Sin embargo, hay muy pocas cuestiones en las que nuestro papel es fundamental y los países desarrollados dependen de nosotros, y el combate al narcotráfico es una de ellas.
En efecto, el mercado de Estados Unidos y del mundo desarrollado tiene una extraordinaria avidez por las drogas y la demanda hace que ese producto ilícito sea caro y difícil de obtener, lo que empodera a los carteles que se dedican a la producción y el tráfico para surtir a los consumidores. La postura del Departame...
Sin embargo, hay muy pocas cuestiones en las que nuestro papel es fundamental y los países desarrollados dependen de nosotros, y el combate al narcotráfico es una de ellas.
En efecto, el mercado de Estados Unidos y del mundo desarrollado tiene una extraordinaria avidez por las drogas y la demanda hace que ese producto ilícito sea caro y difícil de obtener, lo que empodera a los carteles que se dedican a la producción y el tráfico para surtir a los consumidores. La postura del Departamento de Estado, al certificar qué países se esfuerzan y cuáles se hacen los babosos en cuanto al control de los cargamentos que pasan por sus respectivos territorios, es una muestra de cuánto esperan de nosotros, de estos pobres países.
Pero resulta que los Estados Unidos, que tienen que detener los cargamentos aquí porque evidentemente en su propio territorio los distribuidores son tan poderosos que ni siquiera los persiguen, son en este caso limosneros y con garrote, el mismo de Teddy Roosevelt, puesto que no sólo no ayudan sino que además nos andan regañando y madreando por no hacerles el trabajo sucio de enfrentarse a los poderosos y millonarios grupos.
Es tiempo de preguntar al Zar contra la droga de Estados Unidos por qué ellos nunca capturan a los capos, a los jefes de los carteles que manejan la operación en su propio territorio para abastecer al mercado. Si acaso agarran a un “pusher” de los que en las calles venden al menudeo, pero jamás a uno de los grandes potentados que desde lujosas mansiones dirigen las operaciones. Pero nos exigen que aquí nos enfrentemos a tiros con los traficantes, que nuestras maltrechas y corrompidas fuerzas de seguridad sean las que pongan los muertos para que allá llegue menos droga, sabiendo que la que llega tiene el camino expedito hasta el mercado sin que nadie ponga empeño en atacar a los traficantes ni en cuidar la forma en que lavan el dinero.
Nosotros hemos sido eternos limosneros, pero no tenemos garrote para ser muy exigentes y dependemos de las migajas que puedan irnos tirando en cada ejercicio presupuestario. Pero en el tema del narcotráfico, los limosneros que nos piden que libremos la guerra sucia, que pongamos los muertos, son ellos, con el Zar a la cabeza, exigiendo y vociferando de manera arrogante que es, ni más ni menos, que el “big stick” del que tanto se habló hace cien años.
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