No obstante, por lo avanzado de sus estudios, ya no considera conveniente realizar el intercambio, pues sólo le queda un año y en Ciencias de la Comunicación, justamente este año es crucial, pues se inicia la discusión del tema de tesis y todo lo referente al cierre de la carrera. Ahora su apuesta es irse a estudiar una maestría.
Obviamente mi primera reacción fue inquirir sobre la universidad a la que él quería asistir. Y mi sorpresa fue que sin ningún titubeo respondió: La Ibero (ese es el término con el cual en el ambiente de la URL se conoce a las universidades jesuitas de México). No obstante, hay varias y en efecto me aclaró que se refería a la del Distrito Federal.
Inmediatamente me alegré y comenzó la cabeza a darme vueltas. Vinieron a mí una serie de recuerdos. Muchos inmensamente gratos y me hicieron recordar, a los amigos, a los profesores, pero sobre todo, el programa mismo de maestría. No cabe duda que algo queda marcado en la memoria y el pensamiento. La apuesta del programa de maestría de la Ibero es apoyar la teoría y la investigación de la comunicación. No es por nada, pero muchos profesores de América Latina hemos egresado de ese programa.
Generar conocimiento y ser un referente en la discusión teórica y metodológica de la comunicación en América Latina ha implicado a la Ibero, el ITESO y otras universidades en el continente ubicarse en un espacio en donde no ha habido temor de pensarse y cuestionarse. En donde la principal propuesta educativa no ha sido otra cosa más que proponer nuevos recorridos teóricos, propios y pertinentes en y para el contexto latinoamericano, pero sobre todo buscar la autonomía metodológica de la investigación en comunicación.
Tengo muy presente esos espacios, los cuales eran propicios para hacerse las preguntas (correctas o quizá incorrectas). Arenas en donde los interlocutores estaban en la misma sintonía, pero especialmente, en donde había una larga trayectoria en la investigación de la comunicación. Se podía preguntar. Punto. Las respuestas no se encontraban, pero en ese momento éstas no eran el objetivo.
Volver a pensar en los compañeros de estudio, pero recordar a algunos profesores como Inés, Moisés, Juan Francisco, Salvador, Abraham, Ernesto, Margarita y Jorge, así como en sus proyectos de investigación, verdaderamente es algo muy grato y esperanzador. Algunos tratamos de seguir esos pasos, con dificultades pero ahí vamos. Magda García y Mónica Luengas dan cuenta de eso. Ojalá que José Carlos y muchos alumnos más puedan descubrir la maravillosa oportunidad que brinda un programa de estudios en donde la discusión teórica y metodológica de la comunicación es el pan de cada día, un bocado que se digiere desde el pensamiento, la crítica, pero sobre todo, desde la autonomía metodológica.
Revivir esos momentos fue como encontrar un oasis en este terrible desierto en el que se ha convertido nuestra realidad. Volver a ser el chico ibero implicó recordar clases, profesores, la abundante biblioteca, los excelentes e inolvidables amigos, las conversaciones en el pesero (bus urbano), pero sobre todo el olor a tacos y quesadillas de las ventas que estaban afuera de la Universidad (en ese entonces).
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