Convertida después en caricatura y película, la historia fue originalmente escrita por el italiano Edmundo de Amicis como parte de varios relatos de su libro “Corazón” (1886). En ella cuenta el largo peregrinaje del niño Marcos desde Génova, Italia, para reencontrarse con su madre quien ha emigrado a Buenos Aires como trabajadora doméstica para apoyar desde la distancia a su familia.
Me pareció muy atinada la analogía del jurista. Yo le respondía, sin embargo, que en dicha travesía no había coyotes ni polleros pero él me precisaba que los peligros y tristezas eran los mismos. Ciertamente. La migración italiana hacia el cono sur cuando la economía en la península pasaba aprietos a finales del siglo XIX, pero empezaba a florecer en Argentina o Estados Unidos, se hacía con limitaciones y condiciones difíciles (el viaje duraba un mes en barco) y los riesgos, incertidumbres, frustraciones y sinsabores que conlleva dejar lo conocido y querido por mejores oportunidades de trabajo –incluso arriesgando la vida para obtener una vida mejor–, son sin duda parecidas históricamente.
Sin embargo, la desesperación a la cual han llegado muchas poblaciones en pleno siglo XXI debido a la falta de atención de sus respectivos Estados y la perpetuación de modelos económicos excluyentes, ha creado olas de refugiados económicos alentando crisis humanitarias de gran magnitud. En la región, además de la violencia (percibida o vivida), la emigración como escape de la pobreza está en el plan de millares de jóvenes guatemaltecos en cualquier estrato social, particularmente los estratos bajos y medios.
Parte de la intensificación de la tragedia de los “Marquitos” de hoy día, tiene que ver también con otros factores que los emigrantes en el pasado ni vislumbraban, a saber: el surgimiento de regulaciones migratorias engorrosas que arrinconan a una situación irregular a los inmigrantes y el advenimiento de las estructuras de tráfico humano, inescrupulosas y millonarias empresas que sacan raja de esta situación, usando las redes sociales.
Un reciente reportaje de un periodista de la radio pública estadounidense desde Honduras, observaba que a pesar de que estas familias y adolescentes son pobres, la mayoría cuenta con smartphones y están conectados permanentemente con los coyotes para determinar el trayecto. Por medio de los aparatitos mercadean sus servicios con algunos descuentos. Hay por ejemplo, un paquete familiar, que cuesta entre $5,000 y $6,000, pero también hay servicios VIP. Por el precio de $5,500 o $7,500, dependiendo del tamaño de la familia, los coyotes ofrecen hasta tres intentos por cruzar la frontera.
Según anécdotas recabadas por abogados en los centros de detención de los jóvenes inmigrantes, se ha corrido la voz de que ciertas leyes podrían beneficiar a los muchachos y concederles estatus de asilados o refugiados por no provenir de países contiguos, si se determina que han sido víctimas de abuso o tráfico humano. No sería extraño que a miles de kilómetros, los familiares obtengan esta información puesto que es conocido que ésta corre rápido de boca a boca entre inmigrantes, y ahora todavía más acelerada por medio de las redes sociales. Al respecto, un estudio reciente del Pew Center titulado “72 por ciento de adultos en línea utilizan las redes sociales” (2013), indica que los hispanos son el grupo más activo en las redes y sitios web. Según la encuesta, 80 por ciento de adultos hispanos utilizan las redes sociales, más que la población blanca (70 por ciento) o afro-estadounidense (75 por ciento).
Los planes de reacción del gobierno estadounidense (ayuda monetaria y legal en la frontera) y las campañas de contención por parte de los gobiernos disuadiendo a las familias contra tan arriesgada migración, dejan justificadamente escépticos a muchos analistas sobre su efectividad. De Marquitos el genovés, a Florentina Pelicó la guatemalteca, lo único que los mueve pese al peligro de la bestia o la ferocidad de los coyotes, sigue siendo la esperanza. Frente a la desesperación, la esperanza no conoce fronteras; especialmente si viene adosada a un trend o hash en Twitter.
Más de este autor