Con la última semana de marzo arribó la primera de campaña autorizada para quienes buscan un cargo público en atención a la convocatoria lanzada por el Tribunal Supremo Electoral. Es decir, las y los aspirantes ya agotaron cinco de los 90 días con que cuentan para seducir a las y los votantes que el 25 de junio acudirán a las urnas.
Y cuando apenas se ha encendido el motor propagandístico, la sociedad guatemalteca ha entrado en modo Semana Santa-vacaciones de verano, de manera que se abren nueve días más en que la ciudadanía inserta en el padrón electoral se volcará a conmemorar la pasión y muerte de Jesucristo o a disfrutar el calor en playas y centros turísticos, lo que significa enfriar los discursos partidarios.
Empezar, pero detener resalta entonces en la carrera de los 30 partidos en contienda por llevar a sus cuadros a corporaciones ediles, curules y la Presidencia de la República, situación que abona al absurdo de limitar a un trimestre la luz verde para que quienes persiguen esos puestos formulen sus argumentos para convencer o persuadir a las y los sufragantes.
Junto a la ilusión («concepto, imagen o representación sin verdadera realidad… ironía viva y picante», según definición del diccionario) de que el lapso en referencia es viable para llegar a casi 9.4 millones de personas empadronadas, destaca la pretensión de que el abanico, cartón de lotería o lista de géneros musicales, propicie que abunde la propuesta de opciones efectivas.
Por ejemplo, son 23 los binomios presidenciales, y si al final quedara admitido ese número, ya que hoy dos están fuera y uno encaminado a sumarse a los marginados, la probabilidad de éxito se reduce sensiblemente, pues la mayoría no ha expuesto más que intenciones sin fundamento programático. También es oportuno mencionar que una parte de aspirantes tiene freno de mano porque no ha recibido la credencial que oficialice su inscripción, y sin ella, tampoco puede hacer campaña.
Vale apuntar que, de la veintena de presidenciables, solo cinco tienen posibilidades de pelear por los dos espacios de segunda vuelta. Su trayectoria, organización y recursos generan que sean figuras conocidas, factor clave para situarse en una boleta electoral con el objetivo de recoger las equis independientemente de en qué lugar esté la foto. Detrás del quinteto favorito se perfilan tres que se ubicarán lejos de los primeros y de los últimos, aunque si se concretan las exclusiones, podrían subir.
Muy atrás está el pelotón que reúne, por un lado, animadores a los que no les alcanzará los tres meses de llamado al voto, o les faltarán medios para crecer, y por otro, los practicantes del «mercantilismo electoral» y un sexteto de impresentables, cuya incursión ofende, causa pena, risa o vergüenza.
De cualquier forma, Guatemala asiste a un nuevo proceso electoral con variedad de restricciones implantadas por reformas a la ley de la materia que, en resumidas cuentas, sustentan la expresión: «El remedio salió más caro que la enfermedad». Y en ese contexto, lo garantizado es que, al amparo de las redes sociales y sus bondades anónimas, pulularán la desinformación y la manipulación, por lo que desde ahora y hasta el 25 de junio, de los sonidos, postales y mensajes de la temporada se desprenderán ideas que venderán gato por liebre.
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