Ángel Miguel, el protagonista, es un ser que se mueve dentro de la pobreza y la exclusión. A punto de caer en la marginalidad, se mueve en ella, pero también desea ser reconocido y participar en las imágenes e ideales de felicidad que se crean socialmente y que se revelan inalcanzables, absurdos y grotescos desde esa posición. La crítica social de Juárez es feroz: el consumismo, la alienación, las adicciones, la violencia, la banalidad de las aspiraciones sociales que se han generado desde ot...
Ángel Miguel, el protagonista, es un ser que se mueve dentro de la pobreza y la exclusión. A punto de caer en la marginalidad, se mueve en ella, pero también desea ser reconocido y participar en las imágenes e ideales de felicidad que se crean socialmente y que se revelan inalcanzables, absurdos y grotescos desde esa posición. La crítica social de Juárez es feroz: el consumismo, la alienación, las adicciones, la violencia, la banalidad de las aspiraciones sociales que se han generado desde otros lugares. La ciudad es un lugar caótico, que ahoga y que enloquece a quien vive en ella. Solo se sobrevive a costa de anestesiar los anhelos profundos e intentar participar en un enorme simulacro.
La parte central de la novela es la experiencia del protagonista cuando es detenido y cae preso en el Centro de Detención Preventiva para hombres de la zona 18. A estas alturas todavía nos contamos la mentira no tan piadosa de que las cárceles son un lugar para reformar a las personas (dentro de sus fines, el Sistema Penitenciario dice «educar y readaptar a la sociedad»). Pero lo cierto es que la función real de la cárcel es la de castigar y segregar ineficazmente, puesto que las cárceles también, debido al abandono estatal, son lugares en que el derecho está suspendido y desde el que se cometen más delitos. Además, alberga mayoritariamente a quienes cometen cierto tipo de crímenes (no todos son perseguidos por igual). Mientras que el paso por las cárceles no reforma ni readapta, sino refuerza los comportamientos delictivos.
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La descripción de la experiencia del personaje, sometido al abandono del Estado y al control que ejercen las estructuras criminales dentro de la cárcel, es atroz. Las humillaciones, los abusos, la arbitrariedad y la violencia, se vuelven la materia que colorea la experiencia de quien cae preso. Lo peor es que la degradación diaria a la que se ve sometido el personaje no proviene de la fantasía desbocada del autor, sino de la cruda experiencia de quien efectivamente fue sometido a dichos tratos. El proceso de degradación física y psicológica de un preso que se va al sector 6, a «Rusia» (por el abandono), es devastador.
La escritora Vania Vargas califica la narrativa de Juárez como realismo lumpen. Y es una descripción acertada de sus trabajos, incluyendo su novela Perro, demasiado perro. Sin embargo, en ella también nos propone una descripción más profunda en la psicología del personaje, de sus angustias, miedos, dolores y de la fascinación por el mundo del ‘éxito’, del deseo de ser reconocido y de la imposibilidad de serlo. De sus deseos y de sus frustraciones, que lo componen y que lo muestran como sujeto contradictorio, víctima y reproductor de la violencia.
Además, también hay una incursión sobre elementos del realismo mágico que está representado por su visión de una parte del mundo indígena que aparece en la novela y de la mezcla de religiones que aparece en uno de sus personajes. La novela resulta un reflejo de parte de lo que como sociedad somos, aunque no lo reconozcamos e intentemos evadirnos.
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