La idea con tales estudios es contribuir a recuperar y sistematizar la memoria histórica reciente, ya que la premisa es que es ahora cuando se está consolidando la mirada y el enfoque con el que los futuros historiadores evaluarán los acontecimientos recientes, de manera que probablemente algunas de las impresiones del momento serán superadas por el análisis serio y mesurado de la realdad.
Desde el primer momento en que fui llamado a contribuir con este loable esfuerzo, me llamó la atención que se pensaba en realizar una encuesta nacional, levantada en ocho regiones del país para evitar el sesgo del distrito central, de manera que se quería medir el impacto de las movilizaciones y de la crisis institucional que se manifiesta desde entonces. Los resultados de tal medición están ya en fase de análisis y reflexión. Y aunque poco puedo adelantar de tales estudios, sí quisiera compartir con los lectores que hay mucha evidencia que de manera tentativa indica que el impacto en la cultura y en el imaginario del ciudadano guatemalteco es enorme: para empezar, el 95 % de los encuestados estuvieron enterados de los acontecimientos y de los objetivos de las manifestaciones, por lo que es un hecho afirmar que este no fue solamente un fenómeno de capitalinos y de clases medias.
La segunda conclusión que se puede aventurar es que existen cambios significativos y muy alentadores que permiten afirmar que ahora existe una mayor conciencia ciudadana sobre los desafíos de la política, sobre las formas de organización y de movilización ciudadana, de manera que, aunque todavía existe una gran cantidad de guatemaltecos que piensan que el país está estancado o en retroceso, el número de personas que piensan que hay posibilidades de transitar hacia un futuro mejor aumentó.
En el tema institucional, el desafío de todas las encuestas ciudadanas es que la frágil confianza en los partidos políticos se terminó de derrumbar en el período pasado, con lo cual tenemos la gran disyuntiva de una democracia que se acerca peligrosamente a operar cada vez más sin partidos políticos reales: la experiencia acumulada en la disciplina de la ciencia política ha demostrado que, pese a sus deficiencias, los partidos políticos siguen siendo indispensables para el funcionamiento de la democracia, ya que canalizan las demandas, generan espacios para construir y consolidar agendas de futuro y promueven procesos de formación ciudadana que son sumamente relevantes en contextos como el actual. Adicionalmente, todas las formas solapadas de disfrazar la política con actores o instituciones que juegan a lo mismo, pero con otras fachadas, terminan siendo alternativas mucho peores que las opciones partidarias: si no, veamos la forma como el partido oficial, el FCN-Nación, mutó rápidamente en el Congreso de la República, de manera que pasó muy rápidamente de ser una bandada débil a aglutinar en su seno a algunos de los peores representantes de la viejas prácticas políticas.
En síntesis, muy pronto podremos discutir ampliamente acerca del significado de las movilizaciones ciudadanas del 2015, pero sobre todo acerca de las posibilidades que tenemos los guatemaltecos en el futuro si aprendemos las lecciones que nos dejó el pasado reciente.
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