En el primer segundo del 2016 sucedió uno de los hechos más bellos y maravillosos a los que podemos asistir, nació una bebé, o uno, quizá, no sabemos su nombre, porque la noticia (parte de una tradición bastante mediática -literalmente-) consistía en el mero hecho del nacimiento sin importar quién estaba naciendo. En ese mismo primer segundo sucedió el horror en pleno, el horror más abominable: el cotidiano, el asumido, el interiorizado: una madre de 17 años estaba dando a luz, la fotografía ...
En el primer segundo del 2016 sucedió uno de los hechos más bellos y maravillosos a los que podemos asistir, nació una bebé, o uno, quizá, no sabemos su nombre, porque la noticia (parte de una tradición bastante mediática -literalmente-) consistía en el mero hecho del nacimiento sin importar quién estaba naciendo. En ese mismo primer segundo sucedió el horror en pleno, el horror más abominable: el cotidiano, el asumido, el interiorizado: una madre de 17 años estaba dando a luz, la fotografía de su rostro con la sonrisa molidísima y amorosa después de un parto y su bebé entre los brazos, es, paradójicamente, el rostro de nuestras más encarnizadas luchas a la vez que el de nuestra sistemática derrota, ese rostro es a la vez el #EstamosAquí como el #YaValimosVerga (para usar el término más oportuno). Menudo mensaje de año nuevo: estamos vivos pero estamos bien pisados.
Hoy, varios días después de aquel segundo, salí de una clínica médica (privada, los poetas somos parte de la inmensa mayoría de guatemaltecos sin seguridad social) y en la acera de enfrente un hombre joven lloraba sin consuelo recostado contra un poste, su llanto era profundo, mocoso, desahuciado. Algunos minutos después una anciana indígena yacía muerta, atropellada, en medio del periférico, apenas pocos kilómetros antes de donde un hombre con algún serio reto neurológico toreaba carros en el centro del periférico, esto es gritar y casi golpear carros viajando a suficiente velocidad para hacerlo mierda (para usar el término más oportuno). Y todo mientras en Santiago Atitlán arde Troya, y se rifan los despidos masivos en la administración pública, y el miserable presidente dedocráticamente electo por una mano arrugada y sucia firmando una de sus más transparentes declaraciones de principios: el salario mínimo diferenciado, bajo el desarrollista principio de "vaya pues, te voy a reconocer, siempre y cuando sigás comiendo mierda" (para usar el término más oportuno).
Y a todo esto le podemos sumar y sumar desastres cotidianos y sistemáticos, y con ello se acumula la rabia, la indignación, la frustración, digamos para gritarle a la nueva administración que está por asumir "estamos como la gran puta!" (para usar el término más oportuno), y por eso voy a ir a la plaza el 16, y a la toma de posesión el 14 (bien a esa no puedo ir, pero también iría), y una de las razones por las que iré, es por pura salud mental, porque no se vale que nosotros pongamos la vida y los muertos y el trabajo y los impuestos y de nuevo la vida y los muertos, por supuesto que no se vale.
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