable porque es de pozo», sostiene Pineda. Pero, según María José Iturbide, directora de Funcagua, una organización que realiza estudios y acciones para mejorar la disponibilidad de agua en el área metropolitana, el que sea de pozo no garantiza su calidad: en las tuberías, los depósitos o las pipas, puede contaminarse. Sabemos de pipas que iban con sanguijuelas adentro», asegura Iturbide.
Paolo Aguilar, jefe de Empagua encargado de las zonas 17, 18, 24 y 25, no oculta la falta de control sobre las empresas repartidoras de agua: No hay ley de aguas, por lo que cualquiera puede sacar agua de cualquier lugar. No sabemos ni fiscalizamos a las empresas que reparten agua. No sabemos cómo la potabilizan, si lo hacen, o qué», dice.
Las únicas reglas que las empresas repartidoras sí respetan son:
- no entrar en el territorio de la competencia, y
- pagar la extorsión.
Empagua se ha sumado a esta forma ineficiente, costosa y contaminante de repartir agua en las colonias populares. En el camino, la que reparte sufre una extraña trasmutación: según la Constitución, el agua es un bien público mientras está en el subsuelo, pero entre las manos del propietario del pozo y de la empresa repartidora se convierte en mercancía. Una mercancía que Empagua compra y vuelve a convertir en un bien público para beneficio de los usuarios de La Holanda. Solo los jefes saben cuánto pagan, pero debe ser entre Q300 y Q500 por viaje», indica un empleado municipal.
De esta forma, Empagua palia su incapacidad para brindar agua por el chorro y evita que El Limón tome las calles en protesta.
La crisis por venir
Las protestas por el mal servicio de Empagua se han vuelto recurrentes. A finales de febrero 2020, vecinos de la Zona 2 marcharon porque el agua solo les llega una vez por semana. El 8 de febrero, vecinos de la Zona 13 tomaron la avenida Hincapié tras un mes sin agua. En abril 2019, fueron habitantes de la Zona 3 los que tomaron una avenida en protesta. Y así, sucesivamente.
En febrero de 2020, la municipalidad de Guatemala se puso en alerta amarilla institucional por el desabastecimiento de agua. Unos días después, la empresa municipal anunció la perforación de cuatro nuevos pozos en las zonas 18 y 17 para atender esas demandas. Cada pozo, calculan, producirá agua para entre 11 y 14,000 personas. Pero esa medida difícilmente resolverá el problema de fondo: los recursos en agua de los que depende el área metropolitana se están agotando.
A grandes rasgos, el agua que distribuye Empagua proviene de dos grandes fuentes: los ríos Xayá y Pixcayá, situados en Chimaltenango y traídos a la capital a través un acueducto, y los pozos municipales. Ambas fuentes están en crisis.
Con el cambio climático, se pronostica que las cuencas Xayá y Pixcayá producirán un 26% menos de agua en 2050. De hecho, este año, según la municipalidad de Guatemala, se observó una reducción del 25% del agua proveniente de Chimaltenango.
En cuanto al agua subterránea, el descenso de los acuíferos que alimentan los pozos es dramático. En algunas zonas de la capital, el nivel del agua subterránea baja entre 9 y 11 metros por año. Muchos pozos privados se han quedado sin agua, y los condominios o edificios a los que abastecían ahora dependen del servicio de camiones cisterna. En Mixco, municipio vecino a la capital en donde Funcagua ha realizado monitoreo de pozos, entre 1978 y 2018, el nivel ha descendido en 400 metros. La mayoría de los pozos de Mixco están a punto de secarse», asegura María José Iturbide.
Según un estudio del Instituto de Investigación y Proyección sobre Ambiente Natural y Sociedad (Iarna), la explotación del acuífero que yace bajo la ciudad capital es cinco veces mayor a su recarga.
Para María José Iturbide, directora de Funcagua, a esto se suma el crecimiento poblacional y la pérdida de cobertura forestal que reduce aún más la recarga de los acuíferos. Para la especialista, existe un riesgo de colapso del área metropolitana por la escasez de agua. El 50 % del PIB se genera en los doce municipios de Guatemala», indica. Hay mucha industria, muchas empresas nacionales y transnacionales. Si empiezan a migrar a otros países porque acá ya no hay agua, sería un tema».
Desigualdades en el Limón
Una de las primeras casas que la Godzilla abastece es una de tres pisos, bien repellada y pintada color zapote, con vidrios polarizados y columnas en la terraza. Frente a la puerta de entrada, sobre una pequeña pizarra blanca, se lee sin envidias, alegrémonos del bien ajeno». Desde la terraza de la casa, alguien jala la manguera y llena un depósito de gran capacidad. Las desigualdades en la Holanda son patentes: las casas más ricas tienen cisternas más grandes, y por lo tanto, pueden aprovechar mejor el agua que envía Empagua.
Al otro lado de la calle, hay una barranca no muy profunda. Es el cauce de un río temporal, lugar en donde, a todas luces, no debería vivir nadie. Sin embargo, crecen allí varias infraviviendas de madera y lámina. Son las más pobres de la zona.
Juanda Marleny, una mujer de unos cuarenta años, amigable, optimista, vive en una de estas casas. Tiene tres toneles, siete botes pequeños, y una cisterna de mil litros. Cuando están llenos, su familia goza de agua por 15 días. Técnicamente, no forman parte de La Holanda: la barranca en que habita es el límite de la colonia. Empagua hubiera podido negarles el agua. Para su fortuna, el encargado de la muni, Hengelbert Palacios, Chespi, abogó por ellos. Esto representa un ahorro bienvenido para esta mujer que, cada día, tiende un puesto mínimo de ropa de segunda mano sobre la calle. Esta es mi red, a ver si pesco algo».
No tiene otro trabajo, admite Juanda Marleny. El problema es que un básico ya no basta para trabajar. Pronto se va a necesitar un doctorado para trabajar. Por eso la gente migra. Mucha gente de aquí se ha ido. A veces a uno le dan gana de salir huyendo de su país, pero uno dice, si Dios lo tiene acá será por algo», dice.
A mediodía, Chespi, los choferes y los ayudantes de la empresa Santa María han terminado el reparto en La Holanda. Les ha tomado seis viajes ida y vuelta al pozo más cercano. Empalman ahora con La Candelaria, la colonia siguiente en El Limón. Al día siguiente, irán más al Norte, y así sin proponérselo, van dibujando el mapa de la escasez y la desigualdad en el acceso al agua en Guatemala.
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