¿Cómo se les ocurre?, era la norma de los comentarios.
En un espacio tan pequeño como 140 caracteres empezó la guerra en contra de lo que, pensaban, era una nueva propuesta de atención. Y que «no hay dinero para eso» o «no es científico» parecía ser el comentario ad hoc para un desatino como ese.
No es secreto que somos una sociedad multicultural. A pesar de los racismos y las limitaciones, en este país conviven al menos 24 culturas con sus marcadores característicos: idioma, comida, tradiciones y enfoques.
Mayenses y no mayenses, garífunas, europeas, asiáticas, judías, todas se superponen. Porque lo del melting pot jamás ha sido cierto, y no hay manera de que se fundan culturas, aunque sí se modifiquen y enriquezcan.
¿Qué es salud? Cuando se hace la pregunta, la gente duda. ¿Es no estar enfermo? ¿O es algo más que incluye paz, alimento, trabajo, recreación, y que puede ser completa o en algún grado menor? ¿Está enferma una mujer menstruante o embarazada? ¿Está enferma una persona con capacidades especiales? ¿Quién puede curarse y quién aliviarse o mantenerse?
La cultura modifica la forma como experimentamos el dolor y la enfermedad. El dolor que puede generar un plato de comida muy picante no es igual para un mexicano que para un europeo. La costumbre va cambiando la perspectiva de lo que es sano y de lo que no.
La cultura también tiene síndromes de filiación cultural. Y son cientos. Y no son traducibles, como pretenden decir algunas personas. No siempre el ojo se puede traducir como un síndrome diarreico, y el empacho no siempre corresponde a una intoxicación alimentaria. Esos síndromes la gente los cree o forman parte de su acervo cultural.
En la experiencia vemos que tanto la señora que nos pide que a su hija se le hagan «todos los análisis» y que «cree ciegamente que una tomografía es lo único que dirá que tiene» como la embarazada que no logra saber qué siente, pero que dice «me están haciendo brujería», están refiriéndose a experiencias personales que viven en su cuerpo y que, por lo mismo, son válidas.
Entender el lenguaje del paciente incluye reconocer sus ideas acerca de la enfermedad, que no necesariamente serán iguales a las del médico.
Por otro lado, en un país donde hay lugares en los que existe un médico por cada 50 000 habitantes, es necesario coordinar con quienes siempre han sido la respuesta a la atención a la enfermedad en esos parajes.
¿Por qué coordinar en paralelo? Porque no es lo mismo ni es equivalente. Hay un lugar para la medicina tradicional y hay un usuario para ella.
Si tan solo se hubieran tomado la molestia de analizar lo que se pretende hacer, lo que significa coordinar con los prestadores de servicios para mejorar la atención a las poblaciones más desatendidas, pero también entender que las enfermedades y los síndromes de filiación cultural necesitan apertura para que el personal pueda referirlos cuando sea necesario.
Mis estudiantes se están centrando este año en los problemas que atañen al embarazo. No existen las mismas creencias entre lo que se puede considerar de cuidado para una mujer maya y lo que se considera malo según la visión biomédica.
Hemos visto que, cuando se atiende el síntoma, por raro que parezca, esto puede ayudar a identificar una dolencia o a curarla según la visión tradicional.
Es para mejorar la atención. Solamente para eso.
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