Tanto en la antigüedad como hoy en día, los migrantes han recorrido largas distancias para formar nuevos hogares en nuevos territorios. Por razones de movilidad, las migraciones no permiten que las personas lleven consigo muchas pertenencias, lo que las obliga a adquirir la mayoría de sus bienes materiales en los nuevos lugares de residencia. Por esta razón surge la interrogante: ¿qué huellas materiales dejan los migrantes que permitan distinguirlos como tales?
Seguramente para muchos esta pregunta resulte un tanto vana y sin sentido, pero para los que estudiamos las migraciones antiguas es de gran importancia. Los arqueólogos nos preguntamos cómo identificamos a los antiguos inmigrantes que llegaron a nuestro territorio y no dejaron testimonio escrito de sus viajes.
Para responder esta pregunta vale la pena analizar las formas como los migrantes actuales recurren a rasgos materiales para expresar su identidad respecto de sus lugares de orige...
Seguramente para muchos esta pregunta resulte un tanto vana y sin sentido, pero para los que estudiamos las migraciones antiguas es de gran importancia. Los arqueólogos nos preguntamos cómo identificamos a los antiguos inmigrantes que llegaron a nuestro territorio y no dejaron testimonio escrito de sus viajes.
Para responder esta pregunta vale la pena analizar las formas como los migrantes actuales recurren a rasgos materiales para expresar su identidad respecto de sus lugares de origen. En lo cotidiano, a pesar de vivir rodeados de personas de otras culturas, hay costumbres que de una forma u otra reflejan la preferencia por el consumo de ciertos bienes, por ejemplo los alimentos. Por lo tanto, si analizamos la basura producida por los migrantes guatemaltecos, ello de alguna forma debería reflejar ciertos patrones culturales que diferencien a estos del resto de las poblaciones locales y extranjeras. Sin embargo, ¿cuántos de dichos restos materiales provienen de Guatemala? Probablemente muy pocos. Dependerá de la demanda comercial de estos. Por lo tanto, como arqueólogos debemos recurrir a otro tipo de objetos, que van más allá de lo cotidiano. Me refiero a las artesanías que se usan con fines decorativos, a imágenes religiosas, a ropa estampada y a uno que otro recuerdo familiar que evoque no solo el país, sino el departamento o municipio de origen.
Tienda Guatemala en la ciudad de Oklahoma. Tomada de https://www.eskimo.com/~sockeye/ok/curiosidades.jpg.
Las investigaciones arqueológicas e históricas han logrado identificar movimientos de personas y poblaciones durante la época prehispánica. Estos migrantes provenientes de distintos lugares se asentaron en varias regiones de lo que ahora es Guatemala. Dado que es sumamente difícil recuperar restos orgánicos como plantas y otros alimentos, estas interpretaciones se basan mayormente en la presencia de objetos elaborados con materias primas que no son propias de nuestro territorio. Además, hay imágenes que decoran artefactos y edificaciones que contienen estilos foráneos. Sin embargo, surgen preguntas: ¿cómo demostrar que estos objetos fueron traídos por migrantes y no fueron el resultado de comercio o aculturación?, ¿cómo demostrar que esas imágenes fueron realizadas por migrantes y no representaron una moda copiada por gente local?
Incensario proveniente del sitio arqueológico Los Chatos-Montana (La Gomera, Escuintla), recuperado en el interior de una vivienda de mediados del siglo V, en una posible colonia de teotihuacanos. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional de Arqueología y Etnología (fotografía de T. Barrientos).
Es en estos casos en los que la arqueología utiliza métodos científicos para comprobar o descartar hipótesis sobre migraciones. En el caso de las vasijas cerámicas, el análisis de los componentes químicos de la arcilla con que fueron manufacturadas permite determinar si fueron elaboradas localmente o si fueron traídas directamente de otras regiones. Para los minerales como la obsidiana, también su composición química hace posible determinar si fueron importadas. No obstante, estos métodos científicos todavía no logran comprobar por sí mismos la existencia de poblaciones migrantes. Se deben tomar en cuenta otros factores que van más allá de los objetos, en especial su contexto, que corresponde a la manera como se distribuyen y relacionan unos con otros y refleja patrones de comportamiento.
A este respecto hay que señalar que la identidad de cada grupo humano contiene elementos intangibles, los cuales se reflejan en estos patrones que determinan las formas como se manipulan los elementos materiales. Por ejemplo, la manera como se construyen las viviendas (dimensiones, distribución interna, orientación), la forma de enterramiento de personas, la distribución de los objetos en contextos domésticos y otros. Al tomar en cuenta todo esto es mucho más probable —aunque no determinante— la identificación de poblaciones migrantes en tiempos antiguos.
En algunos casos, la presencia de migrantes es todavía más evidente cuando se encuentran conjuntos de objetos que remplazan otros, en especial cuando son objetos de origen foráneo los que sustituyen a los ya identificados como locales. Recientemente, los avances en la especialidad de la bioarqueología han logrado identificar la presencia de individuos extranjeros. Los restos humanos pueden ahora ser analizados por medio de isótopos de elementos químicos presentes en los huesos, como el oxígeno y el estroncio, para comprobar el lugar de origen de cada individuo. De esta manera, los estudios de migraciones serán cada vez más precisos.
En general, se puede afirmar entonces que la expresión material de la identidad de los migrantes es bastante limitada. La disponibilidad de alimentos y otros elementos cotidianos depende mucho de la cercanía de la población migrante con su lugar de origen. Sin una demanda comercial suficiente, el acceso a estos productos es muy bajo o nulo, lo que obliga al migrante a adquirir productos de su nuevo lugar de residencia.
Por otro lado, es la parte sentimental, muchas veces intangible, la que tiene mayor relevancia como medio de expresión de la identidad. Su expresión material es diversa y se limita a elementos estéticos, creencias religiosas o vínculos familiares. Actualmente, con la expansión de la identidad globalizada, es posible que esta materialidad sea cada vez menor, lo que definitivamente les hará el trabajo mucho más difícil a los arqueólogos del futuro. Menos mal que la tierra de origen se lleva en los huesos, en la sangre y en el ADN.
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