Entre Cero en Conducta y Dorian Gray

Con el arranque oficial de la contienda por los cargos de elección popular que vive nuestro país destaca la obsesión de la mayoría de candidatos/tas, o tal vez de asesores, porque su rostro recoja la expresión «Juventud, divino tesoro». Sin embargo, se olvidan de que el poema de Rubén Darío continúa con: «¡Ya te vas para no volver!».

Y es que si no fuera porque junto a la postal del/la aspirante se lee diputado/da, alcalde o presidente/ta, se pensaría que presenciamos una disputa por una representación de aula universitaria, incluso de nivel diversificado, pues las caras libres de arrugas y otras manifestaciones del paso (y peso) de los años, muestra a «adolescentes tiernos».

Habría que preguntar cuál es la motivación, o temor, de quienes optan por «rejuvenecerse». Para empezar, si pretenden acercarse al sufragio joven, deben saber que millón y medio de nuevos/as ciudadanos decidieron no empadronarse. En segunda instancia, si miramos alrededor, Nayib Bukele tiene 42 años de edad, y Andrés Manuel López Obrador, 70. Un poco más allá, Gabriel Boric, 37; Luis Alberto Lacalle, 50; Rodrigo Chaves Robles, 62; Gustavo Petro, 63; Xiomara Castro y Alberto Fernández, 64; Guillermo Lasso, 68; Laurentino Cortizzo, 70; y Lula, 78. El promedio en esta selección de gobernantes del hemisferio se sitúa en 61.

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Por cierto, en estas latitudes del mundo está normada la edad mínima para optar a la primera magistratura. En Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador, México, Panamá, Paraguay, Perú y Uruguay, es 35. En Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Honduras y República Dominicana, 30, mientras que, en Guatemala, 40. Como anécdota, en Venezuela también es 30, y en Nicaragua, 25, aunque el dato es relativo porque el molde presidencial se adapta a la medida de Nicolás Maduro y Daniel Ortega.

A juzgar por la propaganda impresa, las y los candidatos del décimo proceso electoral guatemalteco se ocupan de aparecer en fotos con cutis tersos, frescos y saludables. Para ello su equipo de campaña recurre a Photoshop. Obviamente, el rostro es el primer factor de comunicación, pero los comicios no se concentran en las referencias en postes y vallas. En ese sentido, la apuesta de manipular imágenes puede derivar en que el electorado termine riendo como si los personajes surgieran de «Cero en Conducta», la serie televisiva de Jorge Ortiz de Pinedo, o emularan a Dorian Gray, protagonista de la célebre novela de Oscar Wilde.

Si bien los comicios de 2023 tienen clones de Pirruris y niño Polo Polo, la realidad es que saltar del cartel callejero a tarimas de mítines y espacios de programas audiovisuales en los que no hay filtros digitales, implica un giro tipo «El túnel del tiempo». El cambio de dimensión puede resultar contraproducente, pues la diferencia entre afiche y «carne y hueso» incidirá en que el impacto no dé margen a escuchar el mensaje de fondo.

En la línea etaria vale anotar que entre los mandatarios más jóvenes que ha tenido Guatemala están Jacobo Árbenz, 38 años, y Manuel Estrada Cabrera, 41. Y desde 1985 han triunfado Vinicio Cerezo, 44; Jorge Serrano, 46; Álvaro Arzú, 50; Alfonso Portillo, 49; Óscar Berger, 58; Álvaro Colom, 57; Otto Pérez, 62; Jimmy Morales, 47; y Alejandro Giammattei, 63. Aquí, el promedio es 53.

¡Ojo entonces con la ilusión de Photoshop!