Usted ya sabe cómo camina la política cuando el Tribunal Supremo Electoral (TSE) da el banderazo de salida. Las calles se llenan con caras de gente que quiere nuestro voto. La televisión y la radio se llenan de canciones que apelan a nuestros sentimientos sin informar sobre candidato, partido o programa.
Sí, habrá innovaciones. Dado que la nueva Ley Electoral pone límites al gasto publicitario, los mercaderes de la comunicación política querrán usar propaganda que no parece serlo: noticias manipuladas y entrevistas con pseudoperiodistas en la TV y la radio monopólicas. Oleadas de rumores en redes sociales. Debemos estar muy atentos a reconocer las noticias falsas.
Pero lo más novedoso es que habrá un bando más poderoso que cualquier partido, aunque no tenga símbolo ni canción. Un bando que mueve dinero sin reportar al TSE. Que lanza campañas sin poner su nombre. Usted lo ha visto operar: sistemático y organizado, en el Ejecutivo y en el Legislativo, con financiadores, bases populares, líderes y caras conocidas. Podríamos llamarlo PDC, pero lo conocemos como el pacto de corruptos. Sí, es prácticamente un partido y manipula a más de uno con todo y candidaturas.
Sin las limitaciones del TSE a los partidos formales, esa pandilla refinó su estrategia desde que el corrupto y ladrón les abrió la puerta de Casa Presidencial con tal de defender su pellejo y el de sus familiares. Descubrieron que revertir la indignación de 2015 era más fácil de lo que parecía. ¿Cómo lo consiguieron?
Primero, entendieron que el miedo mueve más que la atracción. Quisiéramos ganar 1,000 quetzales, pero tememos aún más perder 500 en intentarlo. Nos encantaría invitar a salir a esa persona atractiva, pero tememos aún más su rechazo. Así, los pícaros azuzan con temor, no con esperanza: temor a un colombiano porque amenaza la patria miwateca antes que empeñarnos en construir otra. Temor a que los gays arrastren a nuestros hijitos al fuego eterno. Temor a que los indígenas y sus prácticas ancestrales linchen en cada esquina. Y así, como palomilla atolondrada, nos golpeamos contra límites invisibles. Luego hasta periodistas sazonados, al enterarse de que Jonathan Menkos será compañero de fórmula de Thelma Aldana, responden irracionalmente porque no comparten su visión económica: «Bien jodida. Súper muy jodida [sic]», dice Pedro Trujillo de la expectativa fiscal. Hágame favor. Brincos darían el Icefi y su exdirector de saber que son tan eficaces. Que nomás con sus ideas se trajeron abajo la economía. El temor sobredimensiona las amenazas. Ni los gays ni Iván Velásquez ni Menkos son la encarnación de Satanás. Pero el pacto de corruptos sabe que, para cuando superemos el pavor, será demasiado tarde.
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Segundo, entendieron que no hace falta plantear propuestas, que basta con crear un enemigo común. Así sea un fantasma. Por eso inventaron la «injerencia extranjera». Como las ovejas de la Rebelión en la granja, sus financiadores y sus funcionarios y columnistas domesticados balan «¡injerencia extranjera!, ¡injerencia extranjera!, ¡injerencia extranjera!» cada vez que algo no les gusta, hasta que la repetición impensante ahoga todo entendimiento. Tanto que hasta lo repite un nuncio extranjero sin que reparemos en el absurdo. Luego hasta al TSE se le ocurre que un moderador de debate político no puede ser extranjero. Como que aquí lo hubiéramos resuelto todo tan bien por nuestra propia cuenta.
Finalmente, entendieron que es más fácil ponerse de acuerdo cuando se quiere una sola cosa. Y cuando esa cosa es un no, es aún más fácil. Tuvieron buena escuela, que el Cacif lleva décadas haciéndolo. No a los impuestos, no a las reformas, no a la democracia, no a la protesta. Realmente no importa a qué. Lo importante es decir no, que con eso alcanza para hacer bando común. Y el pacto de corruptos aprendió. Sus financiadores detestan a Sandra Torres, pero, por decir no a Thelma Aldana, hasta con la UNE harán coro. Dirán no a aplicar la Ley Electoral, no a respetar la Constitución, no al Estado laico, no a las niñas víctimas del infierno que fue el hogar (in)seguro. No a soñar, no a un país para todas y todos, no a la democracia, no al futuro, no a los indígenas, no a los pobres, no a la justicia, no al desarrollo, no a un país moderno. Simplemente no.
Así que estamos avisados. Guiemos nuestro voto por esperanza, no por temor. Busquemos propuestas antes que enemigos. Reconozcamos al que solo dice no.
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Ya que estamos en esto de los avisos, van dos. Primero, empadrónese, que le quedan cuatro días para hacerlo. Segundo, tome nota de que yo también estoy con Movimiento Semilla.
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