El título de su presentación fue La desigualdad como el colesterol: un intento por cuantificar la desigualdad de oportunidades. Se trata de un interesantísimo repaso de la evolución que ha tenido la disciplina económica en los últimos tiempos con relación a un fenómeno que nos ha preocupado desde siempre y que en un país como Guatemala es, sin duda, una de las explicaciones más importantes de nuestro atraso.
No se trata de hacer aquí una apología de la igualdad. No, para nada. Así que, por favor, siga leyendo. Se trata, sí, de tener la sensibilidad y la apertura intelectual y política suficientes para darnos cuenta de que, como dice Ferreira, «ahora está bien establecido que los individuos valoran la imparcialidad en el sentido de que muchos están dispuestos a renunciar a las ganancias monetarias privadas para lograr lo que perciben como una asignación justa». En otras palabras, hay una fuerza interna en los seres humanos que nos llama a buscar formas de revertir eso que en abstracto llamaríamos injusticia.
El esfuerzo que han hecho muchísimos estudiosos del tema es monumental al intentar desmenuzar ese término e intentar hacer propuestas de política pública. Hasta hace muy poco parecía no haber evidencia concluyente con relación a los efectos de la desigualdad sobre el crecimiento económico.
Algunos estudios concluían que la desigualdad era como el colesterol bueno. Positiva para el crecimiento porque, si las diferencias entre personas eran producto de su capacidad para innovar o esforzarse más, entonces estaba bien si el mercado los retribuía por ello. El que se esfuerza más y el que innova más merece ganar más que el que no lo hace.
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Otros análisis señalaban que no todas las diferencias entre individuos se deben exclusivamente a innovación y esfuerzo individual, sino que las personas por lo general tienen puntos de partida distintos y, por lo tanto, comienzan a competir con ventaja o desventaja por tener el apellido correcto, por haber ido al colegio correcto, por tener padres más educados, por vivir en la zona correcta… en fin, por muchas razones fuera del control de la persona. La circunstancia en la que nacen es determinante. Esto último es lo que llamaríamos desigualdad de oportunidades. El equivalente al colesterol malo, ese que hay que evitar.
Con el tiempo y una mayor disponibilidad de datos, las técnicas de medición han ido adquiriendo mayor sofisticación y precisión. En el caso de Guatemala, se calcula que cerca del 50 % de la desigualdad que se observa en este país se debe a circunstancias, a oportunidades, a colesterol malo. Es decir, a cosas que injustamente determinan la trayectoria de ingresos de los guatemaltecos y sus perspectivas de bienestar en el futuro.
Es un dato muy potente y a la vez dramático, que nos señala con claridad y urgencia la necesidad de tener una agenda de política pública (social, educativa, de salud, etcétera) que debería concentrarse en revertir dicha tendencia y en cerrar esa brecha. Imagine usted por un momento que Guatemala pudiera eliminar la desigualdad de oportunidades y se quedara solamente con la desigualdad que da el esfuerzo individual. Tendríamos un nivel comparable con el de muchos países desarrollados.
¿Por qué no comenzar a hacer algo al respecto? ¿Por qué no aprovechar el ciclo político que está por abrirse para colocar este tema en la agenda?
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