Hemos asistido al gran fracaso de la introducción de los negocios de privados en las instituciones públicas, que terminó finalmente en corrupción sistémica, en el secuestro del Estado, en la presencia de organismos internacionales en el país por la perpetuación del subdesarrollo, en nuestra conversión en un narco-Estado, en servicios deteriorados y en instituciones políticas incapaces de realizar sus funciones por la infiltración de los intereses ilegítimos e ilícitos de grandes empresarios y de corporaciones que vieron en lo público su cuenta de banco: compraron voluntades, traficaron influencias, desfalcaron, sobornaron y crearon contratos sobrevalorados.
Asistimos al fracaso neoliberal que proponía reducir lo público y solo logró debilitarlo. Financiaron políticos corruptos, participaron en el intercambio de favores y optaron por la gestión privada sin lograr resultados significativos. Los servicios administrados por privados continuaron siendo anillos para dedos tercermundistas[1]. No contentos con ello, siguen queriendo defenestrar las pocas instituciones públicas que sí funcionan. Sí, a pesar de la contrainsurgencia, de las comisiones de postulación, de la configuración de la San Carlos como trampolín político, a pesar de los pesares, sigue funcionando. En reiteradas ocasiones ha sido catalogada como la mejor universidad del país (y cuando no, como la segunda mejor) por diferentes rankings universitarios que se realizan alrededor del mundo. En América Latina, por ejemplo, la USAC continúa siendo un referente para las ciencias exactas y sociales.
Lo anterior no significa que se deba ignorar la corrupción, y menos que deba ser impune. La corrupción en la San Carlos debe ser investigada por el Ministerio Público (MP) y, si compete, también por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig). Pero se rescata la sobrevivencia institucional. Se valora el hecho de que, a pesar de estar inmersa en los vicios de este país, aún otorgue buenos servicios educativos en diferentes dimensiones de la vida universitaria. La corrupción que ha alentado el deterioro académico es una de las grandes razones por las cuales la San Carlos no hace de mejor manera su trabajo. Lo que no quiere decir que no exista retribución. Está completamente documentado que lo sigue haciendo y también está totalmente claro que debe hacerlo mucho mejor.
La USAC no ha abandonado su mandato constitucional. Constantemente analiza la realidad y propone soluciones para superar los problemas nacionales. Basta con consultar los portales de los departamentos de investigación de cada una de las facultades y escuelas no facultativas, sus centros de documentación o la biblioteca central. Algunas de las retribuciones de la USAC se pueden encontrar en la Ley de Vivienda, en los estudios sobre las aguas y el ordenamiento territorial, en sus propuestas para mejorar el sistema de transporte, en los estudios mensuales de la revista Análisis de la Realidad Nacional del Instituto de Problemas Nacionales de la USAC (Ipnusac). También están los resultados diarios, mensuales y anuales de miles de estudiantes sancarlistas que, mediante el ejercicio profesional supervisado (EPS), devuelven con creces (al triple, según datos oficiales de la rectoría del 2013) lo que recibieron de la población y sus impuestos a través de asistencia técnica y profesional en todo el territorio nacional.
Los medios no siempre comunican los éxitos de la USAC con la misma fuerza con que comunican sus tropiezos. Es parte de la lógica nacional de defenestrar lo público, lo cual es una deshonestidad intelectual y legitima un sistema que ha fracasado rotundamente, ese conjunto de formas de hacer las cosas que solo ha pulverizado el desarrollo del país. Está en el ADN institucional de la universidad superar sus problemas. Por eso no se ha parado. El movimiento estudiantil camina para recuperar la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU). La disidencia racional y la oposición a los corruptos del Consejo Superior Universitario (CSU) continúan articulándose, y los esfuerzos de investigadores y profesores por poner la academia y la autonomía universitaria (la real) en el centro de las unidades académicas han resistido las represalias y la invisibilización.
Algunas universidades e instituciones académicas jamás sufrieron persecución sistemática de sus estudiantes e investigadores. Sin embargo, no han logrado salir del anonimato internacional. Aparentemente no tienen corrupción, pero tampoco superación académica. El tema clave, entonces, es elevar el nivel general de la educación superior; democratizar la San Carlos; reimpulsar la educación pública parvularia, primaria y secundaria, y asociarse con los colegios y las universidades privadas para fomentar el conocimiento científico en conjunto. Hay que destruir de una vez por todas las falacias y los discursos que quieren acabar con todo lo que no genera riqueza en pocas manos.
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[1] Cabe aclarar que hay que construir instituciones públicas eficientes y fortalecer las capacidades de los privados, pero hay que asociarse con los honestos, con los empresarios que quieren desarrollo.
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