El Estado se ha dado a la tarea de institucionalizar políticas según las cuales debemos aceptar que «todos somos iguales», que «qué bonito es ser guatemalteco» y «qué hay que sentirse chapín y [que] eso es lo más importante». Estas invitaciones esconden una realidad incómoda: la diversidad cultural, la diversidad política (y sobre todo de concepciones del poder), las diferentes maneras de entender la relación del ser humano con la naturaleza, la religión. Todos debemos ceñirnos a una identidad cómoda que es útil para aceptar las condiciones actuales del país. Además, debemos sonreír. Es un racismo materializado en la práctica estatal y enraizado en la mentalidad de quienes compartimos este país, la cual nos arrebata el derecho a reconocernos y reivindicarnos como plurales y a entablar, desde la búsqueda de la horizontalidad, la reflexión del país que deseamos.
La diversidad siempre ha cuestionado el poder: este se mantiene gracias a la capacidad de imponer la verdad, lo mejor para el país. La diversidad es una amenaza a un orden establecido. Nos comparte otro universo de conceptos: el desarrollo respetuoso de la salud del ambiente, la comunidad en el centro de la representación política, la justicia que no tiene necesidad de estar escrita para trasladar sus principios. Reivindicar la diversidad y la pluralidad es una manera de resistir. La vida misma es plural y diversa. Negar la diversidad es negar la posibilidad de vivir plenamente, bajo los propios parámetros que dan sentido a lo individual, a lo comunitario y a lo público.
El XII Congreso de Estudios Mayas, que lleva por nombre Pueblos, Territorios y Descolonización, hace una apuesta por reconocer el diálogo de la diversidad y los conocimientos que de ella surgen, por crear un espacio de reflexión y de debate. Será un pendiente en Guatemala hasta que hayamos logrado concebir una sociedad sin racismo. O hasta que hayamos logrado construir un Estado que no niegue el encuentro de las pluralidad de culturas para la construcción de lo público que compartimos todos y todas en una sociedad como la guatemalteca.
La cita es del 5 al 7 de julio en el campus central de la Universidad Rafael Landívar (URL). Además, se ha decidido cerrar el 8 de julio la Municipalidad Indígena de Sololá como un gesto importante para vincular las discusiones académicas con la realidad política actual.
Un agradecimiento válido a la comisión organizadora (la URL, la Universidad del Valle de Guatemala, la Universidad Ixil, la Universidad Quiché e instituciones de gobierno, entre otras) por mantener la discusión abierta sobre uno de los grandes problemas del país. La confianza en que el cambio de este país puede ser una realidad depende también de aquellos que no dejan de abrazar lo más importante.
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