Dice un columnista que no tener Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS) será beneficioso y educativo para los pobres, ya que así aprenderán a ahorrar para su vejez.
Tengo casi 50 años y no creo poder jubilarme antes de los 70. Planifiqué mi futuro para no tener demasiados dependientes. Inicié mi vida reproductiva tarde para poder tener una carrera y algo de estabilidad. La dichosa estabilidad jamás llegó.
He tenido años buenos como profesional y he visto crecer mis ahorros para luego despeñarse en gastos que no tenía previstos.
Hay amigos de mi edad que tienen hasta tres trabajos y, con todo lo que ganan, saben que no podrán jubilarse hasta más allá de los 70, con el desgaste físico y emocional que supone eso. Son personas que ya no creen en la educación pública y gratuita y que están pagando carreras universitarias de incluso más de tres hijos en alguna universidad privada. No pudieron invertir adecuadamente en su juventud y carecen de ahorros, algunos de ellos víctimas de bancos quebrados y de fraudes en pirámide.
Uno de los médicos que trabajan aquí tiene casi 80 años. Aún no se jubila. Necesita el dinero. Otros sí se jubilaron, pero prefirieron perder la escasa cuota de jubilación para poder volver a trabajar ganando más. De todas formas, son raros los que tienen jubilación.
Conozco a un abogado que tuvo un accidente en moto. Era un hombre exitoso. En una noche terminó como un bebé de dos años: múltiples lesiones en la cabeza que generaron una enorme necesidad de dinero y agotaron los seguros. La familia tuvo que vender propiedades. Se quedaron con un solo vehículo. La esposa trabajaba medio tiempo y tuvo que pasar a tiempo completo. El hijo dejó la universidad para trabajar con la madre. El otro hijo dejó el colegio caro para ser becado en una escuela religiosa. El hombre aún no se recupera tras cinco años. No tiene jubilación ni apoyos para la rehabilitación. No tiene posibilidades de mejorar más de un 20 %.
Y recuerdo a la vecina, una mujer dueña de una tienda cuyo marido operario de fábrica pagaba IGSS. La señora se fracturó la pierna ya siendo viuda, y el IGSS le enviaba la ambulancia a su casa para que no perdiera su terapia. Volvió a caminar perfectamente.
Son casos aislados, me dirán, pero es evidente que no estamos frente a un monopolio.
A pesar de la obligatoriedad del IGSS, el crecimiento de afiliados es bajo y ya fue superado por los que están afiliados a seguros privados.
También el número de peticiones de apoyo en redes sociales crece: «paguemos la quimio de fulana», «ayudemos para el riñón de mengano», «da tu aporte para el bebé de ella».
Con el seguro social todos hemos esperado mucho tiempo para una cita, pero yo también lo hice, por más de 15 días, para que me preaprobaran una consulta médica en el seguro privado que luego no me dieron. Tuve que acudir a la solidaridad de algún colega. Todos acudimos a la solidaridad de alguien porque no podemos pagar la propia cuenta. Pero no queremos que sea de manera oficial.
Pongamos que menos del 30 % de la PEA paga el IGSS y que posiblemente un 30 % similar (o tal vez más —no creo que sea menos—) está pagando uno o varios seguros que dividen su aporte en gastos médicos, fondos de pensión, seguro de gastos funerarios, el dinero en el colchón o en cuentas en cooperativas y otros, todos con miras a su vejez y previendo emergencias.
Hay seguros caros y seguros patito que por Q25 al mes te ofrecen consultas médicas ilimitadas (eso dice la propaganda), consultas ginecológicas ilimitadas, uso de ambulancia (una vez al año) y consultas domiciliares una vez al año, pero casi ningún medicamento. No brindan hospitalizaciones y el seguro de vida paga un total de Q5 000. Son seguros que no aseguran nada y son sumamente populares, como los que los colegios obligan a los padres a comprar.
O sea, al contrario de lo que predican los que quieren tomar el IGSS, sí hay muchos ofertantes de servicios médicos. Pero su cobertura es baja, mala y hasta risible. Y hay fondos de pensión que no son más que ahorros a plazo fijo sin beneficios extras. O sea, ya hay una desmonopolización. Lo que no se ve es la mejora.
Muchas personas que tienen, por su voluntad o por presión del empleador, un seguro caro han sido obligados a realizarse exámenes innecesarios y a pagar deducibles (copagos) muy altos por algo que creyeron sencillo. Deberíamos tener mejores servicios, pero no ocurre: en los privados la rueda la mueve el lucro y en el IGSS la corrupción.
¿Merecemos una mejor atención? Claro. Pero no veo que los seguros que ya pagamos hagan algún esfuerzo por mejorar sus servicios. Por el contrario, las ganancias aumentan. Y a eso le apuestan a la hora de querer comprar el IGSS.
Si en serio quieren desmonopolizar, ¿qué nos pueden ofrecer a los que actualmente no cotizamos al IGSS y difícilmente podremos hacerlo? ¿Lo mismo pero más caro? Yo me arremango para trabajar al menos 20 años más para juntar para mi vejez. Y, obviamente, a buscar caridad para pagar mi salud. Cuando me toque, mejor si tengo más amigos que me donen... hasta que a ellos también les toque. De momento me tatuaré en la piel esta instrucción:
«No llevarme a hospital privado».
No quiero privar a mi hijo de su herencia y además dejarlo con una deuda impagable y sin madre.
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