El colonialismo supera el paso del tiempo, manteniendo sus ejes fundamentales y, a pesar de los cambios sociopolíticos de cinco siglos, provocando los mismos resultados: el hambre permanente, que azota cruelmente a la niñez, condenándoles a que, cuando sean adultos, sus debilidades físico-biológicas impidan ser ciudadanos plenos, en marasmo, sin educación y disponibles para las tareas más sucias, peligrosas, de servidumbre y mal pagadas.
En 2023, se reportan varias muertes por desnutrición aguda en municipios de Alta Verapaz. Menores de cinco años fallecidos por una deficiencia grave de proteína en la dieta y por recursos alimenticios limitados, padeciendo la enfermedad llamada Kwashiorkor. El 83 % de los fallecimientos de niños ocurrieron en este departamento, convertido en el de mayor cantidad de fallecidos por la desnutrición combinada con la pobreza, la inseguridad alimentaria y el escaso acceso a servicios de salud. Los casos de desnutrición aguda han tenido un aumento del 44 % en relación con el 2022.
En 1,574, los dominicos de Verapaz relataron que en los últimos trece años habían muerto 20,000 indígenas tributarios, señalando que las causa era la falta de «(…) ordinaria y suficiente sustentación, así suya como de sus hijos y mujeres, no pudiendo acudir a los montes y barrancos distantes…de lo cual se sigue flaqueza y disminución en la salud natural y fuerzas…vemos que el enfermar y morir de los indios es todo uno, careciendo…lo más de continua comida que es sal, ají, frijoles y hierbas cocidas» (sic). A lo anterior se venía a sumar la extrema explotación colonial a través de la paga de tributos, trabajos forzados, etc.
Las leyes en esa época tendían a reducir la tierra que poseía el pequeño campesino solo para la subsistencia. Predomina, según Pinto Soria, el consumo parasitario de los grupos dominantes que acaparan cualquier crecimiento de la producción por medio de los tributos, prestaciones al clero, etc. Razón por la cual, se veían obligados a abandonar los pueblos en busca de mejores condiciones, como documenta el Alcalde Mayor de la Verapaz a fines del siglo XVIII.
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La dominación colonial no ha cambiado. En pleno siglo XXI, asistimos a desalojos de indígenas en las Verapaces, para dar paso a plantaciones de caña de azúcar, palma africana, hidroeléctricas y minería; cuyos propietarios se valen del apoyo masivo de la policía y ejército para violentar a humildes, pobres e indefensos campesinos, poseedores legítimos de las tierras. Para eso sirve la «justicia», que avala la ilegalidad, injusticia y corrupción. Guatemala ya ocupa el 7° lugar en extensión de palma aceitera a nivel mundial y busca el tercer lugar que implica la expropiación material e inmaterial en pueblos originarios.
Según, Eliane Hauri Fuentes, en Plaza Pública, «(…) el Programa de Prevención de la Mortalidad de la Niñez y de la Desnutrición Crónica, el más relevante en materia de seguridad alimentaria, ha tenido un recorte de Q59.6 millones (4.6 %) en su techo financiero y disminuciones alarmantes en sus metas de producción física». Agrega que necesitamos políticas públicas que incluyan inversión en protección, conservación y manejo de la agrobiodiversidad.
Sin embargo, las leyes, al igual que en la colonia, no son para combatir hambre y pobreza. Ejemplo, el Acuerdo de Escazú, instrumento jurídico internacional, dice que el objetivo del tratado, abierto a los 33 países de la región, es:
«Garantizar la implementación plena y efectiva en América Latina y el Caribe de los derechos de acceso a la información ambiental, participación pública en los procesos de toma de decisiones ambientales y acceso a la justicia en asuntos ambientales, así como la creación y el fortalecimiento de las capacidades y la cooperación, contribuyendo a la protección del derecho de cada persona, de las generaciones presentes y futuras, a vivir en un medio ambiente sano y al desarrollo sostenible».
Pero, el gobierno de Guatemala no lo ha ratificado, defendiendo intereses de los grandes señores de la tierra que producen para exportar, no para paliar el hambre colonial que padece el grueso de la población.
En Guatemala, la única política pública efectiva (no escrita) es la de mantener el hambre y la migración.
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